jueves, 29 de octubre de 2020

La ambigüedad de los valores

Primer fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado Daseinsrelativität der Werte publicado en Henkmann, W., Leonardy, H. (eds.): Person und Wert. Schelers «Formalismus» - Perspektiven und Wirkungen, Freiburg, 2000, pp. 29-46; cuya reproducción traducida está extraída del libro de la editorial Eiunsa Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar con el título La relatividad existencial de los valores

Trazando una jerarquía

Del bien y el mal no habla ya nadie que se tenga en alguna estima desde el punto de vista intelectual. Hoy todos hablan de valores. Los partidos debaten sobre los valores fundamentales. Nuestra constitución se concibe como un ordenamiento de valores. Y de un lado a otro del país se discute si vivimos en una época de decadencia de los valores o de cambio de los mismos. Las Iglesias se dirigen a la sociedad menos con la pretensión de anunciar la voluntad de Dios y dar testimonio de la resurrección de los muertos que con la oferta de estabilizar la sociedad mediante la transmisión de valores y de proporcionar a la juventud una orientación con relación a sus valores. La OTAN debe estar al servicio de la defensa de los valores occidentales y, recientemente, también extenderlos, pasando para ello a la ofensiva.

Hasta aquí, la filosofía de los valores parece haberse convertido en la filosofía dominante del mundo occidental. Pero sospecho que esto no le habría proporcionado una gran alegría a Max Scheler. Se recordarán las palabras de Heine sobre la filosofía hegeliana: se volvió tan ligera que acabó extendiéndose por toda Alemania. El propio Hegel escribió una vez que lo exotérico * y socialmente efectivo de una filosofía es siempre lo que en ella hay de no filosófico. «La mayoría nunca serán filósofos»; con esta cita de Platón comienza Scheler su último trabajo, La concepción filosófica del mundo (1).

 La introducción del concepto de valor en la filosofía se vio desde el principio afectada por una ambigüedad. Así, puede interpretarse como compensación de un déficit -y afectada por su precariedad teórica-, o bien, por el contrario, como una distinción ideológica y conceptual con importantes rendimientos teóricos. La compensación se referiría a la reducción moderna del ser al mero estar presente, tal y como se expresa por ejemplo en la antítesis ser-deber de David Hume. Esta reducción hace necesario, por así decirlo, introducir de nuevo en la realidad, desde fuera, como «valor», el aspecto del bonum eliminado del ser. De este modo resulta natural contemplar este aspecto como resultado de la valoración de los sujetos, un aspecto que, por así decirlo, se le pone por encima en cada caso a la realidad como si de una funda o vestido se tratara. La distinción, de manera positiva, significaría más bien: para elevar la fórmula clásica «omne ens est bonum» por encima del estatus de una fórmula vacía es precisa una separación conceptual de lo que se dice con ens y lo que se dice con bonum. Ahí, excepto para la Estoa *, el concepto de bonum nunca ha coincidido con el de lo moralmente bueno, sino que era el concepto superior que comprehendía bajo sí el de lo moralmente bueno.

Esto vale también para el concepto de valor en el sentido de Max Scheler. No todos los valores son morales. Además, para el concepto de valor de Scheler es esencial que abarque una pluralidad infinita de valores. Estos valores no pueden ser equiparados a bienes, pues se trata de objetos formales sólo bajo los cuales las cosas pueden aparecer como bienes. De igual modo, el principio «omne ens est verum» sólo tiene sentido si el mundo no nos muestra un rostro ilegible compuesto de impresiones individuales inconexas, sino que, antes bien, estas impresiones están estructuradas apriorísticamente. Podemos contar cosas, pero sólo podemos hacerlo porque disponemos de números que no hemos abstraído de las cosas. Y, ciertamente, la filosofía de los valores ha gustado de comparar los valores con los números. Números y valores tienen también en común que van hasta el infinito, es decir, que son más de los que actualmente conocemos, y que por tanto siempre podemos descubrir otros nuevos. Podría decirse que Scheler representa para el conocimiento de la esencia de los valores lo que Gottlob Frege para el conocimiento de lo que es un número.

En lo que se refiere al concepto de valor, el uso que por lo general se suele hacer de él en los discursos públicos está por completo determinado por la primera de las alternativas que he mencionado, esto es, la «compensatoria». Tras el discurso de lo valores se encuentra la vaga idea de que la ciencia natural moderna, por definición materialista, nos enseña lo que la realidad es. Pero las sociedades humanas, para poder vivir en común, entenderse y actuar, necesitan además algo así como estimaciones valorativas comunes. Puesto que no hay ningún fundamento objetivo para dichas estimaciones de valor, su criterio supremo es el consenso fáctico dentro de una civilización determinada, y, en el caso de la civilización occidental, además, la convicción de su susceptibilidad de ser consensuadas por todos los hombres de buena voluntad.
Para empezar quiero señalar la
petitio principii * que alberga esta idea. Sucede que los valores sirven a un fin común, por ejemplo, la paz, la cooperación, la satisfacción de los intereses elementales de todos los afectados por la acción de otros. Así, por ejemplo, para Hans Küng la paz y la supervivencia de la humanidad son los fines con relación a los cuales todo ethos tiene una función instrumental (2). Que la paz y la supervivencia de la humanidad son por su parte valores, los valores supremos, por cierto, ha de darse ahí por supuesto, pero no puede formularse teóricamente. «Necesitamos valores», se dice. Pero cuando los valores son algo que se necesita, y no algo que determina lo que se necesita, se está hablando en realidad de algo diferente de lo que decía Scheler.

*Exotérico: 1. adj. Común, accesible para el vulgo, en oposición a esotérico. (RAE)

*Estoa: referencia a la filosofía estoica

*Petitio principii: La petición de principio (del latín petitio principii, “suponiendo el punto inicial”) es una falacia que se produce cuando la proposición por ser probada se incluye implícita o explícitamente entre las premisas. Referencia: https://es.wikipedia.org/wiki/Petici%C3%B3n_de_principio

(1) Max Scheler: Gesammelte Werke, vol. 9, p. 73, edición de Maria Scheler y M. Frings, 1954

(2) Cfr. Hans Küng: Projekt Weltethos, München. 1990