sábado, 28 de octubre de 2017

Limitaciones morales del discurso

Robert Spaemann: Discurso de Laudatio por la concesión del Premio de la Paz de los Editores Alemanes en su edición de 1987 al filósofo alemán Hans Jonas. Publicado en la Revista Nuestro Tiempo, número 238, año 1988 con el título  UNA ÉTICA CONTRA LA CIENCIA FICCIÓNTraducción: Daniel Innerarity.

Responsabilidad hacia la vida

(continuación)

Frente a las catástrofes ecológicas que se divisan, no debemos esperar a los resultados de los análisis científicos inequívocos e incuestionables. Hemos de procurar detectar ya las causas probables de tales catástrofes. Los argumentos económicos y políticos no pueden impedir en principio lo que parece necesario. No tenemos derecho a resolver nuestros problemas sociales y económicos a costa de las generaciones futuras. El reino del mundo es el capital que tenemos que administrar fiduciariamente. Podemos vivir de sus rentas pero no podemos tocar el capital básico. A la hybris utópica pertenece también la idea de que podría haber planes globales que se hicieran cargo de todos los efectos secundarios de las acciones de gran alcance. Cuanto mayor sea la planificación, mayores serán las consecuencias imprevisibles. Lo pequeño no es sólo hermoso; es también -cada vez más- lo único responsable desde el punto de vista de la capacidad de controlar y corregir las consecuencias.

La ética de la responsabilidad de Hans Jonas no es sólo una provocación frente a la ética tradicional de la producción del derecho, de la concepción técnica de la ética que la entiende como estrategia de optimación; es también una provocación frente a esa ética cultivada sobre todo en Alemania durante los últimos decenios que gira en torno al concepto de discurso y compromiso de intereses entre hablantes que argumentan racionalmente. La discusión pública es un elemento importante de una vida lograda, pero no es la fuente de las obligaciones morales, es el consenso un criterio de verdad. La idea de que esto pudiera ser así deriva, a su vez, de la idea de que la realidad se nos presenta tan débilmente que sólo consiste propiamente en las opiniones que tenemos de ella. Pero las condiciones de supervivencia de la humanidad sobre la tierra no están sujetas a votación. Son como son. Y además, nadie tiene un acceso privilegiado a su conocimiento. Debemos discutir y alcanzar un acuerdo sobre ellas.

Pero sí, por imprudencia, nos ponemos de acuerdo sobre algo que es falso, lo que queda es lo falso. Sólo que serán otros los que paguen las consecuencias, otros que no han podido participar en nuestras discusiones y que ya no tomarán parte en ellas. Los discursos son tan mortales como quienes en ellos participan. La responsabilidad en relación con aquellos otros -y no el reconocimiento mutuo entre quienes somos contemporáneos- es por tanto, como demuestra Jonas, el paradigma fundamental de la moral: la responsabilidad hacia la vida con la que entro en relación, la vida que me ha sido encomendada o la vida que resulta afectada por mi actuación.

Como modelo de obligación moral, Jonas describe ese requerimiento inmediato que se dirige a nuestra acción cuando divisamos a un niño sin ayuda. Este niño pequeño no es ningún participante en un discurso. Pero proteger su vida, facilitársela, ayudarle, hacer posible que el futuro sea un participante en el discurso, es la obligación que se nos hace inmediatamente patente en su mirada. O esto es así, o no existen en absoluto obligaciones morales. No puede hablar de responsabilidad quien no se alarme profundamente ante el hecho de que en uno de los países más ricos del mundo, cada año 200.000 niños no nacidos son arrancados del seno materno y arrojados al cubo de la basura.

(continúa)

sábado, 21 de octubre de 2017

Responsabilidad medioambiental

Robert Spaemann: Discurso de Laudatio por la concesión del Premio de la Paz de los Editores Alemanes en su edición de 1987 al filósofo alemán Hans Jonas. Publicado en la Revista Nuestro Tiempo, número 238, año 1988 con el título  UNA ÉTICA CONTRA LA CIENCIA FICCIÓNTraducción: Daniel Innerarity.

Cuidar el entorno

(continuación)

Pienso que la defensa de la normalidad de la vida no puede consistir para Jonas en un mero retorno a la moralidad simple. La moralidad es el valor humano de las acciones de los hombres, la acción responsable. Donde el alcance de esta acción se ha ampliado, también es mayor la responsabilidad. Esta se ha convertido en una responsabilidad respecto de las consecuencias globales acumuladas de la acción humana, en una responsabilidad por la naturaleza en su conjunto.


No sólo por el futuro del hombre. Jonas critica el antropocentrismo que supone considerar a todos los seres como ambiente del hombre. Se trata de un naturalismo incompatible con la dignidad humana. Para todo animal el mundo es sólo su ambiente. Pero, ¿por qué nos entristece precisamente a nosotros la amenaza de desaparición de elefantes, ballenas o mariposas, mientras que nuestra desaparición dejaría sin cuidado a los elefantes, ballenas y mariposas? El hombre es retrato vivo de Dios, Señor de la Creación, precisamente porque tiene responsabilidad respecto de aquellos seres distintos de uno mismo y de sus iguales, respecto del reino de la Creación. Para bien o para mal, su acción se extiende a todo lo que está sobre la tierra. ¿Conseguirá esto -se pregunta Jonas- despertar por primera vez un ethos de la responsabilidad en relación con el futuro del mundo en su conjunto, con las generaciones futuras, un ethos que hasta ahora solamente lo hubo en la forma de un ethos familiar particular? Al ethos de la familia pertenece, sin duda, este pensamiento: a mis hijos les debe ir mejor. Como Jonas defiende convincentemente, no puede haber una responsabilidad global correspondiente -la responsabilidad por un mundo mejor- mientras determinadas regiones del mundo en las que domina el hambre se vean obligadas a renunciar a la idea de mejorar. Y nosotros, por nuestra parte -con el pretexto de mejorar- nos atribuimos demasiada tutela y disposición sobre las generaciones futuras mediante decisiones de carácter irreversible. Tan importante es para la humanidad europea y americana no considerar su estándar de vida como una capacidad de posesión ilimitada, como no sugerir esta utopía al resto del mundo.


Jonas advierte que precisamente la idea de esta estrategia de optimación se opone a la idea de evitar lo peor. Nunca ha tenido tanta validez como hoy en día aquello de que lo mejor es enemigo de lo bueno. El principio responsabilidad está consciente y expresamente enfrentado al principio esperanza. En el futuro, el principio que guíe la acción terrena del hombre no debe ser la esperanza, sino el cuidado y la preocupación. Esto no significa miedo ante el propio destino. El pánico es un mal consejero. Procede más bien de la razón y de la responsabilidad moral para provocarnos un temor que, tan alejado del miedo como de la esperanza, no es otra cosa que la respuesta emocional proporcionada al peligro real que amenaza a la vida sobre la tierra.

La consecuencia práctica de este temor debe ser lo que se denominó tutiorismo*  en el lenguaje de la teología moral durante el siglo XVII, un nuevo tutiorismo. Esto significa que en lugar del principio moderno en la duda por la libertad, debe ser hoy modificado el peso de la prueba: en la duda por la vida. En lo que se refiere a la amenaza de daños irreversibles y a gran escala contra la vida sobre la tierra, debe preferirse lo no dañino. Esto tiene consecuencias muy concretas.


(continúa)

* Tutiorismo o tuciorismoes una doctrina moral por la cual hay que seguir siempre la opción más segura o cercana a la ley, aunque la opción opuesta también sea probable. El término deriva de la palabra latina tutior (más seguro).

domingo, 15 de octubre de 2017

Límites del progreso

Robert Spaemann: Discurso de Laudatio por la concesión del Premio de la Paz de los Editores Alemanes en su edición de 1987 al filósofo alemán Hans Jonas. Publicado en la Revista Nuestro Tiempo, número 238, año 1988 con el título  UNA ÉTICA CONTRA LA CIENCIA FICCIÓNTraducción: Daniel Innerarity.

Superando utopías (II)

(continuación)

Hans Jonas ha llamado la atención... con más insistencia y claridad que nadie. La utopía, el intento de superar radicalmente la normalidad de la conditio humana, conduce a la destrucción de la vida que es condición de esa normalidad.


El crecimiento exponencial ilimitado, la superación definitiva de la escasez, fue el presupuesto común de las ideologías tecnocráticas y de las ideologías de la emancipación radical. Los panegíricos marxistas de una naturaleza administrada y de una naturaleza del hombre al final también administrada, lo único que hicieron fue llevar hasta el final esa utopía que, como señala Jonas, está asentada estructuralmente en la civilización científico-técnica: la transformación de la realidad en ciencia ficción. Con ello se hace al hombre utópico, en el sentido originario de la palabra, es decir, sin lugar, en la medida en que se le arranca del nicho ecológico en el que todo ser vivo está asentado


Jonas ha puesto de manifiesto lo perverso de este utópico optimismo, sin dejarse confundir con el argumento de que no podemos retroceder a Neandertal, a la esclavitud o a las operaciones sin anestesia. No es necesario negar que en muchos aspectos ha mejorado la situación del hombre sobre la tierra -y que todavía muchos esperan los frutos de esta mejora- para poder decir al mismo tiempo que el progreso en singular es un mito, que cada progreso -por separado- debe ser puesto en relación responsable con el precio que exige y que, mientras tanto, el progreso técnico-científico se encuentra desorientado desde hace mucho tiempo bajo la ley de una utilidad marginal decreciente.


Goethe
En su célebre libro El principio responsabilidad, ha llamado Jonas la atención sobre la crisis que ha sufrido la normalidad de la vida bajo tales circunstancias. Quizá sea Goethe quien mejor ha formulado aquel principio en sus versos: «ocúpate de hacer bien lo tuyo, que todo lo demás saldrá solo». Hoy esto ya no es correcto. El alcance del poder humano se ha hecho tan amplio que lo demás ya no sale solo. La naturaleza ya no es un poder omnicomprensivo, dentro de la cual nos movamos sin poderla trastocar en su totalidad. Nuestro conocimiento de las consecuencias acumuladas de la acción humana nos ha conferido la responsabilidad de prever ese efecto acumulativo. En este sentido, la normalidad ha disminuido hoy radicalmente.

Hans Jonas critica la ingenuidad de creer que, en estas circunstancias, podría salvarse dicha normalidad con una moralidad simple. Pero tampoco prescribe la utopía, el mito moderno del progreso indefinido en singular. A este mito le basta, ciertamente, su propia crítica. Toda transformación del sistema social se apoya en la naturaleza humana como fundamento, cuyas condiciones de supervivencia no son modificables arbitrariamente.

Las formas más recientes de la tecnología -especialmente la tecnología genética- han propagado la creencia de que es posible elaborar la naturaleza misma del hombre, ya sea para hacerla más resistente, más humana o más sobrehumana. Pero, ¿qué significa esto? La razón, la moralidad, la humanidad, la cultura, son los modos en los que una determinada forma de vida -la del hombre- alcanza su plenitud. No disponemos de ninguna medida para saber cuándo debería ser modificada esa naturaleza para seguir siendo humana, para ser más humana o sobrehumana. Todas las medidas son nuestras medidas. En un interesante artículo de sus Encrucijadas, ha sacado Jonas todas las consecuencias de esta idea. Clonar hombres, es decir, producir gemelos monocigóticos a partir de determinados padres muy selectos. Jonas ha pensado hasta el detalle las consecuencias deshumanizadoras de este proyecto. No en vano está recogido este artículo en un volumen con el título Clonemos al hombre, en analogía consciente con las palabras de Dios en el Génesis: «hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». Todavía no podemos clonar al hombre. Pero el ataque contra la forma temporal del hombre acaba de comenzar: la sustitución de la reproducción por un revuelto a mano en la probeta, en correspondencia con las palabras del aprendiz Wagner en el Fausto: «esta moda de engendrar la declaramos una vana estupidez».
(continúa)

sábado, 7 de octubre de 2017

La paz ante la realidad

Robert Spaemann: Discurso de Laudatio por la concesión del Premio de la Paz de los Editores Alemanes en su edición de 1987 al filósofo alemán Hans Jonas. Publicado en la Revista Nuestro Tiempo, número 238, año 1988 con el título  UNA ÉTICA CONTRA LA CIENCIA FICCIÓNTraducción: Daniel Innerarity.

Superando utopías (I)

En el discurso de Laudatio por la concesión del Premio de la Paz de los Editores Alemanes en su edición de 1987 al filósofo alemán Hans Jonas, se señalan los principales hitos de su vida y las claves más relevantes de su pensamiento. Su principal obra -El principio responsabilidad- es una reflexión sobre el poder de la técnica y las obligaciones que encierra. 

Si la concesión del Premio de la Paz de los Editores Alemanes dependiera de la frecuencia con que el autor usa la palabra paz, no sería Hans Jonas candidato a este premio. Jonas no ha participado en esa retórica de la paz que ha tenido lugar en nuestro país durante los últimos años, una retórica que ha convertido la difícil reflexión acerca de los pasos que deben darse para asegurar la paz en una disputa de convicciones. Como si el mantenimiento de la paz fuera más una cuestión de buena voluntad que de arte político, y como si el uso de un vocabulario confuso fuera una demostración de la validez de las propias opiniones y debiera imponer el silencio a todos los que tienen alguna duda.

En Europa, de hecho, ningún hombre razonable quiere algo que sólo pueda alcanzarse al precio de una tercera guerra mundial. Y aunque por ello tampoco se ha despejado completamente el peligro de una guerra semejante, nunca ha considerado Jonas como tarea del filósofo socorrer al político mediante consejos detallados acerca de la prevención de la guerra. Incluso ha llamado la atención sobre el hecho de que la guerra atómica no es en absoluto la amenaza contra la paz más difícil de superar, de esa paz en la que se basa toda la vida humana en esta tierra y sin la cual -según palabras de San Agustín- ni siquiera podría darse una guerra. Pues incluso la guerra -así lo dice San Agustín en el libro XIX de La ciudad de Dios- «es llevada a cabo por seres que poseen una naturaleza. Pero esto significa que la existencia del hombre se apoya en una cierta paz. Quien sufre en su naturaleza por la paz perdida, sufre en la medida en que hay un cierto resto de paz en él que le recuerda que su naturaleza todavía es su amiga».

La paz de la que aquí se habla es evidentemente otra palabra para designar la vida, la normalidad no distorsionada de la vida. El hecho de que Hans Jonas -cuyo primer libro, por cierto, estaba dedicado a San Agustín- reciba hoy el premio de la paz, pone de manifiesto que crece la conciencia de la amenaza frente a esa paz fundamental, la amenaza frente a esa normalidad fundamental que llamamos vida. Sobre ello han llamado ya otros la atención, unos con tono patético, otros con una exactitud científicamente documentada. Pero nadie hasta ahora ha analizado, la dimensión profunda de esta amenaza con mayor claridad y precisión, y menos patetismo que Hans Jonas. Sobre todo, Jonas ha desarrollado sistemáticamente por primera vez los principios éticos que se derivan de esta visión.

El filósofo a quien hoy homenajeamos fascina a sus contemporáneos no por un nuevo paradigma de alcance universal, ni tampoco por una brillante paradoja o por haber suscitado esperanzas hasta ahora no escuchadas. Si algo destaca en este pensador es su indiferencia ante lo interesante u original, en favor de lo verdadero y provechoso. El hecho de que un filósofo con estas características -y con una prosa sin maquillaje y sin pretensiones- sea elevado al punto central del interés y la aprobación pública, es la señal de un cambio.

La palabra cambio es utilizada a menudo en un sentido político que ha sido satirizado con razón. Pero en este caso indica un proceso real de la cultura contemporánea. El momento clave de este cambio fue el estallido de la primera crisis del petróleo, el suceso cultural más importante de la postguerra. En aquel momento comenzaron a derrumbarse utopías de trescientos años, concretamente de aquellas utopías que habían extendido la opinión de que llegaba a su fin el principio de realidad y la hybris * empezaba a ser un valor positivo. Dichos comunes con siglos de edad -como el de que «los árboles no crecen en el cielo»- habían perdido su validez. Pero al intento de hacer crecer a los árboles en el cielo siguió inmediatamente la muerte de los árboles. Hans Jonas ha llamado la atención sobre ello con más insistencia y claridad que nadie. La utopía, el intento de superar radicalmente la normalidad de la conditio humana, conduce a la destrucción de la vida que es condición de esa normalidad.

(continúa)

*Hybris: La hibris (en griego antiguo ὕβρις hýbris) es un concepto griego que puede traducirse como ‘desmesura’. No hace referencia a un impulso irracional y desequilibrado, sino a un intento de transgresión de los límites impuestos por los dioses a los hombres mortales y terrenales. (es.wikipedia.org/wiki/Hibris)