viernes, 12 de octubre de 2018

El valor de los valores en la vida real

Primer fragmento del capítulo IV: Justicia o yo y los otros del libro de Robert SpaemannÉtica: cuestiones fundamentales


Objeciones a su importancia


Tres son las objeciones que se hacen a la fundamental importancia que el sentido de los valores tiene para el éxito de una vida. La primera dice así: "Invocar la evidencia de los valores no contribuye ni a superar los conflictos ni a lograr un acuerdo; quien aduce unos valores de los que no puede en modo alguno hacer partícipe a los demás, está promoviendo más bien un conflicto". La respuesta a esta objeción es como sigue: juzgar una Ética sólo o preferentemente desde el punto de vista de la superación de los conflictos, procede ya de una valoración que, ciertamente, no parece claro en absoluto que alguna vez se haya dado. Que Bach, Bartók, Alban Berg han escrito música formidable, que no merece caer en el olvido, es verdad aunque no sean muchos los que la entienden; sólo una minoría la comprende; igualmente ocurre con el valor y la importancia de la física cuántica. Los valores pueden crear conflictos, pero constituyen un presupuesto necesario para la superación de los mismos, ya que es imposible un acuerdo cuando los intereses chocan frontalmente y no existe posibilidad de determinar su rango. 

La segunda objeción afirma: "hablar de los valores tiene algo de dogmático, de apodíctico. Un discurso responsable y científico debe limitarse a ser hipotético. También nuestras valoraciones debemos entenderlas como hipótesis que estamos dispuestos a revisar en cualquier momento, contrastándolas con la experiencia". A lo cual habría que responder: ¿qué significa aprender de la experiencia? Significa que una determinada manera de actuar es más apropiada que otra para alcanzar un fin. Pero, ¿y si se trata de valorar el fin mismo? Entonces significa que se puede aprender que una cosa es más útil que otra para lograr la autoconservación, o que es más útil para la comunicación, o que lleva consigo un placer, etc. Pero siempre se presupone la valoración del correspondiente fin. Quien no quiere algo -conservación, comunicación, placer-, aquél a quien no se le ha revelado la importancia que algo tiene, el valor, ése no puede aprender. Por eso la evidencia de los valores no es una hipótesis, sino presupuesto para la formación de hipótesis. No podemos decir qué instancia es la que nos podría instruir con relación a la inteligencia de algo mejor. Sólo se da una tal instancia, y podemos sólo señalarla, si ya nos ha instruido con una nueva inteligencia más grande y honda de los valores, que se presenta de repente: se trata de nuevo de una evidencia y no de una hipótesis; la superioridad del nuevo modo de entender consiste en que no hace inútil el anterior, sino que lo sitúa mejor en un contexto más amplio.

Tercera objeción: "en realidad se trata de una cuestión de lenguaje o de análisis de lenguaje: tenemos un vocabulario para los valores y estamos ligados a él". Yo no veo aquí ninguna objeción, ya que sólo podemos hacer análisis de significado en las palabras que aceptamos como dotadas de un significado. El lenguaje nos da acceso, en efecto, a las cualidades. Tendríamos dificultades para diferenciar las distintas cualidades del gusto si no tuviéramos determinadas palabras para cada una de ellas. Los lenguajes particularmente diferenciados en relación con las diversas cualidades posibilitan una experiencia, también particularmente diferenciada, de esas cualidades. Ahora bien, la experiencia de las cualidades es algo distinto del uso adecuado de la expresión pertinente. El placer diferenciado del catador de vinos está sin duda en estrecha relación con un vocabulario que está a su disposición y que se emplea a la hora de formar el gusto. Pero el placer es algo diferente del uso de un vocabulario. Lo mismo vale para los predicados de valor, especialmente para la palabra "bueno". Sólo si uno saca fuerza para su acción de lo que esta palabra significa, se puede al fin y al cabo saber si se ha comprendido lo que significa. Sócrates enseñaba en este sentido que uno no sabe lo que la palabra "bueno" significa, si ese saber no tiene consecuencias para él.

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