viernes, 8 de octubre de 2021

Lo que se percibe y lo que es

Quinto fragmento del texto de Robert Spaemann titulado Realidad como antropomorfismo. Publicado originalmente en alemán como Wirklichkeit als Anthropomorphismus, en el libro de O. G. Bauer (ed.), Was heißt ‘wirklich’? Unsere Erkenntnis zwischen Wahrnehmung und Wissenschaft. Traducido en español para Anuario filosófico (2002) e incluido en el libro de Robert Spaemann: Ética, política y cristianismo (Palabra, Madrid, 2007) páginas 189-212. Documento extraido de Anuario filosófico Universidad de Navarra, volumen 50 (1), abril 2017, páginas 171 a 188, link: https://revistas.unav.edu/index.php/anuario-filosofico/issue/view/444

El efecto de la subjetividad

La autoconsciencia instantánea es más bien el resultado de la reflexión de un sujeto, el resultado de una vuelta desde los muchos contenidos vividos hacia sí mismo. Lo primario no es, como observó Gottfried Wilhelm Leibniz, el cogito de Rene Descartes, lo primario es la vivencia: “varia a me cogitantur”.

continuación


Pero todavía queda por fundamentar la tesis de que la forma de ser en que se dan las personas unas para otras es el paradigma de la forma de ser en que se da la realidad en sí. Quisiera preguntar primero, ¿cómo podemos conceder ser a aquello sobre lo cual hablamos, una realidad más allá de lo que es para nosotros lo encontrado y de cómo lo experimentamos? ¿Existe una base para ello en la experiencia misma? Sí, existe esta base y es la comunicación entre las personas. Las personas que se dan a entender mutuamente que ellas mismas son todavía algo más allá de lo que ostentan. El dolor del otro es algo distinto a su comportamiento doloroso visible para mí. Esta diferencia se convierte para nosotros en certidumbre absoluta allí donde nosotros mismos somos aquellos a los cuales y sobre los cuales se habla.

Me parece que la pluralidad de personas tiene que ser configurada por al menos tres personas para que la subjetividad se vuelva objetiva, es decir, persona. En una conversación entre tres cada cual puede cambiar en cualquier momento la atención del interlocutor al objeto de la conversación. Y a su vez puede tomar postura acerca de lo que los otros dos han dicho de él. Pero cada uno es consciente de que él mismo se sitúa algo más allá de lo que los otros dos opinan de él. Podría imaginarme que el otro era solo un sueño. No puedo pensar de mí que solo soy el sueño de otro. Esta conciencia es la base de cualquier reconocimiento de realidad más allá de la objetividad. También formaba la base del concepto kantiano de una cosa en sí, que en la Crítica de la razón pura permanece vacío, pero que adquiere un contenido concreto en la Crítica de la razón práctica y no puede ser otro que: la libertad personal.

Este paso de la experiencia de nosotros mismos a la experiencia de la realidad absoluta se nos hace comprensible de la forma más inmediata allí donde se trata de animales más evolucionados con un sistema nervioso central. Atribuimos subjetividad a estos animales. Por esta razón, los hombres hablan con los animales y por esta razón existen leyes de protección de animales que ponen límites a la objetivación sin escrúpulos de los animales. Los consideramos
“reales”, les concedemos “ser” más allá de su ser como objetos. No exigimos saber cómo es lo de ser un murciélago, pero presuponemos que es de alguna manera ese ser murciélago, mientras que no es de ninguna manera el ser un coche. Es decir, concedemos ser al murciélago. Este ser que tiene en común con nosotros se llama “vida”.

La “vida”, escribe Aristóteles, “es el ser de los seres vivos” (1). La vida tal como la experimentamos nosotros mismos no es un determinado estado complejo de la materia. No me experimento como un estado de algo que no sea hombre. El hombre es, diciéndolo nuevamente con Aristóteles, sustancia viva, por tanto, realidad propia y primaria de la que pueden existir muchos estados, pero que en sí mismo no es un estado, sino portador básico y esencia de estados. Y así también, suponemos, el murciélago. Le concedemos vida, por tanto, ser él mismo.

(1) Aristóteles: De Anima, libro II, capítulo 4; 415 b 13: “vivere viventibus est esse”. Contexto en el que se incluye la frase, puntos 7-15: «...el alma es causa y principio del cuerpo viviente. Y por más que las palabras "causa" y "principio" tengan múltiples acepciones, el alma es causa por igual según las tres acepciones definidas: ella es, en efecto, causa en cuanto principio del movimiento mismo, en cuanto fin y en cuanto entidad de los cuerpos animados. Que lo es en cuanto entidad, es evidente: la entidad es la causa del ser para todas las cosas; ahora bien, el ser es para los vivientes el vivir y el alma es su causa y principio. Amén de que la entelequia es la forma de lo que está en potencia. Es evidente que el alma es también causa en cuanto fin.» Recogido de https://eltalondeaquiles.pucp.edu.pe/wp-content/uploads/2015/09/Aristoteles-Acerca-del-alma.-Gredos.-Trad-Tomas-Calvo.pdf , página 59

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