Límites a la ilusión
Se da una dialéctica entre conservación y realización. Que uno se incline más por una o por otra es una cuestión de carácter. A ambas posturas las caracteriza el miedo a desaprovechar algo y el miedo a perderlo. La izquierda y derecha políticas enlazan tipológicamente, como se ha dicho, ambos temores y tendencias, el principio del placer y el de la realidad, el de realización y el de conservación.(continuación)
Hace un decenio, el por entonces mentor espiritual de los movimientos de izquierda, Herbert Marcuse, defendió la tesis de que el principio de realidad, que Freud tuvo por inevitable, podría perder fuerza, a la vista de la posible llegada de una sociedad de la abundancia. "La imaginación al poder" -en el sentido estricto en que hablaba Marcuse- apareció en las paredes de la Sorbona de París en 1968. Para quienes se entregaron a esa esperanza, la crisis del petróleo y todo lo que vino detrás debió resultarles una profunda desilusión.
Pero las desilusiones son siempre buenas por ser malas todas las ilusiones. Sólo tendrá a la realidad como enemiga quien considere al hombre como alguien a quien, a fin de cuentas y en el fondo, se trata tan sólo de proporcionar un máximo de placer subjetivo. Quien comprenda que lo que deseamos es esa realidad, de modo que en la experiencia de la realidad y en la activa contraposición a ella alcanzamos a ser nosotros mismos, verá las cosas de otro modo; comprenderá que el bien tiene que ver con la experiencia de la realidad, con el hacer justicia a la realidad.
El título de este capítulo es: Educación, o el principio de la realidad y del placer. Hasta ahora no ha aparecido la palabra educación; no obstante, se ha estado hablando de ella continuamente. En el comienzo de toda Ética, de todo consciente preguntarse por la vida recta, se sitúa el proceso en el que el niño, desde la parcialidad de su subjetivo mundo de sentimientos, es introducido cuidadosa y resueltamente en la realidad; realidad que es como es, independientemente de nosotros.
Rousseau recomendó una vez a las madres que, cuando el niño que tienen en brazos tienda la mano a una manzana, no deben buscarle la manzana, sino que deben llevar al niño a la manzana. Así aprende el niño que las cosas no se dejan dar órdenes y que debemos determinarnos a nosotros mismos. Y Matthias Claudius escribe a su hijo Juan: "la verdad, querido hijo, no se acomoda a nosotros, sino que somos nosotros los que debemos acomodarnos a ella". Conviene ver que esto es así felizmente y no por desgracia. Pues solamente ante una realidad que nos ofrece resistencia podemos desarrollar nuestras fuerzas. Y las alegrías más profundas de la vida se relacionan con el desarrollo de nuestras fuerzas y capacidades.
El educador tiene ante sí la tarea de introducir al niño en la realidad que está frente a él y es independiente de él. La madre es en general la primera realidad independiente con que el niño se encuentra. Se ha cuidado así que la realidad se experimente ante todo como algo amistoso y favorable. La formación de esta primera experiencia -la psicología habla de confianza originaria- es lo más importante que la educación tiene que hacer. Quien puede recurrir al recuerdo de un mundo sano, está más preparado para el contacto con el que está viciado.
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