De la teoría a la práctica
En lo que a la praxis se refiere es indiferente en qué nivel de reflexión se hallaba el consejo erróneo que siguió el agente. Quizás el correcto se hallaba en un nivel de reflexión más bajo. Concedido, se puede objetar, pero en tal caso el discurso reflexivo finalmente lo descubrirá y asumirá. Antes, apenas puede uno distinguir el correcto del erróneo. Esta objeción está justificada siempre que se refiera a la corrección en sentido técnico y a la ciencia que la examina. Si nos fijamos un poco más veremos que esta corrección no es en realidad práctica sino teórica; a saber, la corrección de un supuesto sobre relaciones causales; es decir, sobre lo que uno tiene que hacer si quiere alcanzar determinado objetivo. Se trata aquí de los así llamados «imperativos hipotéticos» en sentido kantiano.
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Muchas personas tienen a la ciencia por la única o, cuando menos, la mejor manera de asegurarse de esa corrección. Bajo ese punto de vista, quien se equivoca debido a un error científico está en todo caso disculpado. Ha actuado a su mejor entender. Otras personas no lo creen así. No consideran cierto que, por ejemplo, la medicina o la psicología científicas dispongan de procedimientos de comprobación para poder decidir de forma definitiva sobre la corrección de todas las convicciones adquiridas de otra manera.
A este respecto también Descartes era extremadamente escéptico. De todos modos, pensaba que algún día la ciencia dispondría de tales procedimientos, pero una vez estuviera concluida. Antes de eso se basa en el trial and error. Por eso, en opinión de Descartes, tenemos que dotarnos de reglas morales que nos hagan no depender del «estado de la ciencia» en cada momento. Este es el sentido de la denominada «moral provisional». En realidad esta moral no es provisional. Es más bien el intento de, en vista de una ciencia aún provisional, hacer algo que es correcto en un sentido no sólo provisional, esto es, hacer lo mejor posible. En la medida en que no creamos ya en la ciencia conclusa, nuestra moral, si seguimos a Descartes, se volverá siempre hasta cierto punto independiente del estado de la ciencia.
El problema radica ahí en la inconmensurabilidad de teoría y praxis. Y ésta puede expresarse mediante la fórmula: «Ars longa, vita brevis» (1). Las proposiciones que quieren expresar una verdad son revisables. Toda cuestión ya decidida se puede volver a poner en discusión. En el largo camino que lleva al descubrimiento de la verdad los errores son funciones del ars longa. No es revisable el hecho de que una vez se expresó determinada proposición. No son revisables las acciones en cuanto parte de la vita brevis. Las proposiciones teóricas interpretan una realidad que sin esa interpretación ya es como es.
Las acciones ponen tal realidad. Un error médico es una etapa en el largo camino de la ciencia médica. La acción que se sigue de él puede dañar una vida para siempre, o acabar con ella. Los errores teóricos no son en realidad defectos. Según Popper, en el proceso de adquisición del conocimiento científico incluso se deben contrastar en lo posible las hipótesis improbables. El médico -no en cuanto investigador sino en cuanto médico- no puede atenerse a esta regla. Ha de tratar de evitar los fallos, siguiendo la máxima «Nil nocere» (2). Al igual que el ingeniero, el pedagogo, el jurista, el asistente espiritual.
El origen de los fallos puede ser muy diferente: la curiosidad científica, la ambición, la negligencia, la desidia. Estas actitudes tienen una dimensión ética precisamente porque disminuyen el valor del hombre que se deja guiar por ellas. Pero para aquél que se ve perjudicado por las acciones de otros lo ético radica en cómo él se comporta ante esos perjuicios. Lo ético es lo práctico en sentido propio. No se trata ahí de las conexiones causales cuyo conocimiento estructura nuestro actuar, sino de la manera en que adquirimos tales conocimientos y de ellos pasamos a la acción.
(2) La expresión latina primum nil nocere o primum non nocere se traduce en castellano por "lo primero es no hacer daño". Se trata de una máxima aplicada en el campo de la medicina, fisioterapia y ciencias en salud, frecuentemente atribuida al médico griego Hipócrates. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Primum_non_nocere
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