miércoles, 29 de septiembre de 2021

Al margen del consenso

Tercer fragmento del texto de Robert Spaemann titulado Realidad como antropomorfismo. Publicado originalmente en alemán como Wirklichkeit als Anthropomorphismus, en el libro de O. G. Bauer (ed.), Was heißt ‘wirklich’? Unsere Erkenntnis zwischen Wahrnehmung und Wissenschaft. Traducido en español para Anuario filosófico (2002) e incluido en el libro de Robert Spaemann: Ética, política y cristianismo (Palabra, Madrid, 2007) páginas 189-212. Documento extraido de Anuario filosófico Universidad de Navarra, volumen 50 (1), abril 2017, páginas 171 a 188, link: https://revistas.unav.edu/index.php/anuario-filosofico/issue/view/444

Común para los que quieren

...existen sueños en los que tenemos la conciencia refleja de no soñar, en los que hasta nos convencemos a través de experimentos empíricos de que no soñamos. A veces incluso el despertar es soñado. Soñamos que hemos soñado y que ahora nos despertamos. Ningún criterio, sino solo el despertar otra vez nos da una certidumbre sin criterio de que ahora estamos realmente despiertos. Y esto no cambia tampoco el hecho de que en el sueño tuvimos la misma certidumbre....

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¿Pero qué significa real en este orden de ideas? ¿Cuándo algo no es soñado? Heráclito dijo:
«En sueños cada uno tiene su propio mundo. En la vigilia tenemos un mundo único y común». Si voy al monte con un amigo y en el camino nos tomamos algo en un refugio y más tarde se revela en una conversación con este amigo que nunca había dado conmigo un paseo semejante y al consultar al dueño del refugio se pone de manifiesto que en su refugio nunca había entrado nadie que se pareciera ni a mí ni a mi amigo, entonces este paseo debe haber sido soñado.

El mundo real, dije, es el mundo común. Esto puede malentenderse. Se puede entender como si únicamente fuera real aquello que haya sido vivido y reconocido realmente por todos. No puede ser así. Pues se sabe que hay hombres que cierran los ojos ante la realidad. Y existen, por ejemplo, en la astrofísica concepciones controvertidas acerca de lo que existe y no existe. Pero no diríamos, sin embargo, que la realidad surge exclusivamente a través del consenso sobre ella. No el consenso fáctico, sino la capacidad de consenso universal es característica de las aserciones verdaderas acerca de lo real. Y no consideramos algo verdadero porque lo consideramos capaz de generar consenso, sino que lo consideramos capaz de generar consenso porque es verdadero, por ejemplo, porque una oración corresponde a una realidad.

Nuevamente se nos escapa, por tanto, lo que queremos decir con
“real”, o lo que queremos excluir con la palabra. Pues, como ya adelanté: apenas vamos a poder dar una definición positiva de la realidad. Solo podemos decir lo que queremos excluir con esta palabra. Queremos excluir en primer lugar el sueño, la figuración, por tanto, aquella forma de ser de una cosa que solo puede explicarse de modo endógeno, por tanto, como idiosincrasia de aquello que presenta la cosa o la circunstancia, o sea, aquello cuyo ser se agota en su ser como objeto. Los meros objetos no son reales, tampoco cuando existe consenso sobre ellos. Esto debe tenerse muy presente.



viernes, 24 de septiembre de 2021

La realidad no es una propiedad

Segundo fragmento del texto de Robert Spaemann titulado Realidad como antropomorfismo. Publicado originalmente en alemán como Wirklichkeit als Anthropomorphismus, en el libro de O. G. Bauer (ed.), Was heißt ‘wirklich’? Unsere Erkenntnis zwischen Wahrnehmung und Wissenschaft. Traducido en español para Anuario filosófico (2002) e incluido en el libro de Robert Spaemann: Ética, política y cristianismo (Palabra, Madrid, 2007) páginas 189-212. Documento extraido de Anuario filosófico Universidad de Navarra, volumen 50 (1), abril 2017, páginas 171 a 188, link: https://revistas.unav.edu/index.php/anuario-filosofico/issue/view/444

Experiencias oníricas

La cuestión es si verdaderamente existe otra cosa que la realidad virtual. Con esta pregunta desconcertante estamos confrontados cada vez más en la actualidad. Cuando desaparece la oposición entre apariencia y ser, entonces es indiferente si decimos que todo es real o todo es apariencia...

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El desarrollo de la técnica a finales del siglo XX lleva a cabo esta reflexión en la práctica. La simulación técnica no solo suplanta la realidad, pretende revelar su esencia. Los constructos cibernéticos ya no imitan solo lo vivo, pretenden explicarnos lo que es la vida. Que no es más que esta simulación. El onanismo o el cibersexo ya no son solo un sucedáneo de placer; se presentan como la cosa misma.
“We never advance one step beyond ourselves”. Ciertamente estamos construidos de tal manera que necesitamos al otro para nuestra felicidad. Pero, como para cualquier interpretación funcional, también para esta es válida la consecuencia: abre el margen para equivalencias funcionales. Una simulación del otro también hace sus veces. Si es perfecta, es el otro.

¿Pero lo es de verdad? ¿No existe un criterio para poder distinguir lo real de lo no real? ¿No existe una diferencia? Por supuesto que existe naturalmente una diferencia y es incluso la más importante de todas las diferencias. ¿Y un criterio? No, no existe. Pues la realidad no es, como decíamos, una propiedad. Max Scheler opinó que lo real se hace perceptible para nosotros a través de la resistencia. La experiencia de la realidad sería una experiencia de la resistencia. Pero no es cierto. También en los sueños experimentamos resistencia, amenaza, dominación. Y existen sueños en los que tenemos la conciencia refleja de no soñar, en los que hasta nos convencemos a través de experimentos empíricos de que no soñamos. A veces incluso el despertar es soñado. Soñamos que hemos soñado y que ahora nos despertamos. Ningún criterio, sino solo el despertar otra vez nos da una certidumbre sin criterio de que ahora estamos realmente despiertos. Y esto no cambia tampoco el hecho de que en el sueño tuvimos la misma certidumbre. La duda que deducimos de ello permanece puramente teórica. Es decir, no es una duda, sino solo la constatación de que nuestra certidumbre no se apoya en un criterio.

Por cierto, también existe el contrario, a saber, la duda de la realidad de lo soñado en el mismo sueño. Cuando tenía cinco años en sueños me perseguía una bruja. Corría detrás de mí en una calle del pueblo. Corrí lo que pude. La distancia se redujo constantemente. De repente me acordé que mi madre me había dicho que no había brujas. Mi madre decía siempre la verdad. Así le creí más que a las apariencias y mi conclusión fue: la bruja tiene que ser soñada. Solo debo tratar de despertar antes de que la bruja, cuyo aliento ya noto, me coja. Confiando en la palabra de mi madre me arrojé a la calle, di vueltas de un lado a otro y me desperté. No era un criterio empírico lo que hizo que la bruja fuese irreal. Era un acto de fe que hizo que me arriesgara a considerarla como irreal.


martes, 21 de septiembre de 2021

Filosofar sobre la realidad

Primer fragmento del texto de Robert Spaemann titulado Realidad como antropomorfismo. Publicado originalmente en alemán como Wirklichkeit als Anthropomorphismus, en el libro de O. G. Bauer (ed.), Was heißt ‘wirklich’? Unsere Erkenntnis zwischen Wahrnehmung und Wissenschaft. Traducido en español para Anuario filosófico (2002) e incluido en el libro de Robert Spaemann: Ética, política y cristianismo (Palabra, Madrid, 2007) páginas 189-212. Documento extraido de Anuario filosófico Universidad de Navarra, volumen 50 (1), abril 2017, páginas 171 a 188, link: https://revistas.unav.edu/index.php/anuario-filosofico/issue/view/444

El ser y la apariencia

Cuando éramos niños hubo un instante en el que, cuando nos contaban una historia, hicimos la pregunta: “¿Esto ha sido real alguna vez?”. Esperábamos una respuesta sencilla a esta pregunta, por tanto, no una respuesta que extendiera la acepción del concepto
“real” hasta el punto de que también se podrían incluir en él los cuentos de hadas y los sueños. Los sueños eran precisamente aquello que queríamos excluir con nuestra pregunta infantil. El que pregunta por la realidad siempre quiere excluir algo. Es que la realidad no es una característica que añada algo a lo que ya hay. Lo real se distingue de lo no real y si queremos saber lo que alguien quiere decir cuando pregunta por aquello que es real, tenemos que saber lo que quiere excluir como no real. Lo que excluimos puede tener muchos nombres: sueño, ficción, mentira, apariencia, figuración, constructo, realidad virtual, etc.

La distinción entre ser y apariencia es la primera y más fundamental distinción con la que empezó la filosofía. Ahora bien, ya en los inicios de la filosofía surgió una oposición contra esta distinción, concretamente entre los llamados eléatas (1). Su argumento era sencillo: lo no real, es decir, lo no existente per definitionem no es. No existe lo que no existe. El sueño es tan real como lo es la vigilia y lo soñado como soñado de la misma manera como lo vivido en vigilia. Sea lo que fuera lo que distingue la realidad virtual de la no virtual, se llama al fin y al cabo como esta: “realidad”.

La cuestión es si verdaderamente existe otra cosa que la realidad virtual. Con esta pregunta desconcertante estamos confrontados cada vez más en la actualidad. Cuando desaparece la oposición entre apariencia y ser, entonces es indiferente si decimos que todo es real o todo es apariencia. “Esse est percipi”, decía George Berkeley. Y David Hume: “We never advance one step beyond ourselves”. Si vivimos algo entonces es algo que hemos vivido precisamente nosotros. Transcurre dentro de nosotros. Si tal vez es originado de alguna manera desde el exterior, no somos capaces de averiguarlo. Incluso la idea de algo externo es a su vez solo una idea que toma prestada su metafórica de circunstancias espaciales que conocemos. Y también la idea de otro fuera de nosotros, la idea de algo que existe fuera de nuestro pensamiento mantiene, a pesar de todo, nuestra idea. La filosofía del siglo XIX ha traído y llevado esta reflexión hasta la saciedad.

(1) Se denomina escuela eleática a la corriente filosófica de la Antigua Grecia que surgió en los siglos VI-V a. C. y sostiene que las cosas sensibles son en su esencia una única sustancia inmutable. La escuela toma su nombre de la ciudad de Elea (sur de Italia), una de las colonias griegas de la Magna Grecia, donde nacieron y vivieron los filósofos Parménides y Zenón, si bien también se consideran eleatas o eleáticos a Jenófanes de Colofón y a Meliso de Samos. Extraído de https://es.wikipedia.org/wiki/Escuela_eleática