Segundo fragmento del texto de Robert Spaemann titulado Realidad como antropomorfismo. Publicado originalmente en alemán como Wirklichkeit als Anthropomorphismus, en el libro de O. G. Bauer (ed.), Was heißt ‘wirklich’? Unsere Erkenntnis zwischen Wahrnehmung und Wissenschaft. Traducido en español para Anuario filosófico (2002) e incluido en el libro de Robert Spaemann: Ética, política y cristianismo (Palabra, Madrid, 2007) páginas 189-212. Documento extraido de Anuario filosófico Universidad de Navarra, volumen 50 (1), abril 2017, páginas 171 a 188, link: https://revistas.unav.edu/index.php/anuario-filosofico/issue/view/444
Experiencias oníricas
La cuestión es si verdaderamente existe otra cosa que la realidad virtual. Con esta pregunta desconcertante estamos confrontados cada vez más en la actualidad. Cuando desaparece la oposición entre apariencia y ser, entonces es indiferente si decimos que todo es real o todo es apariencia...
continuación
El desarrollo de la técnica a finales del siglo XX lleva a cabo esta reflexión en la práctica. La simulación técnica no solo suplanta la realidad, pretende revelar su esencia. Los constructos cibernéticos ya no imitan solo lo vivo, pretenden explicarnos lo que es la vida. Que no es más que esta simulación. El onanismo o el cibersexo ya no son solo un sucedáneo de placer; se presentan como la cosa misma. “We never advance one step beyond ourselves”. Ciertamente estamos construidos de tal manera que necesitamos al otro para nuestra felicidad. Pero, como para cualquier interpretación funcional, también para esta es válida la consecuencia: abre el margen para equivalencias funcionales. Una simulación del otro también hace sus veces. Si es perfecta, es el otro.
¿Pero lo es de verdad? ¿No existe un criterio para poder distinguir lo real de lo no real? ¿No existe una diferencia? Por supuesto que existe naturalmente una diferencia y es incluso la más importante de todas las diferencias. ¿Y un criterio? No, no existe. Pues la realidad no es, como decíamos, una propiedad. Max Scheler opinó que lo real se hace perceptible para nosotros a través de la resistencia. La experiencia de la realidad sería una experiencia de la resistencia. Pero no es cierto. También en los sueños experimentamos resistencia, amenaza, dominación. Y existen sueños en los que tenemos la conciencia refleja de no soñar, en los que hasta nos convencemos a través de experimentos empíricos de que no soñamos. A veces incluso el despertar es soñado. Soñamos que hemos soñado y que ahora nos despertamos. Ningún criterio, sino solo el despertar otra vez nos da una certidumbre sin criterio de que ahora estamos realmente despiertos. Y esto no cambia tampoco el hecho de que en el sueño tuvimos la misma certidumbre. La duda que deducimos de ello permanece puramente teórica. Es decir, no es una duda, sino solo la constatación de que nuestra certidumbre no se apoya en un criterio.
Por cierto, también existe el contrario, a saber, la duda de la realidad de lo soñado en el mismo sueño. Cuando tenía cinco años en sueños me perseguía una bruja. Corría detrás de mí en una calle del pueblo. Corrí lo que pude. La distancia se redujo constantemente. De repente me acordé que mi madre me había dicho que no había brujas. Mi madre decía siempre la verdad. Así le creí más que a las apariencias y mi conclusión fue: la bruja tiene que ser soñada. Solo debo tratar de despertar antes de que la bruja, cuyo aliento ya noto, me coja. Confiando en la palabra de mi madre me arrojé a la calle, di vueltas de un lado a otro y me desperté. No era un criterio empírico lo que hizo que la bruja fuese irreal. Era un acto de fe que hizo que me arriesgara a considerarla como irreal.
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