Cuerpo y alma
El homme naturel originario reposa en sí mismo y no hay ningún motivo ni derecho para arrancarlo del seno de la naturaleza. Pero, a la inversa, tampoco hay ninguna medida "natural" para juzgar las maneras y formas de vivir del hombre, una vez que éste ha alcanzado una existencia histórico-personal. Persona y naturaleza se han convertido en lo inconmensurable por antonomasia. En ningún sitio puede verse tan claramente como en Rousseau la "doble verdad" de la antropología moderna.
Ahora bien, este dualismo antropológico no es meramente una contingencia en la historia del pensamiento. Se basa, por una parte, en la estructura de la experiencia que el hombre tiene de sí mismo y que, de una u otra forma, ha estado siempre presente. En las formas más arcaicas de la existencia del hombre, ya hay algún tipo de distinción entre el cuerpo y el alma. Y cuando Aristóteles supera esa distinción al entender el alma como forma corporis, introduce con ello un nuevo dualismo: el nous poietikos, el principio de inteligibilidad no es en sentido propio una parte del alma humana, sino que se introduce "desde fuera", como lo "único divino" del hombre (11). Sólo él es "inmortal y eterno" (12), ni el hombre ni su alma individual. De este modo, según la Etica a Nicómaco, la actividad de la razón en la vida teórica, contemplativa, cabe más bien llamarla divina que humana.
Ya los comentadores antiguos se ocuparon con el problema de esta forma de dualismo y propusieron diversas interpretaciones. Tomás de Aquino realizó un gran esfuerzo por superar ese dualismo, representado en su época por la figura de Averroes. La doctrina cristiana de la inmortalidad o resurrección individual -así como también la doctrina islámica de la época- hacía necesario defender la unitas intellectus, individualizar el intellectus agens, -es decir, su consideración no como substantia separata sino como propiedad de la persona individual- para que, en correspondencia, el hombre entero pudiera participar en la intemporalidad e inmortalidad de la razón. Es digno de atención el argumento desarrollado por Tomás de Aquino en su comentario al escrito de Aristóteles sobre el alma. Si el intellectus agens fuera una substantia separata, entonces el hombre "no estaría suficientemente dotado por naturaleza". En ese caso, "no poseería en si mismo los principios para desarrollar la actividad del conocimiento..." Por eso,'''la perfección de la naturaleza humana exige que ambas -la razón activa y la razón pasiva- estén en el hombre" (13). El maestro Eckhart acuñó más tarde para ello la fórmula de que "la cumbre del espíritu" no es Dios sino una facultad del hombre, pero "una facultad del alma de tal tipo que si el alma lo fuera enteramente, el alma sería Dios" (14).
El dualismo antropológico que Santo Tomás trata de superar aparece, no obstante, en otro lugar, y conduce al concepto de lo "sobrenatural", frente al cual incluso la razón debe ser asignada a la "naturaleza". Y esto ocurre al tratar del fin último del hombre, la forma más alta de su autorrealización, la eudaimonia. * Santo Tomás defiende aquí de nuevo la doctrina cristiana según la cual la felicidad perfecta consiste en la visio Dei y el hombre no puede alcanzar este fin "per sua naturalia", porque trasciende por principio los limites de una facultad finita. El propio Santo Tomás trae a colación contra esta tesis la objeción que, en el fondo, repite su propio argumento contra Averroes: "natura non deficit in necesariis".
Pero ¿qué es más necesario que alcanzar el fin último? Los animales están suficientemente dotados por naturaleza para alcanzar su respectivo telos. ¿Por qué no el hombre? La respuesta a dicha objeción encierra un argumento antropológico central: "la naturaleza no le falla al hombre en las cosas que son necesarias, pues, aunque no le haya dado las mismas armas y defensas que a los animales, le ha dado la razón y las manos por las que puede adquirir tales cosas; no le ha fallado en lo que es necesario, pues aunque no le ha dado facultad alguna para conseguir la felicidad, lo que era imposible, le ha dado el libre albedrío mediante el cual puede dirigirse a Dios, para que le haga feliz". (15) Y a continuación añade una cita de Aristóteles: "lo que podemos a través de nuestros amigos es como si lo pudiéramos por nosotros mismos" (16).
(11) Aristóteles, De gen. anim., 736 b.
(12) Aristóteles, De anima, 430 a.
(13) Tomás de Aquino, In Arist. De anima, 111, 10.
(14) Meister Eckhart Pred. 14, en J.Quint, Meister Eckhart. Deutsche Predigten und Traktate, 1963, p. 221.
(15) Tomás de Aquino, Surnma Theologica, 1-11, V, 5 ad 1.
(16) Cfr. Etica a Nicómaco, loco cit.
(12) Aristóteles, De anima, 430 a.
(13) Tomás de Aquino, In Arist. De anima, 111, 10.
(14) Meister Eckhart Pred. 14, en J.Quint, Meister Eckhart. Deutsche Predigten und Traktate, 1963, p. 221.
(15) Tomás de Aquino, Surnma Theologica, 1-11, V, 5 ad 1.
(16) Cfr. Etica a Nicómaco, loco cit.
*Eudemonía (en griego, εὐδαιμονία, eudaimonia) o plenitud de ser es una palabra griega clásica traducida comúnmente como “felicidad”. Aristóteles lo entendió como ejercicio virtuoso de lo específicamente humano, es decir, la razón.
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