El lenguaje del arte
Decimosexto fragmento de la conferencia de Robert Spaemann: ¿Qué significa el arte imita la naturaleza? recogido de dspace.unav.es/bitstream/10171/8633/1/REV_2_04.pdf
Rumbo incierto
…el ser en sí de la obra de arte siempre es solamente un "ser en sí para nosotros", un ser en sí ficcional. Y la transcendencia que postula es una transcendencia inmanente, que sólo finge ser la auténtica…
(continuación)
Ahora bien, la obra de arte puede ser un segmento cualquiera del mundo. Lo que transforma este segmento en obra de arte es, como en el caso del Urinoir de Marcel Duchamp, sólo el marco y el saber que este marco fue puesto por un hombre alrededor de este segmento con la intención de transformar este segmento en una cosa que no pertenece a nuestro mundo de la vida, sino que funda ella misma, como todo lo vivo, un contexto de significación. La obra de arte siempre es una obra de pura poiesis. Incluso cuando tematiza lo práctico se sale de la relación con la praxis y se convierte en un objeto de comportamiento puramente contemplativo.
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Marcel Duchamp |
Sin embargo, para muchas obras de arte contemporáneo es válido que este comportamiento contemplativo ya no posea el carácter de un "placer desinteresado” espontáneo. Muchos de estos objetos no son formas producidas que podemos pensar como resultado de procesos teleológicos; por tanto, como cuasinaturaleza. Aquí el arte no imita a la naturaleza como causa, sino como azar. No se puede saber de antemano si algunos utensilios de limpieza amontonados en un museo son objetos que casualmente se han juntado o bien partes de la exposición y que, por consiguiente, no pueden ser utilizados para la limpieza. Se entera uno a través de una inscripción adjunta.
A mi modo de ver, ello se debe al hecho de que la cosmovisión cientificista predominante ha hecho desaparecer el análogo de la imitación de la naturaleza, a saber, una naturaleza entendida teleológicamente. La naturaleza sólo podía ser imitada por el arte porque ella misma se había pensado según la analogía del arte. Pero el telos de los procesos naturales era la producción de realizaciones específicas de una especie. Todas las producciones específicas de una especie se han convertido ahora en fases transitorias de un proceso evolutivo sin meta. A él corresponden unas artes plásticas que ni aspiran a una configuración ni intentan borrar las huellas de la producción tan limpiamente como lo hace la naturaleza al producir una flor.
Ahora es al revés: importa la work in progress cuyas huellas se trata precisamente de documentar. Es más, la obra a menudo no es otra cosa que la documentación de su fabricación. Lo que imita el arte no es la physis como forma, sino la naturaleza como proceso en el que lo producido sólo son estadios en el devenir y a la que puede aplicarse la frase de Goethe: "Nunca se llega más lejos que cuando se ha olvidado hacia dónde lleva el camino".
Pero no quisiera terminar sin dirigir su atención sobre el hecho de que las artes plásticas en algunos de sus representantes actuales vuelven a enfrentarse de una manera radical y a su vez paradójica con la paradoja de la transcendencia ficcional. Lo hacen de una manera que pone en tela de juicio la definición tradicional del arte mismo.
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