Ser en sí por contemplación
(continuación)
Una imitación por muy perfecta e indiferenciable del original que sea, allí donde no se declara como copia, es una falsificación reprobable porque, al parecer, no se trata de la imagen como imagen, sino del cuadro como objeto real, del "aura" de la imagen como la llamó Walter Benjamín. Lo que simboliza esta imagen ya no es la realidad de las cosas, sino la realidad de un autor. Por un lado, la obra de arte pierde la proximidad al símbolo real del sacramento y simultáneamente se convierte en una especie de parodia naturalista del sacramento, ya que la validez de éste depende del hecho de que el que lo administra sea legitimado por una sucesión que lo vincula a través de una cadena real con el fundador. El arte que no simboliza la realidad del physei on se vuelve reflexivo. Se convierte él mismo en la realidad que representa.
Las más recientes formas del arte no quieren producir ni la apariencia subjetiva de aquello que muestra la naturaleza ni producir una segunda vez la naturaleza que se muestra Ahora bien, lo que permite que sigan siendo todavía imitación de la naturaleza, que produzcan cosas como segmentos de la realidad, es el que están sustraídas al uso, a la "asistencia humana", y que a través de su marco visible o invisible son algo "en sí", o mejor dicho, que se pretende que las concibamos como algo en sí. Porque el ser en sí de la obra de arte siempre es solamente un "ser en sí para nosotros", un ser en sí ficcional. Y la transcendencia que postula es una transcendencia inmanente, que sólo finge ser la auténtica, —L'art ou la feinte passion se titula un hermoso libro de Nicolás Grimaldi—.
Nicolas Grimaldi |
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