miércoles, 19 de diciembre de 2018

El horizonte de las consecuencias

Cuarto fragmento del capítulo V: Convicción y responsabilidad o ¿el fin justifica los medios? del libro de Robert SpaemannÉtica: cuestiones fundamentales

Reflexiones utilitaristas (I)


Con frecuencia se aduce... que el sopesar los bienes o valores es la manera habitual de comportamos moralmente; pero esta consecuencia es falsa. El utilitarismo que la defiende es insostenible desde diversos puntos de vista. Esto es lo que pretendemos demostrar en las reflexiones siguientes.


(continuación)



El utilitarismo choca en primer lugar con la complejidad y el carácter imprevisible de las consecuencias a largo plazo que tienen nuestros actos. Si debiéramos atender al conjunto de las consecuencias de nuestros actos nunca actuaríamos antes de un sincero cálculo. La disminución de la mortalidad infantil en los países pobres tiene a menudo consecuencias catastróficas a largo plazo, pero a la vez da la impresión de mejorar el conjunto de las condiciones de vida; si lo logra o no, es una cuestión abierta. Pero, ¿quién puede juzgar lo que prevalece al final? Nadie podría actuar si antes hubiera de llegar a un tal juicio.

Y al contrario, el bien, con frecuencia, es el resultado a largo plazo de un mal. Jesús afirmó expresamente que la traición de Judas no se justificaba porque fuera efectivamente un medio para la salvación de la humanidad. Todo crimen quedaría justificado si quien lo perpetra persigue un fin que hace bueno ese medio. Por lo demás, nos encontramos aquí con una dialéctica completamente singular. Una ética radical de responsabilidad en el sentido de Max Weber no es en realidad otra cosa que la ética radical de la convicción. Según ésta, no se puede juzgar un acto por sí mismo, sino que hay que tratar de comprender cuál es la convicción, la intención del agente, la manera y el fin de la historia, tener todo ello en cuenta, y absolverle, de acuerdo con esa convicción, de los actos que normalmente se tienen por un crimen. La ética de convicción se entiende a sí misma como ética radical de la responsabilidad. La verdad es que andamos a tientas en lo que concierne al conjunto de las consecuencias, y si la moralidad de nuestro comportamiento dependiera de ese juicio, deberíamos decir con Hamlet: ¡Ah, que yo venga al mundo para arreglarlo! 


El segundo argumento es el siguiente: el utilitarismo entrega el juicio moral del hombre corriente en manos de la inteligencia técnica de los expertos; las normas morales se hacen técnicas ya que, según el utilitarismo, no se puede ver, en ella misma, la cualidad moral de la acción, sino que se requiere tener presente la función universal de su utilidad; y obtener ésta es cosa de los expertos que se reconocen a sí mismos como tales. 

Cuando en el nazismo se mandó a las juventudes de las SS matar a los niños judíos, pudo removerse la conciencia de muchos. Para hacerla callar se la degradó con teorías como aquélla de que la existencia de los judíos era, en su conjunto, dañina para la humanidad. Aceptemos que el hombre es tan necio, o que puede cegarse hasta no comprender la falta de sentido de esta teoría. Lo que en cualquier caso debería haber conservado era la sencilla idea de que no se pueden matar niños inocentes. Pero el utilitarismo no permite que tengan vigencia ideas tan sencillas; pone la conciencia bajo la tutela de ideólogos y tecnócratas.

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