lunes, 10 de diciembre de 2018

Exigencias de la benevolencia

Segundo fragmento del capítulo V: Convicción y responsabilidad o ¿el fin justifica los medios? del libro de Robert SpaemannÉtica: cuestiones fundamentales

Dicotomía de Weber


Hacer justicia al hombre y a la realidad va más allá de la justicia. Exige dos cosas distintas: conocimiento y amor. Sin saber qué es el hombre ni qué le hace bien, actuaremos en falso...  Amor significa aquí tanto como benevolencia, querer dar al otro lo que es bueno para él. Y tal benevolencia se dirige no sólo a los hombres, sino a todo lo viviente...


(continuación)



Ahora bien, se plantea la siguiente cuestión: ¿qué exige esa disposición general de hacer justicia a la realidad, particularmente a la realidad de los demás hombres? ¿Qué exige la benevolencia sin la que no existe vida buena? ¿Qué medida, más allá de la justicia, hemos de satisfacer para ser buenos? Hay aquí, desde hace tiempo, una controversia filosófica a la que debemos ahora dedicarnos. El gran sociólogo Max Weber ha caracterizado las dos posiciones -a su modo de ver irreconciliables- como ética de convicción y ética de responsabilidad.

Entendía por ética de responsabilidad la actitud de una persona que, en sus acciones, considera el conjunto de las previsibles consecuencias, y se pregunta cuáles son -desde el punto de vista del contenido de valor de la realidad- las consecuencias mejores en conjunto, y entonces actúa en consecuencia; y eso aunque tenga que realizar lo que, aisladamente considerado, deberíamos considerar como malo. Según Weber, actúa responsablemente el médico que, por ejemplo, no dice la verdad sobre su salud a un paciente porque teme que no soporte la verdad; responsablemente actúa el político que fortalece el potencial de guerra, incluso la disposición para conducir la guerra en caso necesario, con el fin de conseguir un efecto disuasorio y reducir así las posibilidades de guerra.


Según la ética de convicción, por el contrario, actúa el pacifista que no está dispuesto a matar en ninguna circunstancia, tampoco incluso si la extensión de la idea pacifista aumenta de un lado el peligro de guerra. Argumenta que si todos fueran pacifistas, no habría guerra y que, en definitiva, alguien tiene que empezar alguna vez. Y frente al argumento de que el pacifismo no progresa y se hace general, sino que lo que se logra así es debilitar las propias posiciones, de modo que se provoca un enemigo potencial, responde que eso no es culpa suya; aun cuando fuese muerto, no querría al menos participar en ello.

Max Weber piensa que se trata de posiciones extremas y que su oposición no puede dirimirse con argumentos; él se inclina a designar la ética de la política como ética de responsabilidad, y la ética de los santos como ética de convicción, desconociendo ciertamente el hecho de que, aunque raramente, ha habido políticos a la vez santos y con éxitos políticos. 

En la Ética actual se debate a menudo el problema bajo el lema de la oposición entre moral deontológica y teleológica. Deontológica es denominada la moral que llama buenos o malos ciertos comportamientos en general y sin tener en cuenta las consecuencias; y teleológica aquella otra que deduce el valor de las acciones del que revista el conjunto de las presuntas consecuencias. A la moral teleológica o ética de la responsabilidad se le llama también utilitarismo


Hegel
La alternativa ética de convicción-ética de responsabilidad, lo mismo que la alternativa deontología-utilitarismo, contribuye más bien a oscurecer las cosas de que se está tratando. Ante ella, se acuerda uno de las palabras de Hegel: "el principio que lleva a despreciar las consecuencias de los actos y el que conduce a juzgarlos por sus consecuencias, convirtiéndolas en norma de lo bueno y de lo malo, son, por igual, principios abstractos".


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