viernes, 23 de agosto de 2019

Pluralismo ético

Tercer fragmento de la Introducción a R. Spaemann: Das gute Leben Ethiklesebuch titulado ¿Qué es la ética filosófica? -en alemán Was ist philosophische Ethik?- de 1987. El texto completo está incluido en el libro de la editorial Eiunsa Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar


Juicios morales contradictorios


La reflexión filosófica apunta, como decía, a la unidad, y lo hace en un triple sentido:

1. Intenta que nuestros propios sentimientos, experiencias y juicios morales, en un principio a menudo dispares, formen un conjunto coherente; intenta hacerlos mutuamente útiles para su comprensión.

2. Trata de poner en conexión los sentimientos, experiencias y juicios morales de diferentes hombres de distintas épocas y culturas para calibrarlos, relacionarlos y compararlos entre sí.

3. Trata de comprender los fenómenos que calificamos de morales, y que de una u otra manera tienen que ver con las palabras «bueno» y «malo», como algo que tiene su origen en un fundamento común, y trata de identificar dicho fundamento.

continuación


Desarrollo del punto 2 (primera parte)



Más dramática aún es la situación cuando entran en contacto diversos grupos humanos o culturas cuyas convicciones morales son en esencia divergentes. Esa experiencia de un pluralismo ético de facto es también lo que estaba al comienzo de la ética filosófica. A diferencia de una «metaética» * de tipo histórico, sociológico, psicológico o etnológico, que simplemente toma nota de esa pluralidad como un dato último, la filosofía era el intento de autoafirmación de la inmediatez moral frente al relativismo que esa experiencia sugería.

El metaético ha de olvidar sus propias convicciones morales cuando estudia las de otros; de lo contrario se enfrentará al siguiente dilema: o bien convierte -consciente o inconscientemente- sus propias convicciones en la norma con arreglo a la cual medirá las demás convicciones, sin dar razón de por qué precisamente sus convicciones tienen que ser las mejores, o bien renuncia de forma expresa a hacerlo e incluye sus convicciones en la objetivación científica. De ese modo se ha convertido subrepticiamente en relativista; esto es, ha sacrificado su propia convicción. Ya no hay para él bueno y malo, sino sólo opiniones sobre lo bueno y lo malo. Al dar este paso ha hecho algo paradójico: se ha apartado de aquellos a quienes pretendía hacer justicia mediante su relativismo, de forma más radical que si hubieran tenido una disputa. Pues ha abandonado aquello que le unía a ellos: la esencial incondicionalidad de toda convicción moral. Y eso sin fundamentación alguna.

Sin embargo, el relativismo ético, puesto que se aleja de la experiencia moral original, precisa de fundamentación. Y la apelación a la pluralidad fáctica de las convicciones morales no es tal fundamentación. De esa misma observación se puede extraer una conclusión completamente diferente, a saber, la de la ética filosófica. Precisamente porque observaron que pueblos diferentes tienen costumbres diferentes se plantearon los griegos del siglo V a. C. la cuestión acerca de los criterios para distinguir costumbres mejores y peores. Al discutir con otros sobre lo correcto compartían con ellos la convicción de que existe lo correcto, mientras que el relativista abre un abismo radical entre él y aquéllos sobre los que habla. Puede aún hablar sobre ellos, pero no puede ya hablar con ellos.

Y es que los juicios morales no pueden coexistir tranquilamente unos con otros como simples juicios de gusto. Pues en su caso no se trata de la mera constatación de que algo me gusta o no me gusta, sino de un juicio sobre determinados modos de actuación en sí mismos. Quien rechaza la tortura no quiere decir que él personalmente no torturaría a nadie, o que la tortura es dolorosa para el torturado (lo cual no ignora el torturador). Lo que quiere decir es que quien tortura o hace torturar actuaría mejor si no lo hiciera, quiere decir que éste hace algo malo. Así, mientras que la frase «Me gustan las espinacas» no contradice la constatación de otra persona que dice «No me gustan las espinacas», los juicios morales sí pueden entrar en contradicción unos con otros. El hecho de que a otro le parezca moralmente bueno algo distinto que a mí supone por tanto un reto. Quien se sustrae a él mediante la huida hacia el relativismo sacrifica el fenómeno mismo de lo moral.

*Metaética: Hume definió el tipo de filosofía moral denominada con frecuencia como metaética, como aquella que consiste en el estudio del lenguaje moral, su significado, su función y certeza... La metaética no ofrece consejo moral a nadie, no se atreve a dar ese paso; su objetivo es el análisis de los enunciados morales y de su significado. Su punto de partida es el examen de la diferencia entre el “es” y el “debe ser”, o de la posibilidad o imposibilidad de tender puentes entre “es” y “debe”. Por el contrario la ética es el estudio del “contenido” de los enunciados morales. La metaética, pues, no es normativa. Fuente: https://glosarios.servidor-alicante.com

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