El hecho de que en nuestra civilización el «principio de responsabilidad» (1) haya obtenido una creciente relevancia moral está estrechamente relacionado con cuatro factores:
1) la creciente complejidad de las condiciones de vida; 2) la diferenciación recíproca de los distintos subsistemas sociales;
3) la creciente capacidad de la ciencia de prever cuáles serán los resultados de la acumulación a largo plazo de las consecuencias de la acción humana, y, por último,
4) la rápida modificación del marco de condiciones del actuar humano (2).
1. La creciente complejidad de las condiciones de vida humanas lleva a que la correcta respuesta a las mismas exija márgenes de discrecionalidad para un número cada vez mayor de agentes. El modo correcto de actuar dentro de los mismos presupone que el agente no sea empleado solamente como un medio para un fin, sino que él mismo esté informado sobre los fines y posea los conocimientos y aptitudes necesarias para perseguirlos.
Que hoy en día, por ejemplo, en el ámbito militar hacer la instrucción haya pasado a un segundo plano está directamente relacionado con el hecho de que la guerra moderna no necesita las ruedas dentadas de un mecanismo de precisión, sino soldados que estén en condiciones de solucionar problemas de modo independiente. En situaciones complejas hay que poder tomar decisiones que supongan alterar el curso de acción prefijado. Pero eso es algo que sólo puede hacerlo quien posea los correspondientes conocimientos y aptitudes.
Y, sin embargo, en la actualidad la responsabilidad de gran parte de la población se va reduciendo constantemente. Las mujeres que limpian las salas y pasillos de nuestra Facultad tienen menos responsabilidad que las señoras de la limpieza de antaño. Se limitan a ejecutar los movimientos que se les ordena. Formular su ethos profesional con categorías tomadas del concepto de responsabilidad sería cinismo.
2. La diferenciación recíproca de los subsistemas sociales tiene por consecuencia que cada vez más personas se vean obligadas a desempeñar varios papeles. Los papeles prefijan determinados modos de comportamiento. Pero la coordinación de diferentes papeles exige decisiones que a su vez no están pre-programadas como comportamiento conforme a un rol. En la democracia, por ejemplo, un funcionario tiene que cumplir leyes y reglamentos. Al mismo tiempo, en cuanto ciudadano le toca –junto a otros muchos ciudadanos- la tarea de su posible modificación.
3. La técnica moderna ha hecho que el actuar humano haya llegado a ser extraordinariamente eficiente. La naturaleza, en cuanto reserva de materias primas y vertedero de los residuos de nuestra manera de vivir, ya no está en condiciones de neutralizar las repercusiones del actuar humano y equilibrarlas. Además, la ciencia nos instruye con creciente minuciosidad sobre las consecuencias del actuar humano acumulado.
Si hoy cada vez son más frecuentes las alertas porque se han rebasado los niveles máximos de contaminación tolerable, ello se debe a que nuestra capacidad de realizar las correspondientes mediciones va mejorando constantemente. Antes, el agujero de ozono ni siquiera se había detectado. Ahora tenemos conjeturas bien fundadas sobre su estrecha relación con el uso de compuestos clorofluorcarbonados.
«Ojos que no ven, corazón que no siente», dice el refrán. El mayor alcance de nuestro actuar, por un lado, y nuestro mayor conocimiento de las consecuencias acumuladas del actuar humano, por otro, hacen que nuestra responsabilidad se extienda a campos en los que antes el hombre no se sentía responsable, por ejemplo la conservación de la biosfera.
4. El incremento exponencial de la velocidad con que se modifican nuestras condiciones de vida hace difícil confiar en un cierto repertorio fijo de esquemas de acción propios y ajenos. La máxima de Goethe «Limítate a hacer rectamente lo que te incumbe, y el resto se hará solo» (3), presupone un sistema estable de expectativas de acción recíprocas.
Pero ¿que es «hacer rectamente lo que le incumbe» en el caso de un soldado que tiene que habérselas con modernos medios de destrucción masiva, o en el de un médico que tiene que enfrentarse a posibilidades de fecundación in vitro, de manipulación genética, de trasplante de órganos y de prolongación técnica de la vida que exceden toda medida humana? La conducta que adoptar frente a todas esas posibilidades no está suficientemente pre-programada por el ethos tradicional del soldado o del médico.
Además, para los antiguos era regla probada que en caso de duda sencillamente se debía omitir toda acción que pudiese ser incorrecta. A esa regla le subyacía la idea de que el mundo es un cosmos estable que llega siempre al equilibrio, tanto si nosotros actuamos como si no, tanto si actuamos de un modo como si actuamos de otro modo diferente (4).
En un mundo que se comprende a sí mismo como historia, y así pues como proceso, tanto el actuar como el no actuar parecen tener consecuencias para el transcurso de ese proceso. Quien en unas elecciones no vota, no por ello queda a salvo de cualquier responsabilidad moral, sino que, como suele decirse, está votando al partido que gane. Dado que no existe ningún mal que sea tal que no exista otro mayor, no parece existir acción alguna que deba ser denominada «mala» en todas las circunstancias. En determinadas circunstancias podría ser el mal menor, como cuando el resultado de su omisión sea peor que el resultado de su ejecución.
Probablemente se pueda añadir otros factores a los mencionados. Todos ellos tienen por efecto común que el fenómeno específicamente moral de la responsabilidad se ha convertido en el modelo de interpretación de la moralidad en cuanto tal. Con todo, la orientación exclusiva de la ética por el concepto de responsabilidad tiene también un rasgo de ideología burguesa. Deja totalmente fuera de consideración el ethos de las clases inferiores, por ejemplo el ethos de quienes no asisten a academias católicas o evangélicas.
(1) Confrontar Hans Jonas: El principio de responsabilidad
(2) Confrontar Franz-Xaver Kaufmann: Über die soziale Funktion von Verantwortung und Verantwortlichkeit (1989). En Ernst-Joachim Lampe (Ed): Verantwortlichkeit und Recht (Jahrbuch für Rechtssoziologie und Rechtstheorie, volumen 14). Opladen: Westdt. Páginas 204-224.
(3) Johann Wolfgang von Goethe: Sprüche, volumen 1, página 314 (Hamburger Ausgabe)
(4) Confrontar Tomás de Aquino: Questio disputata de malo, 6 y Robert Spaemann: Neberwirkungen als moralisches Problem. En Zur Kritik der politischen Utopie, Stuttgart, 1977, página 172