Cuarto y último fragmento del artículo publicado con el título Verantwortung als ethischer Grundbegriff. Extraído del trabajo Christliche Verantwortungsethik, editado por Johannes Gründel, Leben aus christliche Verantwortung. Ein Grundkurs der Moral. 1. Grundlegungen, Düsseldorf, 1991, pp. 113-133. Reproducido en español en Límites: Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 15
Actuar creativo
...la orientación exclusiva de la ética por el concepto de responsabilidad tiene también un rasgo de ideología burguesa. Deja totalmente fuera de consideración el ethos de las clases inferiores, por ejemplo el ethos de quienes no asisten a academias católicas o evangélicas.
continuación
¿Puede interpretarse la comprensión cristiana de la ética en categorías de responsabilidad? La idea de la interpretación del comportamiento moral como asunción de responsabilidad tiene, sin duda, profundas raíces bíblicas. El primer lugar de la Sagrada Escritura en el que se tematiza lo moral es la historia de Caín y Abel. En nuestro contexto es de interés la pregunta que Dios dirige a Caín después de que éste haya asesinado a su hermano. Dios no pregunta a Caín si ha transgredido algún mandamiento, sino que le pregunta: «¿Dónde está tu hermano?» (Génesis, 4, 9). Y es significativo que la respuesta de Caín no consiste en negar un crimen –del que, por otra parte, en ese momento no se le han pedido cuentas- sino más bien en rechazar la responsabilidad: «¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?». Es decir, ¿tengo acaso que saber dónde está?
De dos maneras se describe ahí lo moral como responsabilidad: en primer lugar, como responsabilidad por alguien, y en segundo lugar como responsabilidad ante alguien. Caín tiene responsabilidad por su hermano. Su hermano le ha sido confiado a él; no sólo no le es lícito matarlo, sino que se le exige que sepa dónde se encuentra Abel. Ahora bien, la responsabilidad por su hermano no es primariamente responsabilidad ante su hermano. Y es que a la responsabilidad ante un hombre podemos sustraernos matándolo. Pero, como se dice en nuestro texto, la sangre de Abel clama a Dios. Por ello, el asesinato no elimina el «ante quien» de la responsabilidad, porque ese «ante quien» no puede ser eliminado en modo alguno. Y a aquello que no puede ser eliminado en modo alguno lo llamamos Dios. «Guardián de mi hermano»; esta expresión es la clave de una ética cristiana de la responsabilidad.
El Nuevo Testamento presenta de múltiples maneras la vida del cristiano bajo el aspecto de una administración que debemos ejercer nosotros mismos, pero de la que hemos de rendir cuentas. Esto es lo que sucede en la parábola del administrador infiel (Lucas, 16, 1 y ss.), o en la parábola de los talentos, en la que se exige del administrador del patrimonio más que la devolución puntual del capital que hubiese debido invertir (Lucas 19, 11 y ss.) O en la del buen samaritano: ve el estado de necesidad y asume inmediatamente la dirección de las medidas destinadas a su superación, llegando a prestar la fianza por los posibles gastos adicionales que deba afrontar el dueño de la posada (Lucas 10, 30 y ss.).
Decisiva para la idea de la responsabilidad propia me parece esta frase de Cristo recogida en el evangelio de san Juan: «Ya no os llamo siervos, sino amigos, pues el siervo no sabe lo que hace su señor» (Juan 15,15). Si ponemos esto en relación con el hecho de que Jesús resume sencillamente la ley en el mandamiento de amor a Dios y al prójimo, bien podemos entender sus palabras así: el siervo cumple órdenes cuyo sentido y finalidad desconoce. Por ello no posee posibilidades de variación ni márgenes de decisión. El amigo ha entendido la decisión del señor. Por ello puede actuar responsablemente. Se le faculta para un actuar creativo. Su actuar ya no se descompone en, por un lado, la persecución de intereses propios y, por otro, a modo de límite, el respeto de normas y el cumplimiento de deberes, de deberes que limitan esa persecución de intereses. El actuar tiene, más bien, un mismo origen: el amor.
La esencia de la ética cristiana no es un código de normas legales, sino la asunción positiva de la responsabilidad por los bienes que estaban protegidos por la ley y que ahora se le confían al hombre positivamente. Esta responsabilidad es sobre todo responsabilidad positiva de unos por otros.
Para elegir un ejemplo de la historia reciente: la mayor parte de los alemanes dicen, probablemente con cierto derecho, que no sabían qué estaba pasando con los judíos. Pero eso ¿no es precisamente una autoinculpación? Pues ¿no habrían tenido que preguntar tras la deportación de los judíos: «¿Dónde está mi vecino?, ¿dónde está mi conciudadano alemán?». ¿No habrían tenido que preguntar los alemanes cristianos: «¿Dónde está mi hermano?». Lo digo con cierto temor, porque cada vez es más fácil valerse del pretexto de la autocrítica para golpear en el pecho ajeno, sobre todo en el de las generaciones que nos precedieron. He elegido ese ejemplo porque debido a la distancia que hemos alcanzado resulta bastante evidente para todo el mundo.
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