Décimo fragmento del texto de Robert Spaemann titulado Realidad como antropomorfismo. Publicado originalmente en alemán como Wirklichkeit als Anthropomorphismus, en el libro de O. G. Bauer (ed.), Was heißt ‘wirklich’? Unsere Erkenntnis zwischen Wahrnehmung und Wissenschaft. Traducido en español para Anuario filosófico (2002) e incluido en el libro de Robert Spaemann: Ética, política y cristianismo (Palabra, Madrid, 2007) páginas 189-212. Documento extraido de Anuario filosófico Universidad de Navarra, volumen 50 (1), abril 2017, páginas 171 a 188, link: https://revistas.unav.edu/index.php/anuario-filosofico/issue/view/444
El ser inerte
La vida consciente es vida plena, por tanto, plena realidad. La vida inconsciente conserva un momento de indeterminación como los sentimientos inconscientes de los cuales se puede decir razonablemente que son menos reales que los claramente conscientes e incluso expresamente. Hay grados de realidad.
continuación
¿Pero qué pasa con el ser inferior a la vida? Un ser de esta índole se da en primer lugar dentro del conjunto de la vida, como medio ambiente, como alimento, como parte de nuestra alimentación, como material para la fabricación de un mundo de lo Zuhandenen [lo que está a mano, al alcance]
como lo llamó Martin Heidegger. Y existe como objeto de la física y la química. Tiene sentido hablar de una realidad de esta materia inorgánica más allá de lo que se nos muestra, por tanto, más allá de su objetividad. Ser y tiempo de Heidegger conoce este más allá solo como forma deficiente de la Zuhandenheit [la propiedad de lo que está a la mano]
. Lo que ha caído fuera de todas las relaciones vitales es lo “solamente presente”.
La categoría del “ser en comunidad” [Mitsein] no se considera aquí. ¿Pero está justificado? El pensamiento arcaico siempre considera el mundo inorgánico también como antropomórfico, por tanto, en análogo al orgánico. En los salmos se convoca al agua y al fuego para que alaben al Creador, san Francisco habla de los hermanos y hermanas al dirigirse a los elementos. Por cierto, siempre se trata de elementos, de cosas naturales, no de artefactos. Los artefactos son objetos, no concriaturas. No es de ninguna manera ser un coche, por tanto, un coche no puede alabar a Dios. A lo sumo, el hombre puede dar las gracias por ello.
En la liturgia de la Iglesia católica se canta en la noche de pascua al bendecir el agua bautismal un largo discurso en el que se apela al agua. ¿Es un vestigio infantil? Es tal vestigio si decidimos considerar la materia inorgánica como irreal, por tanto, como algo que se agota estando a disposición de los seres vivos o como objeto de las ciencias. Si atribuimos al ser material una realidad en el sentido que venimos desplegando entonces le concedemos “ser-con” [Mitsein] y tenemos que admitir respecto de él, junto con el discurso antropocéntrico, también el antropomórfico como el más esencial.
El metafísico tal vez más importante del siglo XX, el matemático y físico inglés Alfred North Whitehead, ha desarrollado en el nivel de abstracción más elevado un discurso antropomórfico de esta índole. No se limitó a los antropomorfismos inconscientes e involuntarios que empleamos en cualquier momento al hablar de cosas, de identidad, de causas, de posibilidades, de movimiento o de inercia, es decir, cuando hablamos de veras. Él sabía que solo podemos hablar per analogiam, cuando se trata de entidades extrahumanas, sea de animales, sea de cuantos. Cuanto más alejado de nosotros, tanto menos podemos decir lo que es el otro miembro de la analogía en sí mismo. Pero ya el hecho de que podamos hablar de un “en sí mismo” es un ejemplo del discurso análogo. Si no sabemos ni siquiera cómo es ser un murciélago, menos aún sabemos cómo es ser una partícula elemental.
Pero Whitehead parte del hecho de que tiene que ser de algún modo, caso de que tengamos derecho de hablar de realidad. La realidad nunca es solo objetividad para sujetos y nunca meramente subjetividad sin contenido. Llamamos real a algo solo si tiene una especie de subjetividad, por muy rudimentaria que sea, y si esta subjetividad tiene un contenido objetivo, si “vive” algo. Expresiones como “tendencia”, “plenitud”, incluso “alegría” en relación con las entidades o acontecimientos reales elementales, las actual entities, como dice Whitehead, tienen que comprenderse naturalmente de tal forma que todo lo psicológico en sentido estricto se mantenga fuera de ellos, todo lo que podemos llenar con figuraciones imaginarias.
En un sentido abstracto y formalizado similar, Leibniz ya había concedido “percepciones” a las mónadas de la especie inferior distinguiéndolas de apercepciones conscientes. ¿Qué significa esto? Apercepciones son efectos vividos. Pero lo que son realmente efectos de algo sobre algo, solo lo podemos pensar cuando partimos de impresiones vividas y entonces procedemos a eliminar la vivencia. Si queremos atribuir realidad a lo existente inorgánico solo podemos hacerlo determinando el ser de este existente como algo similar a la vida, de la que restamos determinados fenómenos característicos de la vida como el metabolismo; así como debemos comprender la vida como vida consciente de la cual restamos la consciencia. El ser real es “ser-con” [Mitsein] o no es real.