Cuarto fragmento de la conferencia de Robert Spaemann titulada Naturteleologie un Handlung, pronunciada en Hannover el 12 de noviembre de 1977 para inaugurar el III Congreso internacional sobre Leibniz . Publicada en Límites: Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 3. El texto completo de la conferencia traducido por Urbano Ferrer en el enlace: https://revistas.unav.edu/index.php/anuario-filosofico/article/view/29974/25870
Del fragmento anterior
El vitalismo se quedó en un mero episodio. El programa antiteleológico tomó la delantera por algún tiempo: incluso se extendió por vía de ensayo al dominio de la acción. En vez de entender la naturaleza teleológicamente por analogía con la acción, el behaviorismo intenta, a la inversa, concebir la acción como un caso de acontecimiento natural no teleológico y dejar de lado por irrelevante la autocomprensión teleológica del agente (un programa que tendría que fracasar, como muy tarde en el momento en que la teoría behaviorista misma sea concebida como acción e interpretada behaviorísticamente).
En busca de la regularidad
Sin embargo, la nueva situación del problema no se caracteriza por el behaviorismo, sino por la genética, la teoría de sistemas y la cibernética. A primera vista es común a estos planteamientos una cierta vuelta a Aristóteles, en la medida en que toman en cuenta sin prejuicios el fenómeno de los procesos dirigidos —en especial, el fenómeno de la persecución obstinada de un mismo objetivo aunque cambie el marco de condiciones—, pero tratan de separar este fenómeno de la idea de una anticipación consciente e intencionada. En lo cual difieren tanto de la teleología teológica medieval como de la antiteleología moderna, pues una y otra sólo pueden pensar el fin como momento de una anticipación intencionada. Pero precisamente por ello estos planteamientos son ambivalentes en su posición respecto del problema teleológico. Pues entienden que no se pueden describir en absoluto determinadas estructuras procesuales sin el recurso a algo así como una tendencia.
Ahora bien, por otro lado, se trata de intentos de describir estas estructuras “teleonómicas”, como se las llama desde Colin Stephenson Pittendrich, como resultado de procesos mecánico-causales. El concepto de “teleonomía”* designaría aquella “azarosa conformidad con el fin”. En tal medida la teoría de sistemas y la cibernética pueden también ser interpretadas como intentos de rematar definitivamente la teleología, puesto que el fenómeno de la conformidad con el fin no es ya meramente descuidado, sino integrado como tal en un esquema explicativo más comprehensivo, no finalista. De este modo, la discusión de los dos últimos milenios y medio ha llegado al mismo punto del que había partido. Los argumentos parecen haberse agotado.
En tales situaciones se asienta la “intentio obliqua”*, y por cierto de una doble manera: mediante el análisis lingüístico y de un modo práctico. Antes de proseguir la discusión sobre la dirección finalista de los procesos naturales preguntémonos qué queremos decir propiamente con palabras como “objetivo” y “fin” en tales contextos. En relación con el hecho de que no haya sido probada ni la existencia ni la no existencia de “causas finales” nos preguntamos por los intereses de la razón al afirmar y al negar tales causas. Pues según cuál sea el interés rector se responde de modo distinto a la pregunta por lo que ha de sostener la carga de la prueba. Y la respuesta a casi todas las cuestiones filosóficas depende, en último término, de decisiones precedentes sobre el reparto de la carga de la prueba. En esta circunstancia se funda lo que se puede llamar el “primado de la filosofía práctica”. Por lo que hace al aspecto analítico del problema, no puedo decir mucho en este lugar. La discusión se ha vuelto en los últimos años tan sutil que no se la puede ya resumir en unas pocas frases. Se caracteriza por la dificultad en encontrar un lenguaje adecuado para los enunciados teleológicos. La dificultad me parece insuperable, en la medida en que los enunciados teleológicos se orienten formalmente por el modelo de los enunciados legales de la especie que nos es usual. Entendemos entonces la teleología como una especie de causalidad invertida, por así decir un “tirar” en vez de “empujar”. Los intentos de este género están condenados a fracasar cuantas veces se emprendan. Pues también los procesos teleológicos siguen siendo procesos causales, o, más exactamente, en haces de procesos causales, y, por cierto, haces a los que atribuimos una identidad específica. Lo cual ocurre por analogía con las estructuras de la acción humana. De aquí que la teleología de la naturaleza sea hermenéutica de la naturaleza. Su meta es comprender, y ello enteramente en el sentido de una especie de fusión de horizontes, de un cumplimiento sucesivo de los procesos naturales.
Entender teleológicamente la absorción de líquido por las plantas significa de hecho comprenderlas por lejana analogía con nuestra visita a las tabernas. La teleología comparte con la hermenéutica el carácter arriesgado de la interpretación y la imposibilidad de dar como prueba predicciones precisas. Los enunciados legales se distinguen de los teleológicos por el hecho de que reconducen lo que a veces ocurre a lo que ocurre siempre. Pero los objetivos no siempre se alcanzan. Si veo a alguien correr a la estación, donde luego no toma ningún tren, sino que saca de una máquina una cajetilla de tabaco, no puedo saber con seguridad, si no se lo pregunto, si corría en busca de los cigarrillos o si ha perdido el tren. Incluso aunque se lo pregunte no estaré seguro de si me dice la verdad. O bien -por tomar otro ejemplo- observemos a los peces que caen en la red: suponemos que quieren liberarse, pero casi nunca lo consiguen (1). ¿Qué significa aquí la interpretación teleológica? Es patente que, a fin de interpretar el movimiento de los peces, lo pone en relación con algo así como a una situación normal bajo el postulado apriórico de una inteligibilidad teleológica de esos movimientos. Nosotros preguntamos: ¿cómo debería estar constituida la situación normal para que pudiéramos comprender los movimientos por referencia a ella? El equivalente de la regularidad en los enunciados causales es la normalidad en los enunciados teleológicos. Así por "salud" entendemos normalidad, también cuando decimos que la mayor parte de la gente está enferma. La normalidad no es un concepto estadístico. No porque a todo el mundo le duela algo es “normal” tener dolor. *La teleonomía es la cualidad de la aparente intencionalidad y de la dirección de las estructuras y funciones en los organismos vivos provocada por procesos naturales como la selección natural. Ver enlace https://hmong.es/wiki/Teleonomy La reflexión es una intentio obliqua, un acto por el que el sujeto se convierte en objeto de sí mismo: como en un espejo, se refleja (y tal es el sentido etimológico del término). Es una autoobservación de la que tiene que surgir alguna forma de autoconocimiento.
(1) Larry Wright, "The case against teleological reductionism", British Journal for the Philosophy of Science volumen 19, número 3, noviembre 1968, páginas 211-223; y Andrew Woodfield, Teleology, Cambridge, 1976, 47