Tercer fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado Einzelhandlungen, publicado en Zeitschrift für philosophische Forschung, 54 (2000), nº 4 . Publicado en Límites: Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 4.
Del fragmento anterior
Si solo se pudiese juzgar el conjunto de una praxis vital, y ello, además, solamente desde el punto de vista de una estrategia universal de optimización, sería absolutamente imposible un discurso moral que acompañase la praxis, y también lo serían manifestaciones morales como el elogio y el reproche...
Influye y puede determinar
II (b)
Ahora bien, la praxis vital humana es una forma de lenguaje. Al actuar nos estamos dando a entender recíprocamente algo. Para que el lenguaje no sea solamente expresión del sentimiento vital, sino discurso intersubjetivo de argumentación y contraargumentación, tiene que estar parcelado. Tiene que constar de proposiciones cuya verdad o falsedad se pueda juzgar ya antes de conocer el contexto global del discurso en que consiste la vida entera, antes incluso de conocer el contexto de un discurso breve, ya que esa verdad no es meramente función de dicho contexto. Solo porque las proposiciones individuales del discurso, con independencia de los fines remotos que persiga quien las pronuncia, tienen ya un valor de verdad y desde ese punto de vista ya se las puede juzgar antes de que termine el discurso, pueden las personas manifestarse recíprocamente en su discurso como personas, es decir, como seres capaces de verdad. Y solo así es posible la conversación, de la que forma parte esencialmente la posibilidad de «cortar» a la otra persona cuando está hablando y de impugnar, antes de que haya terminado de hablar, la verdad de algo dicho por ella. La dependencia estricta del contexto solo existe en textos de ficción, no en los que se refieren a la realidad. Las proposiciones verdaderas tienen que poder ser trasladadas a nuevos contextos pragmáticos sin perder su valor de verdad. De lo contrario, los jueces no podrían verificar en modo alguno si son ciertas las coartadas. Por ello, quien enuncia proposiciones verdaderas sobre cosas reales no necesita preocuparse de la coherencia de lo que dice. La realidad se ocupa de ello. Solo el mentiroso necesita buena memoria.
Por lo demás, entre la verdad y la falsedad existe una peculiar asimetría. De la verdad de proposiciones complejas cabe decir: una conjunción de proposiciones parciales se convierte en falsa como un todo tan pronto una parte suya lo sea, mientras que la verdad de una parte no hace ser verdadero al correspondiente todo. De modo que la verdad de una parte no hace ser verdadero al correspondiente todo. De modo enteramente análogo, al enjuiciamiento ético de las acciones se le puede aplicar el adagio de Boecio: «Bonum ex integra causa, malum e quocumque defectu» (1). Una acción concreta mala por su tipo no puede ser convertida en virtud de un contexto que la englobe en una acción buena, mientras que la secuencia de acciones englobante y guiada por una buena intención sí queda convertida en mala por una acción concreta mala. Con las acciones buenas –buenas en razón de su tipo- sucede a la inversa: el carácter malo de la secuencia de acciones –su «fin» malo, así pues- las corrompe, en lugar de sanar el carácter moral de ese complejo. Con otras palabras, el fin malo corrompe el medio bueno, pero el fin bueno no sana el medio malo. Por lo demás, esta tesis guarda exacta correspondencia, a su vez con una intuición moral casi universal.
Casi todas las personas se sentirían ofendidas si se pensase de ellas que defienden la máxima «el fin justifica los medios», y esa máxima casi siempre se utiliza en ese sentido denigratorio. Con todo, el common sense moral suele ir en la línea de considerar «la buena intención», por ejemplo el deseo de «evitar males mayores», como una circunstancia atenuante. E, igualmente, por regla general se considera que se ha producido un desenmascaramiento moral cuando se puede mostrar que a una «buena» acción –buena en razón de su tipo- le subyace un motivo malo. Por ello, hay acciones cuya reprobabilidad moral se puede juzgar desde fuera sin tener en cuenta el contexto, y sin que por ello se tenga que emitir un juicio definitivo sobre la actitud interior, esto es, sobre la cualidad moral de la persona que actúa. Es frecuente que sobre la loabilidad de una acción –en virtud del tipo de esta última- se pueda juzgar asimismo desde fuera, si bien solo en el sentido de un juicio prima facie que puede llegar a estar necesitado de revisión tan pronto se descubra un contexto corruptor.
Lo que más me importa aquí es mostrar que la aceptación de acciones concretas como entidades discretas es condición de un discurso ético que acompañe la praxis vital. Pues el juicio que implican las visiones personales de optimización y las conjeturas de una persona acerca del futuro a largo plazo, así como el cálculo de optimización fundado en ellas que esta haga, quedan igual de ocultos a nuestros ojos que sus conjeturas sobre la interferencia de las consecuencias de su actuar con las del actuar de todas las demás personas y los propósitos que cabe presumir que tengan sus manifestaciones al respecto, las cuales están asimismo determinadas por un cálculo consecuencialista. Igualmente oculta está a todos los implicados, también al agente mismo, la unidad cerrada de su biografía, y sin embargo, al decir de Aristóteles, solo esa unidad permite juzgar si esa vida ha sido una vida feliz (2). Si, con todo, podemos aprobar y desaprobar recíprocamente nuestras acciones, ello se debe a que la moralidad de nuestras acciones no es meramente función de esa totalidad, igual de poco que la verdad de nuestras proposiciones es función de un contexto global retórico.
(1) Boecio: De divisionibus, Nom, IV, 30, PG 3, 729
(2) Aristóteles: Ética a Nicómaco, libro I, capítulo X: «Por ventura, pues, es verdad, que ni aun a otro hombre ninguno no lo hemos de llamar dichoso mientras viva, sino que conviene, conforme al dicho de Solón, mirar el fin. Y si así lo hemos de afirmar, será dichoso el hombre después que fuere muerto. Lo cual es cosa muy fuera de razón, especialmente poniendo nosotros la felicidad en el uso y ejercicio...» Se puede seguir todo el razonamiento en https://es.wikisource.org/wiki/%C3%89tica_a_Nic%C3%B3maco:_Libro_1