domingo, 20 de noviembre de 2022

Concatenación causal

Séptimo fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado Einzelhandlungen, publicado en Zeitschrift für philosophische Forschung, 54 (2000), nº 4 . Publicado en Límites: Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 4.

Del fragmento anterior

Podemos distinguir tres tipos de complejidad en virtud de los cuales las acciones concretas son integradas en un contexto de orden superior, sin que por ello pierdan su identidad y se hagan inaccesibles a una censura específica: 1) complejidad del significado, 2) secuencias de acciones, 3) series de acontecimientos iniciadas en virtud de acciones

Incertidumbre sobre la totalidad

III (d)

3) El tercer modo de integrar la acción en un contexto que la englobe es la causal. Nuestras acciones ponen en marcha series de acontecimientos que no constan solamente de ulteriores acciones propias, sino de efectos que ya no están en nuestra mano, pero que nosotros frecuentemente podemos prever. Alguien comete una indiscreción, por ejemplo, revela algo sobre asuntos internos de su empresa de los que él ha tenido conocimiento en su condición de miembro del consejo de administración; puede contar con que la información se difunda y tenga por consecuencia movimientos bursátiles de los que a su vez el espera sacar provecho.

Sin embargo, a largo plazo las series de acontecimientos que nosotros iniciamos se sustraen a nuestro control. Quien actúa, se pone con ello en manos del destino, y en ese sentido es al mismo tiempo un sujeto paciente. Se convierte en «culpable» de lo que suceda. Pero en este contexto el concepto de culpa es ambiguo. En sentido amplio, alude al hecho de que el agente es la causa objetiva de acontecimientos que no habrían tenido lugar si él no hubiese actuado, y también lo es cuando no podía prever esos acontecimientos y cuando habría actuado de otro modo si los hubiese previsto. Podríamos decir que aquí no podemos hablar de culpa en sentido moral.

Sin embargo, para nosotros existe una diferencia entre que nosotros mismos –involuntariamente y sin que hayamos sido negligentes- hayamos herido e incluso matado a un hombre y que ese acontecimiento se haya producido sin nuestra intervención. Es verdad que esa diferencia se mantiene en pie y cae con el concepto de acción. Allí donde haya solamente una corriente del acontecer, cualquier corte que practiquemos en un punto concreto para separar causas de efectos será arbitrario.

Sin embargo, hablar de causas y efectos tiene su origen precisamente en la idea de acción. Pues la suposición contrafáctica que subyace a toda afirmación causal –si no hubiese sucedido A no habría sucedido B- presupone el paradigma de acciones que hubiésemos podido omitir. Objetivamente el agente, en virtud de determinadas acciones, es causa de todo lo que se sigue de esas acciones.

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