Octavo fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado Einzelhandlungen, publicado en Zeitschrift für philosophische Forschung, 54 (2000), nº 4 . Publicado en Límites: Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 4.
Del fragmento anterior
...hablar de causas y efectos tiene su origen precisamente en la idea de acción, pues la suposición contrafáctica que subyace a toda afirmación causal –si no hubiese sucedido A no habría sucedido B- presupone el paradigma de acciones que hubiésemos podido omitir. Objetivamente el agente, en virtud de determinadas acciones, es causa de todo lo que se sigue de esas acciones.
Actuar no es indiferente
IV (a)
El consecuencialista hace de él la causa también de todo lo que sucede y habría sucedido de otro modo si hubiese actuado de manera distinta a como lo hizo. Esta idea de «omisión» ampliada infinitamente anula el sentido de esta idea igualmente que la universalización anula el concepto de responsabilidad. El de omisión solo puede ser designado como un acto propio, análogo al de la acción y del que haya que responder, cuando se lo pueda poner en relación con determinadas acciones que representen una posibilidad alternativa real, y no con una indeterminada cantidad de acciones. En todo caso, por regla general no tenemos conciencia de ser causa –ni siquiera involuntaria- de todos los males que hubiésemos podido evitar mediante actos enteramente extraordinarios, mientras que sí nos atribuimos causalidad de los acontecimientos que no se habrían producido si ni hubiésemos actuado como lo hicimos. Basta sustituir la palabra «acción» por la palabra «comportamiento» para hacer desaparecer esa diferencia. Ahora bien, la palabra «comportamiento», a diferencia de la palabra «actuar», no designa algo específicamente humano; comportamiento también lo tienen los animales.
En las reflexiones del starets Zosima en Los hermanos Karamazov se encuentra realmente la idea de la responsabilidad universal de cada persona por todo el mal del mundo. Es una idea «mística» y poder pensarla en referencia a uno mismo es para el starets el criterio de perfección espiritual. No quiero indagar aquí el contenido de verdad de esa idea. En Dovstoyevski es, en todo caso, exactamente lo contrario de una máxima de acción consecuencialista. No dispensa al hombre de respetar las normas de acción deontológicas reconocidas universalmente, sino que ve en la violación de cualquiera de esas normas una contribución al empeoramiento del mundo, mientras que, a la inversa, en Crimen y castigo es precisamente Raskolnikov quien justifica su crimen consecuencialistamente. Por ello, la idea de responsabilidad universal en Dostoyevski no proporciona contenido alguno de cara a orientar la acción.
Qué tenemos que hacer es algo que sabemos sin cálculo consecuencialista. Cuando no hemos hecho lo que habríamos debido hacer, tenemos que saber que hemos hecho peor el mundo como un todo. Las acciones no son buenas o malas porque hagan mejor o peor el mundo, sino que hacen mejor o peor el mundo por ser buenas o malas. Esta idea presupone una moral «deontológica» clásica y la correspondiente teoría de la acción, pero en su núcleo no es una idea moral, sino una idea mística.
Si las consecuencias de nuestro actuar no previsibles a largo plazo fuesen imputables al agente en un sentido moralmente relevante y calificasen la acción, el actuar responsable no sería posible en modo alguno. Por ello, en la descripción de la acción solo es posible incluir las consecuencias previsibles o, lo que es equivalente, la asunción consciente del riesgo de determinadas consecuencias posibles, pero tal descripción va ya asimismo más allá de una definición de la acción en sentido estricto.
Desde luego, no es moralmente irrelevante, pero moralmente relevante lo es no solo la «naturaleza» general de una acción, que subyace a su «descripción estándar», sino que también son moralmente relevantes los motivos y las circunstancias concomitantes. Lo que aquí me interesa es precisamente señalar la irrenunciabilidad de un concepto de tipo de acción que sea identificable con independencia de esas otras determinaciones y que excluya de la descripción de la acción la arbitrariedad. Por regla general, este tipo es de naturaleza cultural, esto es, específico de una determinada cultura. Pero existen también universales culturalmente invariantes que determinan la identidad de las acciones y que excluyen moralmente su redefinición por la sociedad. La crítica a los estándares morales sociales que no respetan esos universales es uno de los motores más importantes del progreso moral.
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