sábado, 7 de octubre de 2017

La paz ante la realidad

Robert Spaemann: Discurso de Laudatio por la concesión del Premio de la Paz de los Editores Alemanes en su edición de 1987 al filósofo alemán Hans Jonas. Publicado en la Revista Nuestro Tiempo, número 238, año 1988 con el título  UNA ÉTICA CONTRA LA CIENCIA FICCIÓNTraducción: Daniel Innerarity.

Superando utopías (I)

En el discurso de Laudatio por la concesión del Premio de la Paz de los Editores Alemanes en su edición de 1987 al filósofo alemán Hans Jonas, se señalan los principales hitos de su vida y las claves más relevantes de su pensamiento. Su principal obra -El principio responsabilidad- es una reflexión sobre el poder de la técnica y las obligaciones que encierra. 

Si la concesión del Premio de la Paz de los Editores Alemanes dependiera de la frecuencia con que el autor usa la palabra paz, no sería Hans Jonas candidato a este premio. Jonas no ha participado en esa retórica de la paz que ha tenido lugar en nuestro país durante los últimos años, una retórica que ha convertido la difícil reflexión acerca de los pasos que deben darse para asegurar la paz en una disputa de convicciones. Como si el mantenimiento de la paz fuera más una cuestión de buena voluntad que de arte político, y como si el uso de un vocabulario confuso fuera una demostración de la validez de las propias opiniones y debiera imponer el silencio a todos los que tienen alguna duda.

En Europa, de hecho, ningún hombre razonable quiere algo que sólo pueda alcanzarse al precio de una tercera guerra mundial. Y aunque por ello tampoco se ha despejado completamente el peligro de una guerra semejante, nunca ha considerado Jonas como tarea del filósofo socorrer al político mediante consejos detallados acerca de la prevención de la guerra. Incluso ha llamado la atención sobre el hecho de que la guerra atómica no es en absoluto la amenaza contra la paz más difícil de superar, de esa paz en la que se basa toda la vida humana en esta tierra y sin la cual -según palabras de San Agustín- ni siquiera podría darse una guerra. Pues incluso la guerra -así lo dice San Agustín en el libro XIX de La ciudad de Dios- «es llevada a cabo por seres que poseen una naturaleza. Pero esto significa que la existencia del hombre se apoya en una cierta paz. Quien sufre en su naturaleza por la paz perdida, sufre en la medida en que hay un cierto resto de paz en él que le recuerda que su naturaleza todavía es su amiga».

La paz de la que aquí se habla es evidentemente otra palabra para designar la vida, la normalidad no distorsionada de la vida. El hecho de que Hans Jonas -cuyo primer libro, por cierto, estaba dedicado a San Agustín- reciba hoy el premio de la paz, pone de manifiesto que crece la conciencia de la amenaza frente a esa paz fundamental, la amenaza frente a esa normalidad fundamental que llamamos vida. Sobre ello han llamado ya otros la atención, unos con tono patético, otros con una exactitud científicamente documentada. Pero nadie hasta ahora ha analizado, la dimensión profunda de esta amenaza con mayor claridad y precisión, y menos patetismo que Hans Jonas. Sobre todo, Jonas ha desarrollado sistemáticamente por primera vez los principios éticos que se derivan de esta visión.

El filósofo a quien hoy homenajeamos fascina a sus contemporáneos no por un nuevo paradigma de alcance universal, ni tampoco por una brillante paradoja o por haber suscitado esperanzas hasta ahora no escuchadas. Si algo destaca en este pensador es su indiferencia ante lo interesante u original, en favor de lo verdadero y provechoso. El hecho de que un filósofo con estas características -y con una prosa sin maquillaje y sin pretensiones- sea elevado al punto central del interés y la aprobación pública, es la señal de un cambio.

La palabra cambio es utilizada a menudo en un sentido político que ha sido satirizado con razón. Pero en este caso indica un proceso real de la cultura contemporánea. El momento clave de este cambio fue el estallido de la primera crisis del petróleo, el suceso cultural más importante de la postguerra. En aquel momento comenzaron a derrumbarse utopías de trescientos años, concretamente de aquellas utopías que habían extendido la opinión de que llegaba a su fin el principio de realidad y la hybris * empezaba a ser un valor positivo. Dichos comunes con siglos de edad -como el de que «los árboles no crecen en el cielo»- habían perdido su validez. Pero al intento de hacer crecer a los árboles en el cielo siguió inmediatamente la muerte de los árboles. Hans Jonas ha llamado la atención sobre ello con más insistencia y claridad que nadie. La utopía, el intento de superar radicalmente la normalidad de la conditio humana, conduce a la destrucción de la vida que es condición de esa normalidad.

(continúa)

*Hybris: La hibris (en griego antiguo ὕβρις hýbris) es un concepto griego que puede traducirse como ‘desmesura’. No hace referencia a un impulso irracional y desequilibrado, sino a un intento de transgresión de los límites impuestos por los dioses a los hombres mortales y terrenales. (es.wikipedia.org/wiki/Hibris)

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