Superando utopías (II)
Hans Jonas ha llamado la atención... con más insistencia y claridad que nadie. La utopía, el intento de superar radicalmente la normalidad de la conditio humana, conduce a la destrucción de la vida que es condición de esa normalidad.
Jonas ha puesto de manifiesto lo perverso de este utópico optimismo, sin dejarse confundir con el argumento de que no podemos retroceder a Neandertal, a la esclavitud o a las operaciones sin anestesia. No es necesario negar que en muchos aspectos ha mejorado la situación del hombre sobre la tierra -y que todavía muchos esperan los frutos de esta mejora- para poder decir al mismo tiempo que el progreso en singular es un mito, que cada progreso -por separado- debe ser puesto en relación responsable con el precio que exige y que, mientras tanto, el progreso técnico-científico se encuentra desorientado desde hace mucho tiempo bajo la ley de una utilidad marginal decreciente.
Goethe |
Hans Jonas critica la ingenuidad de creer que, en estas circunstancias, podría salvarse dicha normalidad con una moralidad simple. Pero tampoco prescribe la utopía, el mito moderno del progreso indefinido en singular. A este mito le basta, ciertamente, su propia crítica. Toda transformación del sistema social se apoya en la naturaleza humana como fundamento, cuyas condiciones de supervivencia no son modificables arbitrariamente.
Las formas más recientes de la tecnología -especialmente la tecnología genética- han propagado la creencia de que es posible elaborar la naturaleza misma del hombre, ya sea para hacerla más resistente, más humana o más sobrehumana. Pero, ¿qué significa esto? La razón, la moralidad, la humanidad, la cultura, son los modos en los que una determinada forma de vida -la del hombre- alcanza su plenitud. No disponemos de ninguna medida para saber cuándo debería ser modificada esa naturaleza para seguir siendo humana, para ser más humana o sobrehumana. Todas las medidas son nuestras medidas. En un interesante artículo de sus Encrucijadas, ha sacado Jonas todas las consecuencias de esta idea. Clonar hombres, es decir, producir gemelos monocigóticos a partir de determinados padres muy selectos. Jonas ha pensado hasta el detalle las consecuencias deshumanizadoras de este proyecto. No en vano está recogido este artículo en un volumen con el título Clonemos al hombre, en analogía consciente con las palabras de Dios en el Génesis: «hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». Todavía no podemos clonar al hombre. Pero el ataque contra la forma temporal del hombre acaba de comenzar: la sustitución de la reproducción por un revuelto a mano en la probeta, en correspondencia con las palabras del aprendiz Wagner en el Fausto: «esta moda de engendrar la declaramos una vana estupidez».
(continúa)
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