Rebajar la moralidad a componenda
La reflexión filosófica apunta, como decía, a la unidad, y lo hace en un triple sentido:
1. Intenta que nuestros propios sentimientos, experiencias y juicios morales, en un principio a menudo dispares, formen un conjunto coherente; intenta hacerlos mutuamente útiles para su comprensión.
2. Trata de poner en conexión los sentimientos, experiencias y juicios morales de diferentes hombres de distintas épocas y culturas para calibrarlos, relacionarlos y compararlos entre sí.
3. Trata de comprender los fenómenos que calificamos de morales, y que de una u otra manera tienen que ver con las palabras «bueno» y «malo», como algo que tiene su origen en un fundamento común, y trata de identificar dicho fundamento.
continuación
Desarrollo del punto 3 (quinta parte)
En los dos últimos decenios * se ha presentado en Alemania la denominada ética del diálogo con la pretensión de trasladar la ética kantiana de la razón a un paradigma nuevo y más firme. Según éste, moral será aquel equilibrio de los deseos que en un diálogo ideal, abierto y simétrico haya encontrado la aceptación de todos los implicados, o cuya aceptación sea de esperar.
De hecho, no obstante, se trata ahí en el mejor de los casos de un anexo a la ética kantiana de la razón, de una forma de metodología. La afirmación de una solución como razonable no puede, de hecho, tomarse realmente en serio si rehúye acreditarse en el diálogo. La afirmación de que algo es exigible a otro implica la disposición a justificar ante él esa exigencia, a exponer esa exigencia a las objeciones del implicado y a revisarla a la luz de dichas objeciones. Haber llamado la atención sobre esto es un mérito de la ética del diálogo. Pero ¿qué sucede si no se alcanza ningún acuerdo? Para, en determinadas circunstancias, dar mi aquiescencia a una solución que me exige un sacrificio, ya de antemano he de «pensar con justicia». Qué sea esto es algo que no se puede descubrir a su vez dialógicamente. Pues quienes toman parte en tal diálogo han de ser ya morales para hacer negociable la satisfacción de un interés. Más aún, para que el diálogo pueda tener lugar han de tener ya una idea del equilibrio de intereses justo dotada de contenido.
Los diálogos no son el lugar en que la justicia tiene su origen, sino que se refieren siempre a las ideas previas de justicia aportadas. No es posible discutir sobre puros intereses. De una conversación sobre puros intereses nunca surgirá la idea de una solución justa. Mientras cada uno persiga únicamente el objetivo de hacer prevalecer el máximo de intereses propios, el resultado sólo puede ser un compromiso marcado por la relación de fuerzas, no una decisión justa. En otras palabras: el diálogo pone a prueba el principio de la razón, no puede reemplazarlo. Lo presupone. Y presupone también algo así como una jerarquía de valor objetiva de los intereses. De no existir tal jerarquía, sino sólo estimaciones subjetivas del peso de los propios intereses, entonces tampoco existirá ninguna oportunidad para el acuerdo intersubjetivo. Puesto que, por lo demás, todo diálogo real se encuentra condicionado por la escasez de tiempo, también el paso del hablar al actuar es siempre asunto del agente individual, el cual ha de juzgar con su propia razón cuándo considera que una cuestión ha sido aclarada de manera suficiente como para pasar a la acción.
Así como el consecuencialismo es una reconstrucción de la intuición moral con ayuda de un modelo técnico de optimización, la ética del diálogo, si quiere ser algo más que un anexo metodológico a la ética kantiana de la razón, es una reconstrucción de lo ético con ayuda del modelo de los procesos de decisión democráticos. Así y todo, si la técnica y la política quieren mantenerse dentro de los límites de lo moral no pueden convertirse ellas mismas en modelos de lo moral. La moralidad no es la capacidad de resolver tareas y solucionar problemas, sino la disposición a ver qué tareas son las principales, qué problemas son más importantes que otros y qué límites hemos de respetar siempre en la solución de unos u otros problemas. Por tanto, la ética malogra la intuición moral si en vez de marcar objetivos y límites a la técnica y a la política se concibe como una variante de la técnica o de la política.
*Se ha de tener en cuenta que el escrito data de 1987