Expectativas incumplidas e incertidumbres
La reflexión filosófica apunta, como decía, a la unidad, y lo hace en un triple sentido:
1. Intenta que nuestros propios sentimientos, experiencias y juicios morales, en un principio a menudo dispares, formen un conjunto coherente; intenta hacerlos mutuamente útiles para su comprensión.
2. Trata de poner en conexión los sentimientos, experiencias y juicios morales de diferentes hombres de distintas épocas y culturas para calibrarlos, relacionarlos y compararlos entre sí.
3. Trata de comprender los fenómenos que calificamos de morales, y que de una u otra manera tienen que ver con las palabras «bueno» y «malo», como algo que tiene su origen en un fundamento común, y trata de identificar dicho fundamento.
continuación
Desarrollo del punto 3 (segunda parte)
Entre las suposiciones sobre hechos que arrebatarían a nuestra intuición moral la posibilidad de impulsar a la acción se contaría además, por ejemplo, la suposición de que a la larga los resultados de nuestras acciones, no sólo de vez en cuando sino de forma regular y sistemática, serían los opuestos a los que nuestras acciones buscaban. Cuando eso parece suceder no tratamos de buscar la causa de ello en la intervención de un genius malignus moral *, en una condición demoníaca de la realidad, sino en una determinada condición del orden social que podríamos modificar con nuestra acción sin vernos de nuevo burlados de la misma manera.
Aristóteles eudaimonia |
Una tercera suposición que daría al traste con nuestra intuición moral sería la de que un actuar adecuado a dicha intuición sería incompatible con la consecución por nuestra parte de una vida lograda, esto es, incompatible con lo que los griegos denominaban eudaimonia y en nuestra tradición filosófica se llama felicidad.
Platón felicidad |
Desde Platón hasta Kant la filosofía ha tratado una y otra vez de mostrar que esto no es así, que el bueno, por serlo, no acaba al final siendo inevitablemente el tonto. Pero sólo pudo hacerlo incidiendo en la propia idea de felicidad, concibiendo aquello en lo que la vida lograda consiste de tal modo que la orientación moral de la acción deviniera parte integrante de ese logro. Así pudo afirmar a renglón seguido que el impulso moral es una parte esencial de nuestra naturaleza racional. El inmoralismo, por tanto, ha de mutilar esta naturaleza, mientras que la filosofía apunta también en esto a la «amistad con uno mismo».
Kant felicidad |
Con todo, nos encontramos aquí con algunos límites, como cuando el destino nos coloca en una situación tal que la satisfacción de nuestras necesidades básicas, nuestra supervivencia incluso, es incompatible con la realización del bien. Bajo estas condiciones sólo es posible mantenerse en una íntegra amistad con uno mismo si damos a la idea de la vida lograda una dimensión que rompa los límites de la existencia terrena, esto es, una dimensión teológica. De ahí que desde Platón hasta Kant la idea de una esperanza en el más allá haya sido una consecuencia de la ética filosófica. Para Platón esta esperanza es un elemento esencial de la existencia filosófica. Para Kant se trata de una obligación moral, y eso porque allí donde nada podemos saber estamos obligados a pensar sobre la realidad de tal manera que ese pensar favorezca la realización del bien.
Schopenhauer calificó esta esperanza filosófica de deseo sin fundamento y, además, de egoísmo inmoral. Los sacrificios no habían de ser «recompensados». Pero el precio que Schopenhauer pagó por su abandono de la esperanza filosófica fue alto: renunció a la idea de la vida lograda y de la amistad con uno mismo. Para él lo moral es más bien enemistad con uno mismo, superación de la voluntad de vivir, renuncia del yo, anulación del yo y del mundo. También abandona el supuesto de la libertad, ya que se halla todavía ligado a la idea de realidad. Lo que impulsa a la superación del yo no es una decisión libre sino la compasión que, sin quererlo, nos invade.
Frente a esta recepción de la doctrina budista de la vida, la ética filosófica de Occidente -y sólo en Occidente hay filosofía, discurso racional sobre las preguntas últimas- culmina no en una compasión «patológica», esto es, no libre, sino en la idea del amor o de la benevolencia libre, racional, hacia el otro percibido como real tanto como hacia uno mismo.
*«Genius malignus»:
GENIO MALIGNO
Recurso empleado por Descartes en la duda metódica para radicalizar la búsqueda de un conocimiento evidente. Consiste en la hipótesis de que tal vez nos ha creado un dios que busca engañarnos aún en aquellos conocimientos que nos parecen más evidentes; que nos haya hecho de tal forma que cuando nos parezca vivir en la verdad más manifiesta no estemos en la verdad sino en el error. Tras el descubrimiento del cogito, la demostración de la existencia de Dios y la demostración de su bondad, Descartes rechaza la hipótesis del genio maligno.
Fuente: https://www.e-torredebabel.com/Psicologia/Vocabulario/Genio-Maligno.htm
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