sábado, 14 de septiembre de 2019

Límites a la responsabilidad

Octavo fragmento de la Introducción a R. Spaemann: Das gute Leben Ethiklesebuch titulado ¿Qué es la ética filosófica? -en alemán Was ist philosophische Ethik?- de 1987. El texto completo está incluido en el libro de la editorial Eiunsa Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar


La quimera de la optimización moral


La reflexión filosófica apunta, como decía, a la unidad, y lo hace en un triple sentido:

1. Intenta que nuestros propios sentimientos, experiencias y juicios morales, en un principio a menudo dispares, formen un conjunto coherente; intenta hacerlos mutuamente útiles para su comprensión.

2. Trata de poner en conexión los sentimientos, experiencias y juicios morales de diferentes hombres de distintas épocas y culturas para calibrarlos, relacionarlos y compararlos entre sí.

3. Trata de comprender los fenómenos que calificamos de morales, y que de una u otra manera tienen que ver con las palabras «bueno» y «malo», como algo que tiene su origen en un fundamento común, y trata de identificar dicho fundamento.


continuación


Desarrollo del punto 3 (cuarta parte)



Sólo podemos vivir en amistad con nosotros mismos si somos algo más que un paralelogramo de fuerzas contrapuestas y si al hacer una cosa no nos lamentamos de no poder hacer la otra, esto es, si podemos realmente identificarnos con el punto de vista que guía nuestra elección. La ética filosófica trata de desarrollar este punto de vista. 



La discusión de la ética filosófica está determinada en lo esencial, entre otras cosas, por cuestiones relativas a la concreción del principio de benevolencia. En el centro se sitúa la polémica con una posición que sus representantes han caracterizado también como consecuencialismo, utilitarismo, «utilitarismo idealista» o como «ética teleológica», marcando la frontera respecto de las denominadas «éticas deontológicas».

El consecuencialimo contempla la moralidad de toda acción en función de una estrategia de optimización. Una acción es moral si hace el mundo mejor que cualquier otra acción alternativa posible; y eso significa que o bien maximiza el total de felicidad de la humanidad (Bentham, Mill), o bien hace el mundo más rico en sucesos y estados valiosos (G. E. Moore). En el perfeccionamiento de esta concepción ha empleado mucho ingenio sobre todo la filosofía anglosajona, pues responde a una tendencia de la sociedad industrial y tecnológica moderna a borrar la distinción que hizo Aristóteles entre poiesis y praxis, entre el hacer constructivo y aquel actuar en relación con los demás que precede a todo hacer y en el cual el hacer permanece siempre inserto.

La tendencia a comprender todas las formas de relación con los demás -por ejemplo, la educación, el tratamiento médico, etc.- según el modelo de los procesos de optimización se muestra también en el modelo ético consecuencialista. Pero que, por ejemplo, la justicia en la distribución de cargas y compensaciones, o la prohibición de matar o castigar a un inocente por razones de utilidad, no se pueden deducir a partir de un modelo consecuencialista lo ha mostrado, entre otros, John Rawls. Y también es completamente incompatible con nuestra intuición moral entender nuestro deber de mantener una promesa, no como un deber hacia la persona a quien hemos hecho la promesa, sino como deber hacia la humanidad, que obtiene ventajas de la institución de la promesa y, por tanto, se vería dañada por el debilitamiento de esta institución.

En cierta medida la acción moral siempre está determinada por la responsabilidad por las consecuencias y efectos secundarios de nuestro obrar, pero no se puede considerar como concreción de la benevolencia fundamental, en la cual el otro se nos hace real -y yo a mí mismo-, una actitud que sustituya como objeto de la responsabilidad al prójimo personal real del agente por la abstracción de un «proceso total», ilimitado en el espacio y en el tiempo, del mundo. Por lo demás, un deber de optimización respecto a ese proceso exigiría, sencillamente, demasiado de nosotros.

El consecuencialismo es tan sugestivo porque aparenta ofrecer algo así como un principio exacto de cuantificación. En cambio otras formas de ética no pretenden proporcionar conexiones deductivas tan claras a partir de un objetivo estratégico como el de la mejora del mundo. 

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