Intuición sobre lo «bueno» y «malo»
La reflexión filosófica apunta, como decía, a la unidad, y lo hace en un triple sentido:
1. Intenta que nuestros propios sentimientos, experiencias y juicios morales, en un principio a menudo dispares, formen un conjunto coherente; intenta hacerlos mutuamente útiles para su comprensión.
2. Trata de poner en conexión los sentimientos, experiencias y juicios morales de diferentes hombres de distintas épocas y culturas para calibrarlos, relacionarlos y compararlos entre sí.
3. Trata de comprender los fenómenos que calificamos de morales, y que de una u otra manera tienen que ver con las palabras «bueno» y «malo», como algo que tiene su origen en un fundamento común, y trata de identificar dicho fundamento.
continuación
Desarrollo del punto 3 (primera parte)

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Personajes de La República |
Por tanto, la ética filosófica no «fundamenta» en realidad la dimensión moral, sino que muestra que esta misma dimensión es el fundamento sobre el que nos sostenemos. Muestra cuáles serían las consecuencias de negar ese fundamento y espera que nadie estará realmente dispuesto a asumir esas consecuencias. No es casual que Platón, en el primer libro de la República, haga que la posición inmoralista consecuente no sea representada de manera real por un adversario de Sócrates, sino por los amigos de Sócrates, Glaucón y Adimanto, de manera ficticia e hipotética. Da así indicación de que esa posición es una construcción mental, una extrapolación de una inmoralidad fáctica parcial, pero que llevada a sus últimas consecuencias no es una realidad posible, una realidad vivida. Por ello, el inmoralista real entra en contradicción consigo mismo; y poner de manifiesto estas contradicciones es tarea de la ética filosófica.
La reflexión sobre la vida y el actuar correctos, la reflexión sobre la intuición que siempre se ha expresado en las palabras «bueno» y «malo», va más allá de las cuestiones hasta ahora mencionadas. Entra en el ámbito de la filosofía teórica. La filosofía apunta a la unidad interna del pensamiento como una condición de la amistad consigo mismo. Así las cosas, no es posible desligar por completo una unidad interna de la orientación de nuestras acciones, de lo que pensamos sobre la realidad, es decir, sobre lo que antes de nosotros y sin nosotros es como es.

Eso no significa que de proposiciones sobre meros hechos puedan derivarse proposiciones sobre un deber. Que esto no es posible lo mostraron ya Hume y Kant. No obstante, Kant era también de la opinión de que determinadas suposiciones sobre hechos son incompatibles con nuestra intuición moral, de tal modo que si hubiéramos de tenerlas por verdaderas esta intuición se nos revelaría una ilusión. Pero esta intuición que se expresa en proposiciones con el predicado «bueno» es tan fuerte o incluso más fuerte que todas las intuiciones sobre las que apoyamos afirmaciones sobre hechos.
Una de tales afirmaciones incompatibles con nuestra intuición moral sería, por ejemplo, la de un determinismo radical. La recompensa y el castigo, si los entendemos como medios para el condicionamiento, son en todo caso compatibles con él; pero no lo son el elogio y la censura por unas acciones sobre cuyo sujeto no podríamos influir en modo alguno, ni tampoco la gratitud, ni la admiración o la indignación, ni el deseo de hacer algo simplemente porque es bueno, ni el arrepentimiento o la vergüenza.

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