lunes, 7 de marzo de 2022

¿Cambiar por cambiar?

Quinto fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado ¿Es la emancipación un objetivo de la educación? Publicado con el título Emanzipation – ein Bildungsziel? en la revista Merkur, número 320, enero de 1975, páginas 11 a 24. Incluido en el libro Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 41.

Un horizonte inalcanzable

Para las ideologías de la emancipación el criterio es: sólo es libre y digna de respeto la voluntad que desea cambiar las condiciones de vida. El argumento es aproximadamente como sigue: “¿Se puede acaso designar como voluntad el que uno quiera repetir una y otra vez lo que le fue inculcado? ¿Se puede designar como voluntad una voluntad de repetición que se mueve por inercia? ¿Se puede designar como voluntad una voluntad predeterminada? ¿O no es que sólo puede ser descrito como voluntad ese impulso que en cada caso quiere cambiar algo?”

continuación

¿Quién es aún mayor de edad? (IV)

En el momento en que fueron escritas, estas líneas debían fundamentar la concesión de privilegios jurídicos a quienes querían el cambio. A ellos debían estarles permitidas acciones ilegales que no les están permitidas a otros. El mero permanecer en lo acostumbrado debía tener como consecuencia su discriminación como
«no-voluntad». Que esto no tiene nada de evidente se ve con claridad si recordamos que el concepto europeo más antiguo de libertad, como se nos presenta por ejemplo en la Antígona de Sófocles, significa: «Poder vivir de la forma acostumbrada». El tirano es el que se lo impide a uno. Ahora bien: no podemos volver a ese concepto de libertad. Hemos aprendido a distinguir buenas y malas costumbres. Pero está distinción se irá al traste si la costumbre es de suyo mala. Nada como esta tesis muestra que la libertad queda aquí reducida a mero ideal. Se tiene tan poca fe en la posibilidad de su realización política que, más bien, la idea de un ordenamiento libre hecho costumbre, esto es, de instituciones libres, contradice directamente este concepto emancipatorio de libertad. La libertad, en consecuencia, sólo sería pensable de forma antiinstitucional. La libertad sólo puede significar: liberación. El hombre «tal como es» nunca es libre, se encuentra bajo condicionamientos históricos, sociales y personales de todo tipo. Así pues, ha de ser recondicionado para poder cobrar realidad como sujeto de libertad.

Dicho recondicionamiento se producirá o bien a instancias de una élite tecnocrática que parte de que el hombre, de todos modos, nunca es libre, o bien a instancias de una élite emancipatoria que parte de que todavía no lo es. Dejando a un lado quien tenga en esta discusión los argumentos teóricamente mejores, en la práctica ambas no se distinguen esencialmente. Pues –como ya se ha mostrado-, dada la anterior definición de mayoría de edad, el momento en que se completa la emancipación, en que se alcanza la mayoría de edad de todos, nunca llegará. El ideal sólo se alcanzaría con una total transparencia de todos para todos. Sólo se alcanzaría cuando la identidad personal se disolviera, cuando se invirtiera el proceso de encontrar el yo bajo la dirección del super-yo, cuando se liberaran las pulsiones parciales, en resumen: cuando hubiera desaparecido el sujeto de la mayoría de edad. Sería el momento en que todos los hombres hubieran puesto los condicionantes naturales e históricos de su existencia bajo la reflexión y los hubieran anulado.

Ese momento no llegará. Y eso significa que el dominio de los emancipadores va para largo. ¿Qué significa entonces «emancipación»?

No hay comentarios:

Publicar un comentario