sábado, 12 de marzo de 2022

Emancipación en la escuela

Sexto fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado ¿Es la emancipación un objetivo de la educación? Publicado con el título Emanzipation – ein Bildungsziel? en la revista Merkur, número 320, enero de 1975, páginas 11 a 24. Incluido en el libro Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 41.

Cambio de planteamiento

...el momento en que se completa la emancipación, en que se alcanza la mayoría de edad de todos, nunca llegará. El ideal sólo se alcanzaría con una total transparencia de todos para todos. Sólo se alcanzaría cuando la identidad personal se disolviera, cuando se invirtiera el proceso de encontrar el yo bajo la dirección del super-yo, cuando se liberaran las pulsiones parciales, en resumen: cuando hubiera desaparecido el sujeto de la mayoría de edad...

continuación

¿Quién es aún competente? (I)

El lugar en que el dominio de los emancipadores amenaza con establecerse es la escuela. Ahí debe hacerse el hombre nuevo. Que la escuela debe conducir a la mayoría de edad es algo que siempre se ha dicho. Y lo que se entendía por ello es que el joven debía adquirir competencia para poder tener voz, competencia profesional, competencia civil, competencia comunicativa y competencia moral. A la expresión de Dahrendorf
«derecho ciudadano a la educación» subyacía la idea de que las democracias presuponen una mayor competencia política de todos. Emancipatorio en sentido clásico, no ideológico, es por tanto todo esfuerzo encaminado a que la posibilidad de acceso a las instituciones en que se adquieren las competencias sea igual para todos. Ciertamente fue un estrechamiento de la perspectiva buscar en primer lugar la salvación simplemente en una mayor afluencia al bachillerato. En vista de la saturación de las universidades y de la gran cantidad de licenciados en paro, cada vez es más importante dirigir la vista a las otras escuelas, en particular a las de formación profesional, a fin de habilitarlas mejor para la transmisión de esas competencias.

Todos éstos son esfuerzos que merecen el nombre de «emancipatorios» en un sentido auténtico. Pero cuando se emplea hoy enfáticamente la palabra «emancipación», por lo general no se está hablando de tales esfuerzos. No se trata ahí de mejorar el acceso a la escuela ni de mejorar la escuela, es decir, de que se adecue a sus tareas, sino que se trata de un cambio específico de los contenidos formativos y didácticos a transmitir. Que se requiera dicho cambio es algo que ni siquiera se plantea. Desde el final del bachillerato humanístico en su forma estricta, la elección de los contenidos del aprendizaje ya no ha sido fruto de una idea unitaria de educación sino que se ha producido de forma más o menos espontánea. Las reflexiones sobre la esencia de la educación en el marco de la pedagogía humanística no tuvieron ahí apenas consecuencias. Fueron –para decirlo con Wittgenstein- una rueda dentada que, dentro de una máquina, no engrana con ninguna otra. No forma parte de la máquina, así que ha sido sin más ni más desmontada.

Los nuevos currículos deben ahora deducirse a partir de determinados objetivos didácticos y formativos. Tales objetivos deben introducir racionalidad en los planes educativos y controles de los resultados en los métodos. Se planteó de nuevo la cuestión de los objetivos de la educación, pero se carecía de instrumentos para darle respuesta. La repentina ola behaviorista –se esperaba que los ordenadores acabaran por ser los mejores profesores- provocó el surgimiento de un vacío ideológico. En la medida en que todavía se recordaba la tradición educativa alemana, no se quería preparar a los jóvenes simplemente para su funcionamiento dentro de lo existente. Debían formarse para sí mismos. No para convertirse en ciudadanos, como decía Rousseau, sino en personas. Pero ¿cuál es el contenido de esto? Aquí encajaba la ideología de la emancipación que ni pintada. Permitía hacer de la necesidad, de la falta de una idea de educación, virtud. Al joven no ha de preparársele para lo existente, ¿para qué entonces? Pues precisamente para convertirse en anticiudadano, mientras no exista una sociedad digna del hombre y en la que ser hombre y ser ciudadano sean una misma cosa. Nunca antes había sido la
«relevancia social» de forma tan exclusiva el criterio para la elección de los contenidos pedagógicos como lo es para los pedagogos que sólo quieran educar «hombres», no ciudadanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario