Octavo fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado ¿Es la emancipación un objetivo de la educación? Publicado con el título Emanzipation – ein Bildungsziel? en la revista Merkur, número 320, enero de 1975, páginas 11 a 24. Incluido en el libro Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 41.
Autonomía bajo sospecha
El movimiento educativo obrero se entendía a sí mismo como legítimo heredero de la tradición educativa europea clásica. Pese a su filosofía materialista sostenía un concepto clásico de sujeto, al que se aplica: «Lo que sé, lo sé». «Lo que sé hacer, puedo hacerlo» Las palabras de Bacon «Saber es poder» juegan un papel central en la tradición del movimiento obrero. Los emancipadores neomarxistas, por el contrario, se convierten en víctimas de su propia ideología de la alienación.
continuación
¿Quién es aún competente? (III)
Muchos estudiantes se ven hoy a sí mismos como meras cosas, como futuros objetos en el mercado de trabajo, en tal medida que su adquisición del saber les parece que es un trabajo que les están haciendo a sus futuros empleadores. Cuando el Comité General de Estudiantes (AStA*) de Gießen anima abiertamente a los nuevos alumnos a estudiar lo menos posible, es decir, a invertir lo menos posible para sus futuros empleadores y, en vez de ello, a «emborracharse, discutir, joder y ocupar casas» colectivamente, una invitación de este tipo no tiene nada que ver con la tradición del movimiento obrero; es lisa y llanamente criminal, pues mediante el engaño priva a los jóvenes de lo que en cualquier caso les pertenecerá, ya hagan la revolución o no, ya se impliquen en el servicio a sus conciudadanos, se vendan a buen precio o traten simplemente de disfrutar la vida. La competencia –saber hacer algo, entender algo de algo- es en cualquier caso un incremento del ser hombre. Y lo cierto es que en el mercado de trabajo no entro sólo como mercancía, sino también como su vendedor. Lo que yo sé y puedo cualifica no sólo a la cosa que ofrezco, sino también a mí como oferente.
Todos estos fenómenos se producen ahora no por casualidad. Tras ellos se esconde una profunda crisis del sujeto autónomo. Hermann Krings, en un pequeño escrito titulado El nuevo aprendizaje, ha apuntado a la conexión de esta crisis con la crisis del aprendizaje. La conciencia adquiere experiencia de sí misma como resultado de procesos de interacción social, que son los que dan lugar a ella. El aprendizaje adquiere así una nueva relevancia. Designa no sólo actividades apropiadoras, del sujeto consciente, sino primeramente aquellos procesos sólo en los cuales se forma la identidad de un sujeto consciente. Es seguro que con ello el punto de vista de la creatividad habrá de jugar un papel totalmente diferente que hasta el momento.
Pero la pedagogía de la emancipación no está orientada al despertar de la creatividad de personas sanas; su modelo es el psicoanálisis de enfermos. No quiere enseñar a ver, sino a penetrar con la mirada; no a preguntar, sino a escrutar; no a saber, sino a saber siempre más que el otro. El ingenuo entregarse a una cosa, el entusiasmo, condición de toda creatividad, es desde el principio sospechoso. Como si la autocosificación del hombre se elevara a la categoría de programa político. La inevitable manipulación se da por supuesta de tal modo que la educación, claramente, sólo puede concebirse como contramanipulación. Pues tampoco la palabra «libertad» aparece en absoluto en esta ideología, o bien, si aparece, es puesta bajo la sospecha de ideología. En el fondo le sucede lo mismo que a la educación muy antigua que nada quería arriesgar, sobre todo no quiere arriesgarse a que el joven al final entienda por autodeterminación algo distinto que sus educadores.
*AStA: Allgemeiner Studierendenausschuss
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