Décimo fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado ¿Es la emancipación un objetivo de la educación? Publicado con el título Emanzipation – ein Bildungsziel? en la revista Merkur, número 320, enero de 1975, páginas 11 a 24. Incluido en el libro Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 41.
Igualdad, responsabilidad
Mi crítica a la idea de emancipación en cuanto a posible objetivo de la educación se resume en seis puntos:
continuación
3. La pedagogía de la emancipación aboga por la supresión de aquellos contenidos que no son accesibles a todos de la misma manera. Aquí se lleva la idea de la igualdad de oportunidades ad absurdum, procediéndose según el principio de acabar con el pan desigualmente distribuido en vez de procurar un reparto justo. Nada debe haber que no sea para todos. En este punto ha abierto por primera vez una brecha –así es de esperar- el libro de Christopher Jencks 'Inequality'. Jencks, al mostrar que las oportunidades de ingresos futuros dependen de la formación escolar mucho menos de lo que hasta ahora se suponía, ha abierto la posibilidad de que no se haga ya un uso impropio de la educación como instrumento de igualación. Quien quiera una mayor igualdad de los ingresos deberá buscarla directamente. Hay razones para hacerlo. Que un mayor nivel educativo justifique mayores ingresos es un prejuicio que también entre nosotros debería abandonarse. Filosofías enteras sobre la necesidad de largos ciclos formativos para determinadas profesiones se desharían por completo si los requisitos para el ingreso en unos u otros grupos salariales del servicio público no vinieran determinados por los años de estudio. La escuela no debería servir a la igualación, sino que debería fomentar todo tipo de diversidad y diferencias, salvo a la que se refiere a la participación en el producto social bruto. Cuanto más se descargue a la escuela de la tarea de repartir oportunidades sociales, tanto más podremos restituirle sus tareas propias.
4. El punto de vista de la emancipación en cuanto objetivo de la educación hace que la diversidad de contenidos que llenan la vida de sentido se evapore en una reflexión que remite constantemente dichos contenidos a las condiciones del marco social. Esta reflexión se sirve de un sencillo truco. Está claro que cada acción situada dentro del marco de un sistema normativo dado puede interpretarse como una acción que reproduce y estabiliza el sistema. En la época del nazismo escribió Brecht en An die Nachgeborenen:
«Qué clase de tiempos son ésos
En los que una conversación sobre los árboles es casi un crimen
Pues implica callarse sobre muchas fechorías.»
«Casi un crimen»
, dijo Brecht. En un mundo en el que, desde que existe, a todas horas suceden injusticias, no es posible definir todo lo que hacemos por el que en el presente no hacemos para luchar contra la injusticia. La idea de una responsabilidad total por todo el contexto social en que nos movemos, idea en la que a menudo coinciden jóvenes radicales y predicadores, es lisa y llanamente una pretensión antropológicamente excesiva. Y ésta conduce a la indiferencia moral. La responsabilidad sólo se da como responsabilidad parcial. Pero justamente a esto se oponen los ideólogos de la emancipación. La ayuda parcial, la mejora concreta es sospechosa de estabilizar el sistema. Y esto significa que los ideólogos de la emancipación prescriben los marcos de referencia en los cuales podemos entendernos como agentes, y ellos definen cualquier contenido concreto de nuestra civilización por la función social latente de la estabilización del sistema. Cometemos continuamente, por así decirlo, pecados de omisión. Sólo hay dos maneras de reaccionar a esto: o bien llevar una vida de revolucionario, o bien caer en un apático tedio. Pero ésta es una alternativa abstracta. Una vida humana se llena con intereses concretos. La ideología de la emancipación enseña a representar, defender y hacer prevalecer intereses. No enseña a tener intereses, excepto aquéllos que nos son tan innatos como al hombre de Neandertal. De eso modo, equivoca la tarea propia de la educación.
Bertold Brecht junto a su poema |
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