¿Qué es el hombre?
"¿Qué es el hombre?". Esta pregunta del Salmo VIII la sitúa Kant en sus Lecciones sobre Lógica en cuarto lugar tras las preguntas de la Metafísica ("¿qué puedo saber?"), de la Moral ("¿qué debo hacer?") y de la Religión ("¿qué puedo esperar?"). E inmediatamente añade: "pero en última instancia se podrían reconducir todas a la Antropología, porque las tres primeras preguntas apuntan a la cuarta" (1).
En la Crítica de la razón pura, donde se dice que "los intereses de la razón se unen en las tres primeras preguntas", no se habla en absoluto de la última. Pero en las Lecciones sobre Lógica, tampoco se contesta a dicha pregunta -de acuerdo con el tema de las lecciones- pese a que se comienza declarando su centralidad para la filosofía. El estatuto teórico de la Antropología y su lugar sistemático quedan sin aclaración. "Todos los intentos de desarrollar esa ciencia con profundidad -escribe Kant en el prólogo de la Antropología en sentido pragmático- acaban enfrentándose a las dificultades que se derivan de la misma naturaleza humana" (2).
La dificultad fundamental comienza ya con el hecho de que no está del todo claro qué quiere saber quien pregunta "¿qué es el hombre?" y qué respuesta consideraría válida a su pregunta. ¿Se conformaría con la estructura química formal del ADN de los genes humanos (lo que tampoco le distingue mucho del cerdo doméstico)? ¿Quiere acaso llegar a conocer el tipo de adaptación específica del organismo humano a su ambiente, su "nicho ecológico", y le bastaría para entender las producciones culturales del hombre con entenderlas en función de la autoafirmación de la especie? ¿Quiere comprender en un principio unitario la concepción que el hombre tiene de sí mismo, tan diversa a lo largo de la historia? ¿O pretende ver en el hombre un proyecto tal que sólo el "ecce homo" de Pilatos nos muestra quién y qué es el hombre?
En el prólogo de su Antropología habla Kant de un dualismo fundamental en el enfoque que
caracteriza nuestro planteamiento antropológico: el punto de vista "fisiológico" y el "pragmático". "El conocimiento fisiológico del hombre se orienta hacia lo que la naturaleza hace del hombre; el pragmático hacia aquello que el hombre -como ser que actúa libremente- hace de sí mismo, o puede o debe hacer" (3). La cuestión que se plantea es la
siguiente: ¿en qué relación se encuentran estos dos modos de conocimiento del hombre? ¿Existe algún puente entre el conocimiento fisiológico y el conocimiento pragmático del hombre? ¿Se puede concebir un "ser que actúa libremente" como producto de la naturaleza? ¿Es posible entender la libertad como "producto de la naturaleza" o, por el contrario, hay que entender a la naturaleza como "sustrato de la libertad", si queremos pensar la libertad?
Esta pregunta no es específicamente kantiana. Apunta a un dilema moderno que ya había sido visto por Descartes. A Descartes se le planteaba en primer lugar bajo la forma de una imposibilidad de concebir la unidad de alma y cuerpo, de res cogitans y res extensa. Dicha unión no corresponde a una clara et distincta perceptio; sólo puede advertirse por medio de los sentidos. "De ahí que quienes no reflexionan filosóficamente -escribe Descartes a la condesa Elisabeth- y sólo utilizan sus sentidos nunca duden de que el alma mueve al cuerpo y de que el cuerpo actúa sobre el alma. Consideran lo uno y lo otro como la misma cosa, como unidad. Pues concebir la unión entre dos cosas significa concebirlas como una única cosa. Las ideas metafísicas con las que se ocupa el entendimiento puro nos familiarizan con la idea de alma. El estudio de las matemáticas, en las que la imaginación se ocupa sobre todo de la consideración de figuras y movimientos, nos acostumbra a la formación de conceptos distintos del cuerpo. Pero la unión del alma y el cuerpo sólo se percibe en el curso de la vida y en el trato corriente, dejando de meditar y estudiar las cosas de las que se ocupa la imaginación" (4). Dicho con otras palabras: Para Descartes es imposible una Antropología filosófica en sentido propio. Uno saca las piernas de la cama por la mañana solamente en la medida en que no reflexiona sobre el modo de hacerlo. No podemos hacer coincidir la imagen de nosotros mismos como objeto y como conciencia de ese objeto, es decir, como objeto y sujeto.
(1) Kant, Logik, Königsberg 1800, p. 26.
(2) Kant, Anthropologie in pragmatischer Absicht,
Königsberg 1798, p. X.
(3) Id., p. III.
(4) Descartes, Oeuvres, ed. Adam-Tannery, IX, p. 130. (3) Id., p. III.
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