Teleología y autoconservación
El hombre trasciende la naturaleza y conspira con el creador inmediatamente. Así se convierte la naturaleza en mero objeto de uso, de uti. La relación de entrega gozosa, frui, y por tanto, el conocimiento en el sentido arcaico, está reservada, según San Agustín, a la relación Dios-hombre. Sólo el mundo burgués de la modernidad ha extraído de aquí la consecuencia. La ciencia está al servicio de la praxis; ella no es ya —como teoría— fin de ésta. La relación contemplativa del mundo parece inmoral. En la medida en que la naturaleza se ha convertido, en el ámbito del hacer humano, consecución de fines humanos, hemos de prescindir de la consideración de una especie de naturaleza que tenga fines naturales inmanentes.
La antigua comprensión del señorío del hombre sobre la naturaleza entendía ese señorío no como algo despótico, sino como expresión de un orden jerárquico, en el cual los respectivos fines inferiores no eran simplemente ignorados, sino que eran referidos a los superiores, dentro de una armonía preestablecida. Incluso los fines humanos eran naturales; y la doctrina del alma humana era una parte de la Física.
Es característica una discusión sostenida, al comienzo de la Politeia platónica, por Trasímaco y Sócrates. Sócrates había utilizado la imagen del pastor para caracterizar con ella a quien ha de regir el Estado. Trasímaco observa que el pastor entrega las ovejas al carnicero y, por tanto, no tiene ante los ojos el bien del ganado. Sócrates replica que este fin es accidental para el arte del pastoreo. El pastor, como pastor, pretende el bien del ganado. Detrás de esto está el hecho de que para el hombre las mejores ovejas son aquellas que en el curso de su vida se han desarrollado lo mejor posible como ovejas. El arte del carnicero no define el arte del pastor.
Justamente esto es lo que se modifica en el mundo moderno. Aquí el mercado prescribe al cuidador cómo tiene que mantener los animales; pero este mantenimiento zoológico jamás se establece para el bien del animal. El punto de vista del criador de animales es exterior al dueño de animales y tiene que hacerse valer «desde fuera».
La idea clásica de la jerarquía de fines presuponía algo así como una teleología objetiva: las cosas no son fines para sí mismas, sino que son fines en sí de la naturaleza. La ontología moderna, empero, sólo conoce fines como tendencias de autoconservación, o sea, de la conservación de lo que es. La definición de la teleología como tendencia a la autoconservación podría decirse que es una inversión de la teleología. Cuando en la biología moderna se habla de teleología y cuando las estructuras teleológicas son estimuladas por modelos cibernéticos, entonces el telos es entendido respectivamente como telos para un correspondiente sistema. La funcionalidad es definida siempre por medio de la autoconservación.
Aristóteles, por el contrario, interpretó la autoconservación como la forma más íntima que la tendencia que todo lo finito tiene a participar de lo eterno. La tendencia a perpetuarse en el tiempo es, por así decir, la imitación de una inalcanzable identidad con lo eterno. La filosofía medieval pretendió pensar la teleología «objetiva» bajo el concepto de repraesentatio. La filosofía preparó en el siglo quince la destrucción de la teleología. Leibniz y Kant, no obstante, indicaron que esta destrucción misma es comprensible tan sólo como expresión de fines racionales determinados, aunque necesarios.
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