Educación y revolución
«Autoconservación» y «autorrealización» son las dos perspectivas directrices. Lo que ambas tienen en común es la ausencia de una idea de finalidad natural del hombre y de la sociedad. El concepto de telos se divide; los disjecta membra, en cambio, desatan energías, como una escisión atómica.
El papel más propio que jugó Rousseau en la historia moderna estuvo en representar en su persona ambos principios antagonistas al mismo tiempo. «No veo —escribe— un medio soportable entre la más estricta democracia y el más completo hobbismo». Rousseau niega la posibilidad de ser al mismo tiempo hombre y ciudadano (Bürger). Por eso la educación sólo puede ser o educación del hombre o educación del ciudadano. «Por naturaleza» el hombre no es ni un ser hablante y racional, ni un ser político.


Como Leo Strauss ha indicado acertadamente, el hecho de que el hombre natural —en el sentido anterior de «natural»— haga valer sus pretensiones dentro del orden político trae inevitablemente consecuencias revolucionarias. Rousseau no ha previsto esto. Sus escritos políticos no tenían como fin este asunto. No fueron sus escritos políticos sino sus escritos «naturales» los que prepararon la sensibilidad revolucionaria antes de 1789. Sólo después de la revolución comenzaron sus escritos «civiles» —sobre todo el Contrato Social— a servir de documentos para legitimar los nuevos órdenes establecidos. «Voluntad general» es ya un concepto «de derechas». Representa el principio de conservación de la unidad política de un Estado. Rousseau mismo escribe que la voluntad general ha sido destruida por la moderna emancipación. Comenzó ya esta destrucción por medio del cristianismo, el cual es una «religión del hombre», una religión natural y nunca una religión civil.

Texto completo en: http://dadun.unav.edu/bitstream/10171/2196/1/05.%20R.%20SPAEMANN,%20Sobre%20la%20ontolog%C3%ADa%20de%20%C2%ABderechas%C2%BB%20e%20%C2%ABizquierdas%C2%BB.pdf
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