El agente relegado
En el sentido platónico la filosofía es un diálogo sin fin a lo sumo en la medida en que siempre hay nuevas maneras de poner en cuestión los conocimientos, pero no en el sentido de que los conocimientos mismos fueran de naturaleza hipotética.
continuación
Sólo una filosofía no hipotética podría ser práctica también para los no filósofos en el sentido de servirles de orientación. Pues la pregunta realmente práctica del no filósofo es, como ya hemos visto: ¿a qué filósofo pido consejo? Y esta pregunta antes la decidirán las habilidades retóricas que la competencia en la materia. Pero Platón señaló también en El Político la dificultad que consiste en que los hombres habrían de ser ya filósofos para distinguir a los filósofos de los pseudofilósofos, de los sofistas. Ambos son intelectuales. Y el pueblo se apoya preferentemente en aquéllos que responden a sus prejuicios y lo tienen contento.
Y esta es precisamente nuestra situación. La apelación a la ética tiene razones comprensibles. El conjunto de lo moralmente obvio se reduce: en primer lugar, porque las condiciones de vida han cambiado tanto y las posibilidades técnicas se han ampliado tanto que las reglas tradicionales propias de cada oficio o profesión a menudo ya no sirven, pero en parte también porque la validez de las convicciones éticas fundamentales en las que se basan dichas reglas ha perdido su carácter de obvia. «Quien duda que haya que honrar a los dioses y amar a los padres», escribe Aristóteles, «no merece argumentos sino una reprimenda» (1). Pero, ¿qué sucede cuando lo obvio es puesto obstinadamente en cuestión, sobre todo si las excepciones, como suele decirse, no confirman la regla, sino que son utilizadas de forma sistemática para derribar la regla? Entonces se apela a los filósofos morales, que, ejercitados en la reflexión sobre cuestiones fundamentales, a partir de principios éticos deberán desarrollar nuevas reglas para la acción. Curiosamente, rara vez se busca hoy a los filósofos para que respondan aquella pregunta que en la Antigüedad se les formulaba casi en exclusiva, la pregunta acerca de cómo se debe vivir. Precisamente esta pregunta, a saber, en qué consiste una praxis vital lograda, se considera por lo general que no es susceptible de respuesta cierta.
Respuesta cierta pueden tener a lo sumo las opiniones sobre cómo se pueden provocar estados de satisfacción subjetiva. Pero estas cuestiones no son éticas, y en cualquier caso a quienes compete responderlas es a los psicólogos. En último término se trata de preguntas técnicas, preguntas acerca de los métodos para el dominio íntimo de la naturaleza. Según esta concepción, el trato del hombre consigo mismo queda fuera del ámbito de la ética, y el trato con los demás sólo cae dentro de ese ámbito cuando se les exige algo a lo que no acceden de manera espontánea. Por eso se rechaza también, a fortiori, una función orientadora de las autoridades religiosas en este terreno, mientras que se les solicita dicha orientación cuando se trata de cuestiones acerca del orden social, esto es, cuestiones sobre la justicia. Y en la medida en que el reconocimiento de las autoridades religiosas desaparece, se apela, en relación a esas mismas cuestiones, a los filósofos morales.
En rigor, en esta concepción lo ético se reduce a cuestiones de la justicia: pero no en el sentido de la justicia en cuanto virtud sino en cuanto norma objetiva de acción. La pregunta no es: «¿Cómo es un hombre justo?», para a partir de ahí deducir cómo son las acciones justas, sino al contrario: el filósofo debe decir qué condiciones han satisfacer las acciones para ser justas, esto es, para que procuren «a cada uno lo suyo». El objetivo de este asesoramiento filosófico, por tanto, no es tampoco en realidad el agente y la salud de su alma, sino aquél a quien afecta la acción. El asesinato se considera malo porque hay un muerto. Los antiguos habrían dicho: muertos los hay ya de todas formas constantemente. Lo malo del asesinato no es que por él haya muerto alguien, sino que alguien ha hecho de sí mismo un asesino. Este es el sentido de la distinción de Aristóteles entre poiesis y praxis, entre el hacer y el actuar. La filosofía moral clásica se interesaba más por el lado práctico de la vida que por el poiético: no por lo que uno hace en el mundo sino por lo que se hace a sí mismo cuando hace algo en el mundo.
(1) Aristóteles, Tópicos, I, 11, 105 a
*Terminología:
A fortiori es una locución latina que significa ‘con mayor motivo’. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/A_fortiori
Poiesis es un término griego que significa ‘creación’ o ‘producción’, derivado de ποιέω, ‘hacer’ o ‘crear’.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Poiesis
Praxis (del griego antiguo πρᾱξις = práctica) significa acción.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Praxis
*Terminología:
A fortiori es una locución latina que significa ‘con mayor motivo’. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/A_fortiori
Poiesis es un término griego que significa ‘creación’ o ‘producción’, derivado de ποιέω, ‘hacer’ o ‘crear’.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Poiesis
Praxis (del griego antiguo πρᾱξις = práctica) significa acción.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Praxis
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