lunes, 19 de abril de 2021

Sublimación del particularismo

Séptimo fragmento del discurso pronunciado por Robert Spaemann con el título Der Haß des Sarastro (El odio de Sarastro) en la «Conferencia Wiesenthal acerca de las fuentes del odio», en diciembre de 1998, en el Palacio Hofburg de Viena. Publicada por primera vez en: Transit Europäische Revue, nº 16, Frankfurt am Main, 1999. Reproducida en español en Límites: Acerca de la dimensión ética del actuar, capítulo 13

Odio respondiendo al odio

No «el hombre tal como es», escribe Marx, es el ser supremo que merece ser respetado, sino el hombre del futuro, ya liberado... La guillotina, la delirante degollación de masas, el primer genocidio planificado de mujeres y niños en la Vendée, se produjeron en nombre de las ideas universalistas de libertad, igualdad y fraternidad. La hecatombe de los asesinados en los años del poder soviético, los millones de víctimas de la revolución cultural china, unidos a las indescriptibles humillaciones de personas, tuvieron lugar en nombre de una concepción científica del mundo, de la liberación respecto del mundo de la procedencia.

continuación


El nacionalsocialismo parece ser aquí una excepción. Parece haber sido un movimiento antiuniversalista, una sublevación contra la razón y la ilustración en nombre de la particularidad alemana. Pero la cosa es más complicada. Que el nacionalsocialismo representó la entrada de Alemania en la modernidad es, desde los análisis de Dahrendorf, por todos reconocido. Y no lo fue sólo, por así decirlo, sin intención y en contra de la ideología, sino en total consonancia con ella. Nietzsche había visto ya que la completa ilustración destruiría también la idea de la razón universal, viendo en ella un error evolutivo, y haría sitio a una nueva mitología.


 
La concepción del mundo de Hitler era el naturalismo científico. Odiaba las tradiciones religiosas y políticas de Alemania como distorsión, debida a influencias extrañas, de la verdadera realidad subyacente, la de la raza. La historia es en verdad historia natural. Y esta es la lucha en pro de los respectivos genes propios, sólo que todavía no disponía de esta expresión. El odio a muerte es parte de esa lucha. No se trata en último término del destino de un pueblo determinado, tampoco del alemán, sino del triunfo del más fuerte. En nombre de esta razón superior de la historia, Hitler estaba dispuesto no sólo a aceptar el hundimiento de su propio pueblo, sino incluso a favorecerlo.
 
Hitler instrumentalizó el odio en este contexto. Sólo que el odio a los judíos parece haber sido para él no un motivo instrumental, sino un estímulo fundamental. Y esto precisamente porque, bajo su punto de vista, los judíos, en cuanto pueblo sin tierra –y claramente programados genéticamente para serlo- obstaculizan el curso natural de las cosas, esto es, el despliegue natural de las fuerzas étnicas, mediante su infiltración parasitaria en los colectivos primarios, racialmente definidos. Es característica de Hitler la justificación universalista del particularismo. Universal es sólo la lucha, y el fanatismo, al igual que el odio, es una actitud que proporciona superioridad en esta lucha. Y puesto que la lucha es eterna, también lo es el odio.

Entretanto se han ido desvaneciendo las ilusiones que nos querían hacer creer que el odio al servicio de la supresión del odio es un odio de alguna manera mejor, moralmente privilegiado, un odio que al menos merece indulgencia, como decía Bertolt Brecht en su poema
A las generaciones futuras: «También el odio a la bajeza / desfigura las facciones. / También la ira por la injusticia / hace que enronquezca la voz. / Oh, nosotros, que queríamos preparar el terreno para la amabilidad / no pudimos nosotros mismos ser amables. / Pero vosotros, cuando llegue la hora / en que el hombre sea un aliado del hombre, / pensad en nosotros / con indulgencia» (3).

 
¿Indulgencia con Stalin, indulgencia con Pol Pot, indulgencia con el desprecio de Mao por los hombres, sólo porque han asesinado en nombre de un hombre futuro que será un aliado del hombre y que, por eso, por primera vez merecerá llamarse «hombre»? El propio Marx y los posteriores líderes marxistas se veían como ejecutores de una visión científica del mundo. Más que personas que odian, eran cínicos. Sus adversarios, los capitalistas, fueron a sus ojos también vehículos del progreso durante un cierto periodo de tiempo. A quienes Lenin odiaba con toda el alma eran a los sacerdotes, que ponían en cuestión la idea del progreso en cuanto tal. Eran los representantes del reino de la noche.
 
(3) Die Gedichte von Bertolt Brecht in einem Bond, Frankfurt am Main, 1981, p. 725 (3ª estrofa del poema)


A LAS GENERACIONES FUTURAS
(Traducción de Eduardo Gómez)

I

«En verdad, vivo en tiempos sombríos.
La palabra ingenua es insensata. Una frente lisa
indica insensibilidad. El que ríe
no ha recibido la terrible noticia.
¿Qué tiempos son estos
en los que una conversación sobre árboles es casi un delito
porque incluye un callar sobre tantos crímenes?
¿El que va allí tranquilo por la calle
no es ya accesible para sus amigos
que están en la miseria?
Es cierto : yo gano todavía el sustento.
Pero creedme, es solamente una casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a saciarme.
Fortuitamente me he preservado
-cuando cese mi suerte estaré perdido-.
Se me dice: ¡come y bebe! ¡Está contento porque tienes!
Pero ¿cómo puedo comer y beber, cuando
arrebato a los hambrientos lo que como
y mi vaso de agua falta a un sediento?
Y sin embargo, como y bebo.
Me gustaría también ser sabio.
Los viejos libros dicen qué es ser sabio:
mantenerse fuera de las luchas del mundo
y nuestro breve tiempo prodigarlo sin miedo.
Pasarse sin violencia,
pagar el mal con el bien
no realizar sus deseos y olvidarlos
es tenido por sabio.
No puedo hacer todo eso:
en verdad, !vivo en tiempos sombríos¡

II

Llegué a las ciudades en los años del desorden
cuando reinaba el hambre.
Estuve entre los hombres en tiempos de revuelta
y me indigné con ellos.
Así pase el tiempo
que me fue concedido sobre la Tierra.
Tomé mi alimento entre las batallas.
Para dormir yací entre los asesinos.
Viví el amor con negligencia
y vi la Naturaleza sin paciencia.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido sobre la Tierra.
En mis tiempos, las calles conducían al pantano.
El lenguaje denunciaba al carnicero.
Yo podía muy poco pero creo que los poderosos
se sintieron más seguros sin mí.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido sobre la Tierra.
Las fuerzas fueron mínimas.
La meta esperaba en la lejanía.
Ella fue claramente visible aunque también para mí
apenas alcanzable.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido sobre la Tierra.

III

Vosotros, los que emergéis de la marea
en la que nosotros nos hundimos
pensad
-cuando habléis de nuestras debilidades-
en los sombríos tiempos a los cuales escapasteis.
Nosotros deambulamos
-a menudo cambiando más de país que de zapatos-
a través de las guerras de clase
desesperados
cuando no había sino injusticia y ninguna protesta.
Desde entonces sabemos con certeza:
también el odio contra la bajeza
desfigura los rasgos.
También la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Ay, nosotros
que quisimos preparar el campo para la amistad
no pudimos ser amistosos.
Pero vosotros, cuando hayais llegado tan lejos
que el hombre sea una ayuda para los hombres
pensad en nosotros con indulgencia.

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