Tercer fragmento de la conferencia de Robert Spaemann pronunciada en Madrid el 19 de mayo de 2005 titulada Confianza. Publicada en la revista Empresa y Humanismo Vol. IX, 2/05, pp. 131-148. El texto de la conferencia completa se puede obtener en el enlace: https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/7007/4/Confianza.pdf
III. El surgir de la confianza
¿Cómo surge esta impresión de
confianza? No hay regla general para ello, pues, entre otras cosas, depende de
la persona en la cual otro despierta confianza. Werner Bergengrün relata de su
abuelo que una vez, en un viaje a Hungría, se encontraba ante otro viajero, el
cual, para comer, sacó y se comió una oca, y ofreció al viajero del Báltico –o
sea, el abuelo de Bergengrün- compartir una copa de su excelente vino. Era,
como se supo más tarde, un bodeguero, y el viajero del Báltico le pidió después
de la cata que le enviara una gran cantidad de botellas de ese vino de esa
añada, y le pagó por adelantado. El húngaro se permitió preguntarle que cómo
tenía la confianza de entregar un importe tan considerable a una persona a la
que desconocía y sin tener, por tanto, la seguridad de recibir el envío. La
respuesta fue: “¿Sabe usted?, yo miro a la gente. No tengo la menor duda de que
merece mi confianza quien come una oca entera, bebe una botella del mejor vino
y convida al que viaja con él”. La confianza era justificada: el envío llegó. El
criterio del merecimiento de la confianza arroja muchas luces tanto sobre el
abuelo de Bergengrün como sobre el bodeguero húngaro.
Por lo demás, la confianza y el hecho de que una persona sea digna de confianza es siempre también una cuestión de medida. Probablemente no haya ningún hombre que no merezca cierta confianza, siempre que se trate de asuntos de poca monta. Y hay, probablemente, muy pocos hombres absolutamente dignos de confianza desde cualquier punto de vista. Según se dice, Talleyrand, en una conversación en la que surgió la cuestión de si hay hombres insobornables, afirmó: “Soy de fiar hasta un millón de luises de oro”. Antes de poder contestar a esa cuestión, por tanto, habría que saber a qué se pretende inducir a alguien con dinero. Romper el propósito, ante unos honorarios respetables, de no volver a dar conferencias no tiene por qué ser un defecto de carácter. Pero el número de aquellas personas que ni por un millón harían algo que no se debe hacer, probablemente no es tan pequeño. Sin embargo, entre estos puede haber muy probablemente más de uno que no justificaría la confianza de un amigo que le dejara emprender un viaje con su mujer, su esposa, a la que quiere. El poema “Zwielicht” (“Entre dos luces”) de Eichendorff reza: “Si amas a una corza más que a otras, no dejes que vaya sola”; y termina con: “Ten cuidado, permanece despierto y sereno”. ¿Es un elogio a la confianza?Todo el mundo elogia hoy la confianza, quejándose de la merma de ella que se aprecia actualmente. Por ejemplo, el presidente alemán saliente o la candidata a la presidencia de Alemania, Gesine Schwan. Ellos constatan la merma de confianza como problema social y político, mientras que yo acabo de examinar el fenómeno humano elemental, por así decir privado, de ética individual, de la confianza. Y tengo que demorarme todavía un poco más en el tema, pues, incluso si la confianza es un vivero de gran importancia social, económica y política, la multiplicación de ese vivero es un asunto puramente personal, y políticamente es tan poco producible y planificable como lo puedan ser la procreación y la fe religiosa; y ambas son de una importancia social inmensa. Lo que no significa que esos tres bienes tan escasos en la actualidad –confianza, procreación y fe- no pudieran recuperarse si se eliminan ciertas causas que contribuyeron a su debilitamiento. Pero estas causas están muy arraigadas y relacionadas, más estrechamente de lo que nos gustaría, con nuestro cómodo way of life. Por eso la mayoría de las veces los políticos rehúyen mencionarlas por su nombre. Por cierto, y dicho sea de paso, esto es aplicable también al descenso de confianza que sufren las iglesias cristianas en Alemania. Si se trata de conocer las causas, tenemos que aprender a diferenciar entre aquellas que son fatales y se resisten a nuestra influencia -ya que tienen que ver con modificaciones sociales estructurales de envergadura temporal y se sustraen por eso, en gran medida, a una actuación planificada- y aquellas causas que son accesibles a una actuación personal decidida. Dado que la confianza es un fenómeno fundamentalmente personal, se impone la suposición de que sólo podrá ser restablecida por individuos sobresalientes.
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