viernes, 27 de mayo de 2022

Exposición a la incertidumbre

Sexto fragmento de la conferencia de Robert Spaemann pronunciada en Madrid el 19 de mayo de 2005 titulada Confianza. Publicada en la revista Empresa y Humanismo Vol. IX, 2/05, pp. 131-148. El texto de la conferencia completa se puede obtener en el enlace: https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/7007/4/Confianza.pdf

VI. La confianza es una prestación adelantada

Por cierto, para la confianza en uno mismo es válido lo mismo que para la confianza en los demás. Puede ser razonable y justificada, pero también puede no serlo. Puedo haber tenido malas experiencias conmigo mismo y no sería razonable no tenerlo en cuenta. Cuando yo era director del Instituto de Filosofía de la Universidad de Munich existía la costumbre de que los profesores sacaran sin hoja de préstamo libros de la biblioteca de consulta para sus necesidades inmediatas. Suprimí esta costumbre porque tenía malas experiencias conmigo mismo en lo que se refiere a la devolución de libros después de usarlos. Di orden de que no se fiaran demasiado de mí en este aspecto. Ahora bien, tampoco es totalmente erróneo animar a alguien a tener confianza en sí mismo. Esforzándose, uno puede adquirir virtudes, es decir, buenos hábitos que todavía no tiene. La esperanza de conseguirlo da alas al esfuerzo y si uno quiere llamar autoconfianza a esta esperanza, entonces la confianza fomenta el merecimiento de confianza. Y esto es válido para cualquier confianza y hace patente que la confianza -a diferencia del comportamiento frente a aparatos- es una relación interactiva. La confianza surte efecto en la persona a la que se dispensa, y favorece el hecho de que sea digno de ella.

La situación se conoce desde siempre en la educación, pero también es válida en otras circunstancias. Una gran confianza obliga y motiva a aquel al que se le dispensa a mostrarse digno de ella y a justificarla a posteriori. De ahí se deduce que la confianza posee esencialmente la propiedad de una prestación adelantada. Incluso si es justificada a través de la experiencia de que la persona en cuestión haya sido digna de confianza, siempre queda un resto de incertidumbre objetiva, mientras aquel al que se le dispensa sea un ser libre. Pero también somos seres libres en el sentido de que no estamos definidos de una vez para siempre por lo que hicimos hasta un determinado momento. “Al que miente una vez no se le cree, incluso si dice la verdad”, es ciertamente un dicho (alemán) a tomar en serio por aquel que está tentado a mentir. Como regla apodíctica ignora, sin embargo, algo esencial en las personas: la capacidad de cambiar de actitud. Cuando se cambia, entra en vigor otra lógica que la del “al que miente una vez…”: es la lógica del perdón y de la confianza renovada. ¿Cuántas veces se puede repetir? No hay reglas. Jesús dice que setenta veces siete, pero habla del perdón y no de la confianza.

Dostoievski y su esposa Anna
Perdonar es un acto de voluntad, la confianza es un acto cognitivo, una convicción, y ésta no se puede producir y reproducir voluntariamente. Lo que se puede hacer es actuar como si uno confiara sin confiar realmente. Debe haber sido el caso de la mujer de Dostoievski, cuando éste volvió otra vez a sablearla para conseguir que le diera dinero para jugar. Era el último dinero que a ella le quedaba, una pequeña herencia. Y él le habló de una inversión de grandes perspectivas, para la cual necesitaba el dinero. Se lo dio amablemente y sin vacilar. Supongo que no le creyó ni una palabra. Pero hizo lo que le pidió. Y él ¿cómo no? lo perdió todo en el juego. Pero la vergüenza por haber abusado de la confianza -aunque no se tratase por parte de su mujer, según pienso, de confianza cognitiva, sino práctica- lo curó de una vez para siempre de su adicción al juego. Un ejemplo heroico de la fuerza transformadora de la confianza.

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