miércoles, 1 de junio de 2022

Jugársela por amor

Séptimo fragmento de la conferencia de Robert Spaemann pronunciada en Madrid el 19 de mayo de 2005 titulada Confianza. Publicada en la revista Empresa y Humanismo Vol. IX, 2/05, pp. 131-148. El texto de la conferencia completa se puede obtener en el enlace: https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/7007/4/Confianza.pdf

VII. Confiar es hacerse vulnerable

En el capítulo anterior
Perdonar es un acto de voluntad, la confianza es un acto cognitivo, una convicción, y ésta no se puede producir y reproducir voluntariamente. Lo que se puede hacer es actuar como si uno confiara sin confiar realmente. Debe haber sido el caso de la mujer de Dostoievski, cuando éste volvió otra vez a sablearla para conseguir que le diera dinero para jugar. Era el último dinero que a ella le quedaba, una pequeña herencia. Y él le habló de una inversión de grandes perspectivas, para la cual necesitaba el dinero. Se lo dio amablemente y sin vacilar. Supongo que no le creyó ni una palabra. Pero hizo lo que le pidió. Y él ¿cómo no? lo perdió todo en el juego. Pero la vergüenza por haber abusado de la confianza -aunque no se tratase por parte de su mujer, según pienso, de confianza cognitiva, sino práctica- lo curó de una vez para siempre de su adicción al juego. Un ejemplo heroico de la fuerza transformadora de la confianza.

En este capítulo

Pero sigue siendo un ejemplo particular. De ahí no se puede deducir que cualquier confianza produce su propia justificación. En el caso de Dostoievski se añade una cosa sustancial: el amor. La confianza no puede mostrarse de otra forma que no sea haciéndose vulnerable el que confía: él se entrega voluntariamente a una situación de debilidad, aunque tal vez a la larga surja de ella una situación de fuerza. El que ama siempre se halla en una situación de debilidad, y el que ama está dispuesto a dispensar una porción de confianza no justificable objetivamente o a través de la experiencia. La mujer de Dostoievski estaba dispuesta a perder la apuesta; sólo por este motivo, ganó; y sólo pudo ganar porque Dostoievski sabía que ella le amaba.

Esto no se aplica a todas las relaciones de confianza. No se aplica a la confianza económica, ni a la confianza dentro de las empresas, ni a la confianza en política; en ámbitos, por tanto, en los que ella es de suma importancia. También aquí es válido, sin embargo, que confiar significa volverse vulnerable. El problema reside en el hecho de que en estos casos la prestación previa de confianza ya no se puede entender como prolongación de aquella confianza originaria que desarrollamos de niños.

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