Controversias morales
continuación
Éticas adecuadas a la naturaleza de la cosa son las decisiones que se ajustan a la jerarquía de los bienes implicados en una situación. Que esa jerarquía de bienes o de valores es objeto de controversia es una objeción que se oye con frecuencia. En realidad, lo único que sucede es que no llama la atención que en la inmensa mayoría de los casos la jerarquía no sea objeto de controversia, y que además para solucionar muchas de las controversias restantes bastaría empezar formulando las preguntas abiertamente y con claridad.
En vez de desarrollar esto con más detalle, quisiera hacer aquí algunas observaciones acerca de por qué la moralidad humana sólo puede existir cuando conforma algo así como un ethos profesional particularizado. Ya mencioné antes una razón a favor de ello: que el agente queda hasta cierto punto eximido de reflexionar. En cambio, cuando se difunde una concepción errónea de la responsabilidad resulta inevitable establecer una exigencia de reflexionar excesiva.
El modo más sencillo en que puedo aclarar qué quiero decir es hacer referencia a una quaestio de la Summa theologica de Tomás de Aquino (S. Th., I-II, q. 19, arto 10). Tomás de Aquino se pregunta en ella si siempre tenemos que hacer lo que Dios quiere, y su respuesta es: no. Y es que no sabemos en modo alguno qué quiere Dios. Más bien tenemos que hacer aquello que Dios quiere que nosotros queramos. Esto sí que podemos saberlo, pues nos lo enseña la razón moral. Pero esto es enteramente diverso en cada profesión específica.
El ejemplo que pone santo Tomás es el siguiente: el juez está obligado a dar con un criminal y administrarle el castigo que le corresponde. En cambio, la mujer del delincuente está obligada a ayudar a su marido a esconderse. Pues, como dice santo Tomás, ha de procurar el bonum privatum familiae, mientras que el juez ha de ocuparse del bonum civitatis. El bonum universi no tiene que procurarlo ninguno de los dos, pues ninguno sabe con exactitud en qué consiste. Procurarlo es cosa de Dios. El temor de Dios del juez, al igual que el de la mujer, se muestra en que ninguno de ellos persiga su objetivo fanáticamente, a cualquier precio y sin respetar el deber del otro, sino en que esté dispuesto a respetar el resultado que se derive al final del juego encontrado de sus esfuerzos.
El bien del todo se procura mejor si cada uno asume su responsabilidad específica que si se siente responsable del todo directamente. La obligación inmediata de cada persona de servir a una totalidad que en realidad no es accesible a nadie es el rasgo distintivo del totalitarismo. El totalitarismo no puede aceptar algo así como un ethos profesional específico.
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