jueves, 2 de julio de 2020

Ensoñaciones éticas

Quinto fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado Die Herausforderung des arulichen Berufsethos durch die medizinische Wissensehaft publicado en Medizinische Klinik, número 86 (1991). pp. 598-600, cuya reproducción traducida está extraída del libro de la editorial Eiunsa Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar con el título El desafío planteado por la ciencia médica al ethos profesional del médico.


Responsabilidad desmedida


El bien del todo se procura mejor si cada uno asume su responsabilidad específica que si se siente responsable del todo directamente. La obligación inmediata de cada persona de servir a una totalidad que en realidad no es accesible a nadie es el rasgo distintivo del totalitarismo. El totalitarismo no puede aceptar algo así como un ethos profesional específico.


continuación



Ni el del médico, ni el del jurista, ni el del soldado. Pues todo ethos profesional, también el del soldado, crea una cierta distancia del individuo respecto de la totalidad política en la que vive. Sirve a ese todo, pero tiene que responder por sí mismo de la forma de su servicio, y nadie puede exigirle que sea capaz de todo. Alguien que es capaz de todo y para el que nada es sagrado, alguien que es un dócil instrumento en manos de servidores de un aparato que se las dan de representantes del todo político, es una persona sin honor. Un viejo principio prusiano rezaba así: al rey le pertenece mi vida, pero mi honor no (1). El honor, la honra del propio estamento o corporación, están directamente vinculados al ethos profesional.

Un ejemplo de la corrupción del ethos profesional médico son los psiquiatras soviéticos que se entienden a sí mismos directamente como agentes del bien común, de un bien común definido ideológicamente. Y está definido ideológicamente todo bien común que no surge de la confluencia de ámbitos bien perfilados, distintos entre sí y que impliquen responsabilidades éticas específicas. La responsabilidad es específica de cada situación. Esto no quiere decir que sea distinta en cada situación. Existen situaciones típicas, y por ello también ámbitos de responsabilidad típicos y bien definibles. De suyo única e irrepetible lo es solamente la situación global del mundo en un determinado instante. El concepto de responsabilidad queda disuelto si se amplía excesivamente el concepto de situación y se entiende por situación aquélla en que se encuentre en cada momento el mundo en su totalidad. A una situación así definida no podemos reaccionar adecuadamente en modo alguno.

A este respecto la distinción de Max Weber entre ética de los principios y ética de la responsabilidad ha causado una gran confusión. En Max Weber tiene un sentido que se puede indicar con exactitud. Pero hoy en día se abusa de ella en todas partes -son sobre todo los políticos quienes lo hacen- dándole un sentido que destruye de raíz el concepto de responsabilidad. Y es que hoy en día todo el mundo dice ser un seguidor de la ética de la responsabilidad. La ética de los principios huele a fanatismo ajeno a la realidad del mundo y que, ciego para las consecuencias de su actuar, se contenta con aplicar al pie de la letra los principios correctos.
Max Weber

Lo que hoy en día se entiende en múltiples ocasiones por «ética de la responsabilidad» es en realidad exactamente idéntico a la denominada ética de los principios. Y es que ambas se rigen por algo que el agente se figura en su cabeza que es lo mejor del mundo. De hecho, el actuar ético es siempre un actuar responsable. La alternativa no reza en modo alguno «principios o responsabilidad», sino que la pregunta es: «¿Quién es responsable y de qué?». Cuando se utiliza la expresión «ética de la responsabilidad» para obligar a todos y cada uno directamente a servir al bien de la humanidad en su conjunto, ese concepto destruye todo ethos profesional específico.

(1) “El general prusiano Von der Marwitz en la guerra de Sajonia recibió el encargo del rey de Prusia de saquear y destruir el castillo del rey sajón en Dresde. Él se negaba a hacer eso. El rey le hizo saber que, a título de rey, podría hacerlo fusilar por insubordinación. A esto replicó Marwitz: «Al rey le pertenece mi vida, pero no mi honor».” (Robert Spaemann: Sobre Dios y el mundo: Una autobiografía dialogada)

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