domingo, 17 de enero de 2021

Procedencia argumental

Quinto fragmento de la Conferencia titulada Lo ritual y lo moral, presentada en las XL Reuniones Filosóficas, que bajo el título De la ley a la virtud. Proyecciones de la filosofía moral de Cicerón en el pensamiento europeo * tuvieron lugar en Pamplona los días 2, 3 y 4 de mayo de 2001. Publicado en Anuario Filosófico de la Universidad de Navarra, volumen 34, número 3 (2001), páginas 655 a 672. 

Tensión entre lo útil y lo bello

...la norma específicamente ética no puede ser la racional funcional. Ciertamente Aristóteles mantiene la eudaimonia como principio unificador de la ética y la define como el anthropinon agathon. Pero este telos no es externo a las acciones que se deriven a su realización. Y tampoco es apto para deducir de él normas de actuación. Es el telos de todas las acciones humanas, pero no en el sentido en que la casa lo es del construir, sino tal como el organismo es telos de la actividad de los órganos. Como dijera Kant, el organismo y los órganos se comportan recíprocamente como medio y como fin.

continuación

La vida buena consiste en las actuaciones a través de las cuales se realiza. El concepto de la eudaimonia designa la totalidad de una vida logradaIncluye lo moral como lo bello, pero lo bello no puede deducirse de su concepto. Lo precede y lleva rasgos rituales. Frente a aquél que realmente lo niega radical y consecuentemente, no se puede fundamentar. Esto se hace muy patente al final del Gorgias frente al inmoralismo de Calicles. Y Aristóteles escribe claramente en su Tópicos que aquél que dice que no se debe venerar a los dioses o los propios padres no merece argumentos, sino una reprimenda. Se sitúa fuera de lo que los chinos llaman Tao y con ello, fuera de lo divino y de lo humano. Uno no tiene obligación de escuchar un argumento. Se puede, como Calicles, salirse del ritual del discurso, del intercambio ordenado de afirmación y réplica. El rito procede del argumento. Pero también lo bello puede renunciar al argumento, pues, se puede argumentar sobre todo. Y el que resulta más débil argumentando tiene por qué carecer de razón.
 
Esto se hace particularmente patente en la Antígona de Sófocles. Aquí es Creonte, el tirano, el que argumenta y se apoya en la razón de estado, que exige que el rebelde sea echado como carroña a los buitres. Pero Antígona se ampara en un nomos más antiguo, que exige que se entierre al hermano. "Nadie sabe de dónde procede este nomos". La inmemorabilidad del origen pertenece al rito y le exime de la obligación de justificarlo. El único argumento de Antígona es: "No estoy aquí para odiar, sino para amar". Demuestra que para ella, para Sófocles, la realización del rito del entierro, incluso a costa de la propia vida no es la sumisión a un ciego tabú sino a un acto de amor. Pero lo que manda el amor no es resultado de deseos arbitrarios de la subjetividad propia o ajena, sino de la ley inmemorial del rito funerario. Al fin y al cabo, se trata del propio hermano. Tobías enterró bajo peligro de muerte a sus hermanos israelitas. Los cristianos primitivos recorrían la playa de Ostia, recogiendo cadáveres de náufragos que luego enterraban. "Enterrar a los muertos", incluso a muertos desconocidos, era una obra de misericordia. Y ello a pesar de que según su fe esta obra de caridad ritual ya no aportaba nada al destino del muerto en el más allá. Aquí el rito se ha desprendido totalmente de toda ponderación final-racional y mágica. Puro amour gratuit.
 
El culto a los muertos es el signo de humanidad más antiguo que conocemos. Y no es casualidad que en nuestra época de moral utilitarista se considere un acto de consideración con respecto a los supervivientes el liberarlos por testamento de cualquier obligación de culto a los muertos disponiendo la eliminación anónima de las cenizas. Es el enterramiento como recogida de basura. El rasgo más antiguo de humanidad corre peligro de desaparecer cuando la moral consiste sólo en obligaciones de optimización. En Atenas nadie podía revestir un cargo público si no podía demostrar que las tumbas de sus antepasados se encontraban en un estado digno. No se creía que alguien fuera capaz de preocuparse por los vivos si no había dado a los muertos lo que les corresponde. No se confiaba en que alguien pudiera fomentar de modo duradero lo útil para todos si antes no había realizado lo bello, y en un ámbito situado ciertamente más allá de toda utilidad.
 

ADVERTENCIA a los que hayáis leído la anterior publicación antes de ser corregida. La parte final del escrito estaba mal transcrita. En la parte superior de esta publicación podéis ver la transcripción correcta.

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