Sexto fragmento de la Conferencia titulada Lo ritual y lo moral, presentada en las XL Reuniones Filosóficas, que bajo el título De la ley a la virtud. Proyecciones de la filosofía moral de Cicerón en el pensamiento europeo * tuvieron lugar en Pamplona los días 2, 3 y 4 de mayo de 2001. Publicado en Anuario Filosófico de la Universidad de Navarra, volumen 34, número 3 (2001), páginas 655 a 672.
Ser y deber ser
En Atenas nadie podía revestir un cargo público si no podía demostrar que las tumbas de sus antepasados se encontraban en un estado digno. No se creía que alguien fuera capaz de preocuparse por los vivos si no había dado a los muertos lo que les corresponde. No se confiaba en que alguien pudiera fomentar de modo duradero lo útil para todos si antes no había realizado lo bello, y en un ámbito situado ciertamente más allá de toda utilidad.
continuación
En la estela de la filosofía europea clásica, la ética filosófica no se alinea con la ilustración utilitarista que entiende cualquier actuación como un hacer y que reconoce como única fuente de justificación moral la máxima utilidad a largo plazo. Pero, por otro lado, la ética filosófica tampoco renuncia a pensar lo inmemorial. Pero ¿qué significa pensar lo inmemorial? ¿Significa acaso traerlo al ámbito de lo pensable, hacerlo conmensurable y referirlo funcionalmente a objetivos finitos, como por ejemplo el objetivo de la supervivencia de la humanidad, tal como nos recomienda Hans Küng?
G. E. Moore habló frente a tales intentos de la naturalistic fallacy (1) y reconoció así la tesis platónica de que el pensamiento del "bien como tal" es de una especie distinta que el pensamiento de lo finito, del mismo modo que la visión de la luz es algo distinto de la visión de las cosas iluminadas. Pero Kant, en el camino que va entre la Fundamentación de la metafísica de las costumbres a la Crítica de la razón práctica llegó a la convicción de la indeducibilidad por principio de la razón y del mandamiento de la razón (2). La razón no se puede justificar a sí misma, al igual que tampoco puede justificar la idea de Dios. Pero le es propio poder pensar la injustificabilidad y la incondicionalidad como límite constitutivo de la misma. La frase de Hume, "we never advance one step beyond ourselves", se refuta al pronunciarla. Sólo es aplicable a seres que no pueden pensarla ni pronunciarla.
La cuestión es cómo se puede operacionalizar la idea de lo incondicional. Ningún fin que nos podamos proponer realizar es incondicionado. Lo incondicionado en modo alguno está abocado a su realización. No es ningún "deber". Para lo incondicionado se aplica lo que Hegel dice en la introducción a la Fenomenología del espíritu: "Si no estuviera ya y quisiera estar con nosotros de por sí se burlaría de la astucia que intenta apoderarse de él" (3). Y cuando Kant habla del hombre como fin en sí mismo, no quiere significar ni a un superhombre por realizar ni que tengamos obligación de engendrar hombres. Frente a la finalidad incondicionada no podemos comportarnos poéticamente, sino solo prácticamente. Tenemos que respetarla al perseguir nuestros fines parciales como una condición limitadora, también incluso cuando supuestamente actuamos a su servicio. Si Kant considera inmoral mentir a un hombre con el fin de ayudarle, esto quiere decir: incluso allí donde convierto en fin la utilidad del otro tengo que someterla a las condiciones que se deducen del respeto que le debe.
El respeto no exige ser "realizado", sino ser "representado". Lo incondicionado se hace presente a través de la representación, es decir, simbólicamente. En Kant esta representación se reduce a las limitaciones de nuestro albedrío que supone el respeto. Así por ejemplo la mentira actúa contra la autoestima, pues ésta exige que la persona se manifieste en el discurso. Y lo hace sólo cuando el discurso es sincero. Como protestante ilustrado, Kant no aceptaba la idea de una transformación positiva de la voluntad humana a través del amor divino, es decir, la posibilidad de una voluntad santa, ni tampoco la presencia real de lo divino en el ritual. Una voluntad santa no sería, por lo demás, más que voluntad finita, sus fines permanecerían finitos y la limitación por el respeto de las actuaciones orientadas hacia estos fines seguiría constituyendo el criterio para apreciar si es realmente el amor el motivo fundamental de la acción. Se trata de un criterio meramente negativo. No existe representación positiva adecuada del motivo del amor o del respeto a través de determinadas actuaciones. Tomás de Aquino escribe que no existe ninguna acción realizada por amor que no se pudiera llevar a cabo también sin amor. Sin embargo, existe un criterio negativo para la falta de amor. Consiste en la omisión de acciones que son incompatibles con el respeto.
(1) El término "falacia naturalista" es empleado, fundamentalmente por quienes aceptan el no-naturalismo metaético, para nombrar la identificación de una propiedad moral con una propiedad natural... George Edward Moore, en su obra Principia Ethica (1903), acusa al naturalismo metaético (que sostiene que las propiedades morales son propiedades naturales) de incurrir en una falacia al confundir "bueno" con "lo bueno"... Fue inicialmente planteada por el filósofo inglés Henry Sidgwick, aunque es más conocida gracias a su discípulo George Edward Moore... Describe el sesgo cognitivo de pensar que lo natural es inherentemente bueno, o que lo innatural es inherentemente malo. Referencia: https://es.wikipedia.org/wiki/Falacia_naturalista
(2) Fragmento de Imanuel Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Capítulo Segundo:
"La representación de un principio objetivo, en tanto que es constrictivo para una voluntad, llámase mandato (de la razón), y la fórmula del mandato llámase imperativo.
Todos los imperativos exprésanse por medio de un «debe ser» y muestran así la relación de una ley objetiva de la razón a una voluntad que, por su constitución subjetiva, no es determinada necesariamente por tal ley (una constricción). Dicen que fuera bueno hacer u omitir algo; pero lo dicen a una voluntad que no siempre hace algo por sólo que se le represente que es bueno hacerlo. Es, empero, prácticamente bueno lo que determina la voluntad por medio de representaciones de la razón y, consiguientemente, no por causas subjetivas, sino objetivas, esto es, por fundamentos que son válidos para todo ser racional como tal. Distínguese de lo agradable, siendo esto último lo que ejerce influjo sobre la voluntad por medio solamente de la sensación, por causas meramente subjetivas, que valen sólo para éste o aquél, sin ser un principio de la razón válido para cualquiera." Referencia: https://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiamedievalymoderna/Kant/PrincipiosPracticos.htm
(3) Hegel: Fenomenologia del espíritu. Pre-textos, 2009. (Trad. M. J. Redondo). Fragmento de la Introducción: "Es una idea muy natural la de que antes de llegar en filosofía a la cosa misma es decir, el conocimiento real de aquello que es en verdad [de aquello que es la verdad], es necesario entenderse acerca del conocimiento, el cual se considera el instrumento con el que uno se apoderaría de lo absoluto [o del Absoluto] o el medio a través del cual se lo mira… Pues, si lo absoluto hubiéramos de acercárnoslo mediante el instrumento, pero sin cambiar nada en él, como cuando se prende el pájaro mediante el lazo, entonces lo absoluto, si no estuviera ya en y por sí en nosotros, ni quisiera estarlo, se burlaría de esa argucia; pues una traza o ardid o argucia sería en este caso el conocimiento, ya que con tan múltiples esfuerzos se da a sí mismo el ademán o la pinta de estar impulsando algo completamente distinto que el establecer solamente una relación inmediata y, por tanto, exenta de tales esfuerzos."
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