martes, 26 de diciembre de 2017

El ser y la apariencia

Sexto fragmento de la conferencia de Robert Spaemann¿Qué significa el arte imita la naturaleza? recogido de dspace.unav.es/bitstream/10171/8633/1/REV_2_04.pdf

Arte que imita al arte

En la simulación técnica, la diferencia de la simulación respecto de lo simulado, el carácter de imitación como imitación, no es temático. Al contrario, cuanto menos un corazón artificial se distinga del natural tanto mejor. Uno está pensado para sustituir al otro.

(continuación)


Uvas pintadas por Zeuxis
Antes de pasar a las dos significaciones restantes de la "imitación de la naturaleza" quisiera hablar de otra imitación: de la imitación del arte a través del arte. Aquí tampoco tiene lugar una diferencia entre la simulación y lo simulado. El zapato del zapatero es fruto de la imitación del arte de hacer zapatos de su maestro. El modelo básico de este tipo de imitación es como el de la adquisición de la capacidad de hablar del niño. Las palabras que hablamos no las hablamos para mostrar cómo hablaron nuestras madres. No significan otras palabras, sino cosas y hechos. Sin embargo, forma parte de las particularidades antropológicas que los hombres puedan pronunciar también palabras que signifiquen palabras, pueden efectuar gestos que signifiquen gestos.

Zeuxis
Podemos narrar y representar a alguien lo que dijo otro y cómo se ha movido. Podemos hacer teatro y matar a un hombre; pero no de verdad, si no la pieza se cancelaría inmediatamente. Ni matamos ni hacemos algo semejante a matar. No simulamos el homicidio a través de algo análogo, artificial, sino que no matamos de ninguna manera; lo que hacemos es hacer como si matáramos. Pero no es la intención hacer creer que aquí se mata de verdad, pues en este caso cualquier hombre honesto se precipitaría sobre el escenario para impedir un crimen. La simulación no está destinada a engañar. La imitación de lo natural entre actores, pintores y escultores se posibilita a través de dos circunstancias de las que una es válida para todos los seres vivos, la otra exclusivamente para los hombres. La primera circunstancia es la dualidad entre ser y apariencia. El ente no se muestra para los seres vivos como él mismo, sino, como reza el adagio escolástico, "Quodquod recipitur, secundum modum recipientis recipitur" *. Se presenta de modo perspectivista, es decir, a través de la generación de una imagen en la que aparece. Por ello, se puede engañar a los seres vivos, pues el fenómeno puede ser mera apariencia. Los animales engañados se comportan después de un modo que resulta perjudicial para sus intereses.

La segunda circunstancia es la siguiente: los hombres conocen la diferencia entre el ser y la apariencia. Esta diferencia es el tema más antiguo de la filosofía. Los hombres poseen la idea del ser como ser uno mismo, más allá de todo lo que se muestra. Pueden usar este saber para engañar, para producir expresamente apariencias; por ejemplo tocando una tela de araña con un diapasón cuya vibración induce a la araña a precipitarse sobre una presa inexistente. Los hombres pueden engañarse entre sí. Pero los hombres también pueden crear entre sí una apariencia de la que ambos saben que es apariencia. El que cita las palabras de otro puede esperar que el destinatario de este discurso no vaya a considerar estas palabras como procedentes del que las pronuncia.

Muerte de Dido
pintada por Rubens
Zeuxis se jactó de que los pájaros picoteaban sus uvas pintadas. Seguramente ustedes no lo habrán hecho, pero una conocida mía es capaz de atraer a los cucos porque puede imitar engañosamente su canto. Mas el artista imitador sólo es admirado por aquéllos que no se dejan engañar o sólo una vez terminado el engaño. En realidad, el artista no quiere engañar sino que quiere que su cuadro tenga un aspecto engañoso sin engañar. Ya San Agustín reflexionó sobre el hecho de que en su juventud al leer a Virgilio vertió lágrimas con motivo de la muerte de Dido. La apariencia nos capta, nos mueve hasta las lágrimas. "Tiene aspecto de triste" pero en realidad no vuelve triste. Del efecto estético de la obra de arte podemos deducir una característica específica de la personalidad: la distancia frente a la propia naturaleza, la consciencia de sí mismo, la capacidad de poder volver a comportarse de modo sensible, pensante y volitivo frente al propio sentir, pensar y querer. Con todo, existe, sin embargo, una asimetría extraña entre los sentimientos positivos y negativos.

*Quodquod recipitur secundum modum recipientis recipitur: Expresión procedente de la filosofía escolástica utilizada por Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica para tratar Sobre la infinitud de Dios (Parte I, cuestión 7, artículo 1º) -ver hjg.com.ar/sumat/a/c7.html-.  Al buscar el significado suele expresarse: "'Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur', que entre otras muchas traducciones del latín podría expresarse como 'Lo que se recibe, se recibe en la medida del recipiente'. Esto viene a ser que recibimos la información o el conocimiento que nos proviene del mundo exterior, dada la capacidad, la inteligencia o experiencia de quien lo recibe." (www.laguarida.es/2017/04/quidquid-recipitur-ad-modum-recipientis.html)

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