Asimilados o contrapuestos
Tumba del pintor Raffaello Sanzio |
Hay más implicaciones. Los cuadros de Rafael sólo pueden competir con las creaciones de la naturaleza y ser mejores que éstas si realmente pretenden conseguir algo comparable y, por tanto, poder ser medidas con los mismos criterios. Esto presupone a su vez que la naturaleza realmente quiere algo; pretende una cosa respecto de la cual puede haber una competencia, si bien una competencia que también es algo así como una parte de ella misma, y ciertamente la parte mejor, de modo que su muerte, de alguna manera, es su propia muerte.
Desde que existe la reflexión sobre el arte, se ha afirmado siempre la posibilidad de una comparación de esta índole; es más, se ha considerado esta posibilidad de comparar constitutiva del arte. Si un producto humano tiene arte o no lo tiene y es meramente casual, todo ello debía ser resultado en cierto modo de su similitud con la naturaleza. El arte imita la naturaleza, así se dice de modo lapidario en el diálogo platónico Protagoras, con lo cual, al parecer, se presupone la primacía de la naturaleza. La ley y el arte, como también se dice en el Protagoras, “surgen las dos de la naturaleza o de algo que no es inferior a la naturaleza”. Esto significa, en primer lugar, simplemente que el hombre, que produce obras de arte, no ha sido él mismo creado por el arte, sino que es physei, naturaleza, es decir, un ser natural.
¿No obliga esto a designar sus productos intencionados como naturales? ¿No consideramos ‘naturales’ también los nidos de pájaros o los panales de las abejas? Pero, en este caso, ¿no será naturaleza todo? Si fuese así, el concepto de naturaleza y de lo natural perdería su sentido diferenciador que sólo adquiere en parejas conceptuales polarizadas; así, cuando hablamos de lo natural y lo convencional, de naturaleza y libertad, de lo natural y lo violento, de lo natural y lo razonable, y precisamente también de la naturaleza y del arte, de lo natural y lo artificial ¿Qué es lo que distingue las obras de arte humanas de los panales de abejas y de los nidos de pájaros? O, como observó Demócrito, ¿por qué los hombres al construir casas o al tejer y zurcir son discípulos de los animales y no al revés?
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