lunes, 30 de noviembre de 2020

El ser de los valores

Octavo fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado Daseinsrelativität der Werte publicado en Henkmann, W., Leonardy, H. (eds.): Person und Wert. Schelers «Formalismus» - Perspektiven und Wirkungen, Freiburg, 2000, pp. 29-46; cuya reproducción traducida está extraída del libro de la editorial Eiunsa Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar con el título La relatividad existencial de los valores


Objetos intencionales


La radicalidad del relativismo cultural de Scheler va así pues estrechamente ligada a su absolutismo del valor. Sólo si partimos de que los valores y las jerarquías de valor vigentes en una sociedad determinada tienen un carácter objetivo y absoluto habremos de tomarlas en serio y no podremos reducirlas a supuestas estructuras de intereses iguales para todos los hombres...


continuación


Epígrafe II

Estricta objetividad de los valores, por una parte, y perspectivismo condicionado por los intereses en su percepción y selección, por otra: la relación de estas dos determinaciones en Scheler sólo puede dilucidarse realmente si precisamos más en detalle lo que para Scheler significa
«objetividad» o, lo que es lo mismo, carácter absoluto de los valores. Para aclarar esto, es útil que nos fijemos en la crítica de Scheler a la recepción de su teoría por parte de Nicolai Hartmann.
 
En la segunda edición del Formalismo se refiere Scheler a esa recepción y desarrollo en la Ética de Hartmann, que con relación al Formalismo reivindica aproximadamente el lugar que en Kant ocupa la Metafísica de las costumbres con respecto a la Crítica de la razón práctica. Scheler aprecia esta empresa desde varios puntos de vista. Sin embargo, rechaza con inusual severidad como afilosófico el modo en que Hartmann piensa el ser «objetivo» del mundo de los valores. Habla de un «objetivismo y ontologismo que petrifican el espíritu vivo», de un «ontologismo realista y un objetivismo esencialista de los valores demasiado palmarios», y continúa: «No puedo por menos de rechazar ya por principio del ámbito de la filosofía un cielo de valores e ideas que debiera existir con total independencia de la naturaleza de los actos intelectuales y de su ejecución posible, con independencia no sólo del hombre y de la conciencia humana, sino de la naturaleza y la actuación de un espíritu vivo en general» (Gesammelte Werke, vol. 2, p. 21).

¿De qué tipo es el
«ser» de los valores? Hartmann se había quitado de encima esta pregunta, dentro ya de su propia metafísica, mediante su crítica de la diferencia entre ser-así y existir. Según esto, no hay en absoluto diversos modos de existir, de ser. Las personas, los animales, los números, las ideas, los valores, son o no son. Existir significa siempre lo mismo. Y, naturalmente, lo mismo vale para los actos en los que este ser-en-sí es captado. Hartmann escribe: «El hacer referencia al ser-en-sí ideal se encuentra por completo en el mismo plano que el hacer referencia al ser-en-sí real» (6).

Existencia no significa otra cosa que independencia y carácter de distinto que posee un ser-así. Si entonces los valores no son actos de poner y no son producto de valoraciones subjetivas, eso significa per definitionem que son, en cualquier sentido pensable de la palabra «ser». Con ello, naturalmente, no niega Hartmann que a determinados valores corresponden en cada caso determinadas relaciones. El valor de una virtud implica la referencia a personas como sus posibles portadores, el valor de lo útil la referencia a seres vivos para los que lo útil es útil. Pero esta relación, por su parte, es de nuevo una relación ideal inmanente al valor que es en sí. «El ser-para-mí de los bienes se basa en el ser-en-sí de los valores de los bienes» (7). Pero la existencia de estos valores no es sólo independiente de la existencia real de sus portadores, sino también de la posibilidad de actos intelectuales en los cuales vienen a darse de hecho. El reino de los valores, escribe Hartmann, «se encuentra más allá de la realidad de igual modo que más allá de la conciencia» (8).

Aquí se inscribe la objeción de Scheler. Los valores, al igual que los números, son objetos intencionales cuyo ser es el posible ser-objeto en actos intencionales. Sin referencia a esta posibilidad, hablar de valores tiene tanto sentido como hablar de colores sin referencia a un posible ver.

 
 
 
(6) Nicolai Hartmann: Ethik, Berlin, 1926, p. 138. Cfr. al respecto y en lo que se refiere a las explicaciones siguientes la tesis doctoral de Kita, B: Phänomenologie und Pragmatismus, München. 1998.
(7) Ethik, p. 127.
(8) Ibíd., p. 140.

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