domingo, 26 de marzo de 2017

Evolución y autocomprension (3)

Del libro de Robert Spaemann LO NATURAL Y LO RACIONAL. ENSAYOS DE ANTROPOLOGÍA. Título original: Das Natürliche und das Vernünftige. Aufsatze zur Anthropologie, Piper, München-Zürich, 1987. Traducción: Daniel Innerarity y Javier Olmo. Segundo ensayo: Ser y haber llegado a ser. ¿Qué explica la teoría de la evolución?

5. Evolución y autocomprensión

continuación

Mientras que desde el punto de vista de la autocompresnsión humana el paradigma científico de la evolución es neutral, no lo es cuando se vincula con aquella interpretación filosófica que, siguiendo a Hans-Eduard Hengstenberg, llamaré “evolucionismo”. En el debate actual lo que se discute propiamente es esta interpretación. De otra manera no sería comprensible por qué la teoría de la evolución se propaga desde hace algún tiempo con tal énfasis, en lugar de avanzar tranquilamente como programa de investigación y probar su rendimiento. Detrás de la propagación del evolucionismo tiene que haber un motivo ideológico.

Se puede resumir todo el problema en un único punto, a saber, en el uso de la palabra “evolución” en lugar de la más antigua “descendencia”. La palabra “evolución” es una metáfora que, casi inevitablemente, sugiere una interpretación errónea, es decir, incompatible con lo que sabemos de nosotros mismos. La palabra está tomada de las transformaciones que se efectúan en un organismo desde su comienzo hasta su madurez. Esta palabra se transfiere al origen de los organismos. La aplicación a la serie de los seres vivos sugiere, en primer lugar, una interpretación lamarckiana de esta serie. Pero, sobre todo, sugiere que la historia natural consistiría en una modificación de los estados de un sustrato idéntico. Sugiere que habría un “algo” que “se desarrolla”.


Pero esto es incompatible con nuestra experiencia de la identidad. Ninguno de nosotros se expresaría diciendo: “mi padre se ha transformado en mí”. Tal modo de hablar sería admisible, a lo sumo, para organismos unicelulares, que se multiplican por división de la célula. De hecho, mi padre y yo estamos uno frente al otro como individuos autónomos. Y esto tiene incluso una significación esencial para la realización del hombre. El hombre sólo se realiza por la comunicación con alguien personal frente a él, con el que entra en trato recíproco. Los estados de un sustrato homogéneo siguen el uno al otro, pero no actúan recíprocamente. Su sucesión se modifica, más bien, por efectos externos.

Sin embargo, el evolucionismo sólo entiende las cosas, las unidades sustanciales, como estados de algo diferente. ¿De qué? De un sustrato que está en el fondo. Me parece que aquí está la cuestión decisiva. Esta cuestión se puede abordar también desde el análisis del lenguaje, preguntando si a la distinción entre expresiones de este tipo y diferentes predicados corresponde algo prelinguístico. La traducción de la frase “los leones rugen” por la frase “para algunos x, es verdad que x es un león y que x ruge” no permite destacar la diferencia entre los dos predicados que aquí se enuncian con una x. Aristóteles expresó esta diferencia así: cuando el león deja de rugir hace algo diferente en lugar de eso. Cuando deja de ser león no es algo diferente en lugar de eso, sino que ya no es, ha dejado de existir. En lugar de él existe algo diferente. En un caso se trata de transformaciones (alloiosis), de las que depende el ser así o de otra manera; en el otro se trata del originarse y perecer (genesis), en lo que está en juego el ser o no ser. La lógica de ambos procesos, la lógica del ser así o de otra manera y la del ser o no ser, no es la misma.

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