Décimo fragmento del artículo de Robert Spaemann titulado Die Herausforderung des arulichen Berufsethos durch die medizinische Wissensehaft publicado en Medizinische Klinik, número 86 (1991). pp. 598-600, cuya reproducción traducida está extraída del libro de la editorial Eiunsa Robert Spaemann: Límites. Acerca de la dimensión ética del actuar con el título El desafío planteado por la ciencia médica al ethos profesional del médico.
Construyendo un ser humano a medida
...me gustaría discutir tres tipos de cirugía genética: la clonación, las intervenciones sobre el genoma con la finalidad de mejorar la naturaleza humana y las intervenciones con el objetivo de eliminar enfermedades.
continuación
En mi opinión, el argumento más importante acerca del tema «clonación» ha sido expuesto ya por Hans Jonas. Un clon es un gemelo univitelino trasladado en el tiempo. Contra su producción es válido de entrada el argumento que ya he mencionado en relación con la fecundación in vitro, esto es, contra el intento de hacer hombres. En la clonación no sólo se fuerza a un hombre a existir, sino que también su modo de existir es sometido al dominio de otros. Con todo, no en el sentido de hacer un nuevo hombre por bricolaje, sino en el sentido de copiar un hombre ya existente. A ese respecto el desplazamiento temporal del gemelo es la auténtica injusticia.
Los gemelos de la misma edad tienen cada uno de ellos un futuro abierto que ellos mismos configuran. Sólo mirando hacia atrás pueden constatar ciertos patrones comunes en su biografía. A ese futuro abierto tiene derecho todo hombre. Ese derecho se viola cuando alguien tiene ya a la vista a su gemelo en un estadio de su vida 35 años posterior. O bien queda paralizado por el fatalismo, o bien sufre bajo una insoportable presión derivada de la expectativa del entorno de que alcance los mismos logros que su gemelo, o bien se dirige, lleno de encono, contra ese modelo y contra su propia naturaleza y hace lo contrario de aquello a lo que sus
inclinaciones lo empujan: una dependencia invertida respecto del gemelo de más edad. Una terapia dirigida a hacerse sencillamente independiente de la imagen del de más edad llevaría todo el proceso de la clonación ad absurdum. Pues el sentido que tenía era precisamente producir una copia. Con todo, los proyectos de tecnología genética persiguen hoy en día la mayor parte de las veces propósitos de mejora de la herencia, es decir, apuntan a mejorar la especie humana.
Contra proyectos de este tipo existen las siguientes razones:
1. Es un desatino pensar que la planificación racional es superior al desarrollo «natural» resultante de millones de diminutos pasos. En el campo de la economía podemos considerar demostrado a estas alturas que las planificaciones racionales globales son inferiores a esa confluencia de incontables actos de trueque diarios a la que denominamos «mercado». Los países sometidos a un dominio totalitario necesitan décadas, quizá un siglo y más, para recuperarse de las consecuencias. Sin embargo, en último término esos daños son reversibles. Otra cosa es lo que sucede con la planificación genética a gran escala. «Pero», se podría objetar, «no se busca en modo alguno someter el genoma humano, con propósitos de mejora de la especie, a una administración centralizada. Las mejoras se dirigirán únicamente a los genomas de individuos concretos y de sus descendientes. Una mejora de la especie humana sería en todo caso la consecuencia a largo plazo de incontables intervenciones individuales de mejora».
La verdad es, sin embargo, que con cada una de esas intervenciones estamos cometiendo un exceso. No reducimos la contingencia, el carácter casual de la evolución natural, sino que la incrementamos al hacer que las preferencias contingentes de individuos concretos o de generaciones concretas tengan efectos irreversibles de unas dimensiones de las que nunca podemos responder. Pues nos faltan por entero criterios para esa mejora que estuviesen justificados objetivamente. ¿Qué es un hombre deseable? ¿Debe ser más inteligente? ¿O más feliz, o más creativo, o más fácil de contentar, o mejor adaptado, o más caritativo, o más robusto, o más sensible?
Basta plantear la pregunta para darse cuenta de lo absurdo de esas ideas de mejora. Si los hombres tuviesen que agradecer su modo de ser a las preferencias casuales de hombres anteriores a ellos estaríamos ante un injustificable dominio de los muertos sobre los vivos.