La civilización técnico-científica desvincula la praxis vital humana de todas las condiciones tradicionales y sustanciales. Su signo es la “racionalización”, en el sentido de Max Weber. Con ello se desvincula también del cristianismo y del concepto griego de physis, que hicieron posible su nacimiento. De este modo se consiguió lo que el cristianismo nunca había conseguido: la realización de una civilización mundial universal. Pero a esto corresponde también aquella forma negativa de universalismo que pone en cuestión precisamente la validez de sus presupuestos históricos: el historicismo, el relativismo histórico. Innocent Smith no es ningún historicista. Cuestiona leyes y costumbres, pero no su derecho a cuestionar, como tampoco los fundamentos de este derecho que él denomina sin más “creeds” (creencias).
Para el historicismo, el cristianismo es una religión particular entre otras y lo mismo ocurre con la medida que los griegos introdujeron mediante la palabra “physis”. Y los griegos no la introdujeron precisamente porque hubieran descubierto el condicionamiento social de las costumbres y buscaran un criterio más allá de dicho condicionamiento. Lo que los griegos querían era poder distinguir entre buenas y malas costumbres. Para el historicismo, esta medida —siempre presente en la historia europea y activada de nuevo en el siglo XVIII— es solamente la expresión de una condición particular del surgimiento de las costumbres.
Leopold von Ranke |
Pero, ¿qué pasa con esta relativización cuando también se extiende al discurso acerca de Dios? ¿Con qué se relaciona entonces lo particular? Consigo mismo. Pero esto no le da ningún derecho, pues el derecho es una pretensión de lo particular a gozar de un reconocimiento general. La idea de derecho, al igual que la de verdad, es todavía una idea teológica oculta —como Nietzsche vio— respecto de la cual el historicismo fue la primera forma del nihilismo avanzado. El radical relativismo cultural, la última forma del universalismo europeo, se anula a sí mismo. El reconocimiento y la tolerancia no son en modo alguno su consecuencia necesaria y lógica. La tolerancia es el fruto de una cultura particular. Por eso, cuando Europa ha perdido el fundamento sustancial y el contenido de su universalismo, la exigencia universal de tolerancia y de derechos humanos puede ser rechazada como un eurocentrismo injustificado.
Texto completo en el enlace http://dadun.unav.edu/handle/10171/876
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