viernes, 20 de mayo de 2016

Dignidad y derechos humanos

Fragmento de la conferencia de Robert Spaemann títulada Universalismo o eurocentrismo. La universalidad de los derechos humanos, pronunciada en los Encuentros de Castel Gandolfo y publicada en la revista Merkur. Deutsche Zeitschrift für europäisches Denken, agosto de 1988 (8), páginas 706-712. Traducción de Daniel Innerarity.

La cuestión que hoy se plantea no es “universalismo o eurocentrismo”, sino más bien la siguiente: si Europa, con la comprensión que tiene de sí misma, mediante la universalización de la objetivación científica del mundo y la organización instrumental de la vida, puede hoy destruir todas las tradiciones culturales pero conservar al mismo tiempo aquello que puede justificar esta destrucción o, al menos, compensarla: la idea de lo incondicionado.

En su entraña, esta idea es la idea de Dios. Pero su plausibilidad universal ha adquirido hoy la forma de la idea de derechos humanos. Bajo el postulado de los derechos humanos subyace la idea de la dignidad humana. En todas las culturas tradicionales se representa de algún modo esta idea. La civilización científica y la acción instrumental que la caracteriza alejan el momento de la dignidad de la configuración cotidiana de nuestra vida, de nuestro trabajo, de nuestras relaciones, de nuestro movimiento, de nuestro vestido,... El astronauta, encapsulado en su cohete, está en una situación menos digna que el beduino en la cabaña de su ganado o que el carpintero que construye una mesa. En un mundo organizado de manera radicalmente instrumental todo está en función de que sea expresamente codificado el carácter del hombre como un fin en sí mismo, al que se debe respetar incondicionalmente.



Ninguna civilización necesita esta codificación y esta garantía constitucional con tanta urgencia como la civilización mundial europea, puesto que hasta ahora en ninguna otra civilización ha sido posible una cosificación tan radical del hombre. Hemos alcanzado incluso una situación en la que es posible sustituir la procreación humana por la reproducción en una probeta. Una vez que Europa —lo quiera o no— ha creado esta civilización, debe convertirse en misionera de aquellas ideas sin las cuales esta exportación no sería otra cosa que una deshumanización universal. Una vez que ha exportado el veneno, esta obligada a exportar el antídoto.

La objeción de que los derechos humanos dependen de presupuestos religiosos y metafísicos en los que ya no creemos es débil. En primer lugar, la declaración de antigüedad de estos presupuestos es un prejuicio modernista. Pero también cierto que hoy en día, para la mayoría de los hombres, resulta más plausible la idea de un derecho elemental del hombre a la libertad que la metafísica clásica o la fe cristiana. Ahora bien, Kant ha mostrado cómo los contenidos de la metafísica clásica y de la religión cristiana no pueden ser entendidos si falta la experiencia fundamental de una praxis moral. ¿No podría ocurrir hoy que la evidencia de los derechos humanos condujera a una renovación de aquellos presupuestos que son conocidos como sus presupuestos necesarios? A quien padece la represión, la dignidad humana se le presenta como un postulado evidente. Por eso rechazará como falsa toda consideración teórica que pretenda relativizar dicho postulado.


Horkheimer y Adorno
La fe en Dios gana plausibilidad cuando nos damos cuenta de que sin ella la afirmación de que la dignidad del hombre es inviolable acaba siendo desenmascarada como una ilusión agradable, pero a menudo también como un obstáculo para la constitución de una sociedad definitivamente domesticada “beyond freedom and dignity”.  (1) Si el hombre es el ser más alto solamente para el hombre (2), entonces no hay ningún motivo para no matar a alguien en cuya existencia solamente él está interesado. Y lo mismo vale respecto de la aniquilación de toda la humanidad. En este caso, ¿quién habría perdido algo? ¿La humanidad? Pero si ya no existe. Horkheimer y Adorno entendieron muy bien la lógica del relativismo naturalista al afirmar que contra el asesinato, en último término, sólo hay un argumento religioso. 

Sin la idea de lo incondicionado, Europa se queda en un mero concepto geográfico. En todo caso, un nombre para designar el lugar de origen de la liquidación del hombre.

(1) más allá de la libertad y la dignidad
(2) Pienso que es más correcta la expresión: 'Si solamente el hombre es el ser más elevado para el hombre'


Texto completo en el enlace http://dadun.unav.edu/handle/10171/876

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